miércoles. 24.04.2024
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Como Albert Albinus pero menos drástico

Andrés Baldíos

Como Albert Albinus pero menos drástico

No era cualquier día cuando se volcó el automóvil, no. Era un día en el que, se supone, se debía viajar por tren. Al menos eso decían los folletitos rectangulares que encontraron en su ensangrentado abrigo. Por algo no fue el tren, pero los boletos ya estaban comprados.

La carretera era recta, seca, desierta, dijo Herval a través del auricular. Es el destino. Suspira. Es el destino.

Imaginen las tomas: tranquilas. Plano general del camino seguido de un primer plano del automóvil; evitemos los rostros de los dos protagonistas (el escritor y el editor, ¿quién es copiloto y quién es piloto?, se desconocen sus puestos), solamente se ve un par de manos al volante y el otro par pueden estar estrechadas, entre ansiosas y pacientes; el día, o soleado o nublado, cualquier plano del cielo es general, así que…; y entonces sucede algo que no vemos debido a que la toma del cielo es continua, pero podríamos agregar una toma del camino que se va pausando conforme aumentan los estrepitosos rechinidos de las llantas (los gritos del auto); luego una toma alocada que garabatea algún estrepitoso ángulo hacia el centro de una rectitud asfaltada, y la última toma que vemos es un discreto travelling que se detiene en los rostros destrozados del par de amigos. Y fondo negro, ya están muertos. No hace falta develar más, malditos morbosos.

Qué cosa más hilarante y desgraciadamente típica el que más-o-menos diez años después se editara una ironía titulada A Happy Death. Como sea, el primer hombre quedó sin terminar, asunto para nada absurdo, al contrario de eso era absolutamente triste y magnífico, y más triste porque se nos fue de apenas cuarenta y seis años. Pero ya saben lo que dicen: quizá tenía que irse en ese instante, o si no, hubiese hecho cosas de las cuales pudo haberse arrepentido, él y el resto del mundo. Las cosas sucedieron y digamos que así está bien. Como pueden ver, no hay tiempo para el absurdo, hay cosas más importantes como la destrucción del mismo, cada día de nuestra vida, siendo o no forasteros de tierras neutras, guerrilleras o pacíficas.

Y bueno, era época antigua, los 60. Los automóviles en esa época eran tan duros que uno era el destrozado a la hora del choque. Y no la maldita cosa.

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Andrés Baldíos
es escritor. Los primeros peldaños son peligrosos, su hasta ahora primer libro de cuentos, fue editado en 2012 por San Roque.

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