sábado. 20.04.2024
El Tiempo

Internet y virtualidad

Internet y virtualidad

Desde sus orígenes Internet ha ofrecido espacios de encuentro y evasión en la que los usuarios se pueden transformar literalmente en cualquier cosa.
Naief Yehya

La pandemia irrumpió en la realidad social y nos puso de forma casi generalizada frente a las pantallas. Ya estábamos capturados por el resplandor de tablet’s, pc’s, lap-top’s y smartphones. Las interacciones en la red se multiplicaron.Las redes sociales, los video juegos, las app’s y las nuevas redes sociales lograron ser espacios de entretenimiento, distracción y de comunicación que han tomado el control del uso del tiempo y de la vida de muchas personas.

En este mundo digital se han creado espacios de interacción donde la virtualidad ha dado la oportunidad de crear perfiles inexistentes y,con ello,poner en situación de riesgo a las personas ante fraudes y muchos tipos de abusos, posibles a partir lo que se muestra en las pantallas, ante una buena dosis de ingenuidad e ignorancia de los afectados. La posverdad y las fake news son parte de los nuevos discursos que se consumen en la red. La virtualidad vino a transformar las interacciones humanas, los vínculos afectivos y la comunicación.

Hacemos chistes. Ya aceptamos que es mejor platicar en familia, estando juntos, a través de WhatsApp. Los memes son ya una nueva cultura de la que nos hemos apropiado, para bien y para mal. Memes que van desde el humor fino y crítico, hasta los que usan la descalificación y el insulto.No puede ser de otra manera en un país donde la exclusión social y las prácticas clasistas, machistas y racistas siguen dominando la manera en que comprendemos esta diversidad humana, social y cultural, donde la libertad todavía no se asume como una responsabilidad ni se valora como el derecho humano más importante.

Lo que no sucede en las redes sociales digitales no existe, es el nuevo mandamiento. De ahí que las nuevas prácticas sociales,como las de subir a la red selfies, o las fotografías de la comida que se va a consumir, o la de compartir dónde se está—plazas, antros, cines, restaurantes-, junto con los challenges y los tik tok’s,se han configurado como expresiones visuales, ya necesarias para reafirmar que se existe en la red virtual.Imágenes que se viralizan en las redes sociales, en un ciberespacio sin filtro, y que buscan “reacciones” de quienes las ven.

Redes sociales con vasos comunicantes, en las que se crean mensajes y les otorga redundancia al compartirlos de forma simultánea en Facebook, Twitter, Instagram y otras redes más,saturando pantallas y mentes con discursos que buscan homogenizar el pensamiento, a la vez que crear tendencias y buscar influir en la opinión pública, en la que se observa el interés por dividir y polarizar a la sociedad.

Las redes sociales son territorio cada vez más importante para la lucha política y el control social, ideológico y político.

Las tecnologías y las interfases que se han desarrollado muestran la capacidad humana para resolver problemas y para buscar facilitar muchas cosas como son trámites oficiales y todo lo que se refiere a las transacciones económicas, por ejemplo. El mundo digital se ha ido integrando con prácticas sociales que se generaliza. Se pregunta de todo, se comparte de todo, se opina de todo. Ya sabemos que el estar en las redes sociales es aprovechado por las empresas para tener información de nuestros hábitos y gustos personales.Se generan bases de datos que luego se venden para usos de la venta de productos y servicios, pero también para el control social y el manejo campañas de publicidad para influir en las preferencias ideológicas y políticas.

La pandemia ha incrementado el tiempo que se pasa en las redes sociales y en Internet en general. También las plataformas de streaming han entrado en los cambios de consumo en el campo del entretenimiento, ya que permiten ver y escuchar contenidos en tiempo real, sin esperar a que se éstos se sean descargados. La velocidad es lo que se busca; lo más rápido es para los internautas es lo mejor, lo deseable, pero eso cuesta. Netflix, Amazon, HBO, Fox y otras plataformas han hecho un gran negocio. La pandemia logró que se hicieran más contratos con las compañías de Internet. Los verdaderos beneficiados de la pandemia son todas esas compañías, junto con las empresas de servicios digitales, en especial las de video conferencias, útiles para impartir las clases on line como Zoom, Google Meet, Teams, Jitsi, entre otras.

En Argentina recién fueron aprobados por decreto presidencial como “bien público” todos los servicios de Internet, telefonía y TV, además de que fueron congeladas sus tarifas al público. Algo deberíamos hacer al respecto, ya que la pandemia en México ha demostrado una gran brecha digital. Hoy un indicador de la pobreza y la desigualdad está también en el acceso y uso de Internet.

En el negocio de Internet se vende la “velocidad” y se usa la idea de ahorrar tiempo para propiciar el estar más lapsos frente a una pantalla. La vida sucede fuera de la pantalla, pero pareciera que todos quieren ver y escuchar esa realidad a través de los dispositivos electrónicos y que, junto con el uso de los audífonos, se van creando seres que se aíslan del mundo, generando una nueva serialidad que refuerza el tremendo individualismo que el capitalismo ha fomentado, en aras de aumentar el número de consumidores en una sociedad de mercado que no tiene escrúpulos y sostener a la vez una parálisis de la acción colectiva y social.

“Los mexicanos pasan 42 por ciento más de su tiempo en redes sociales como Facebook, WhatsApp, Twitter, Instagram, YouTube y Google desde que iniciaron las medidas de aislamiento social ocasionadas por el Covid-19, revela un estudio realizado por Nielsen Ipobe.

Según la firma de estudios, a raíz del inicio de la cuarentena, Facebook es la red social en la que más se ha incrementado la estancia de internautas, pues previo al fenómeno se destinaba una hora 19 minutos de tiempo en la plataforma y ahora el promedio es de una hora 54 minutos.” *

Estos datos son promedios, el consumo en algunos casos ya está en el rango propio de las adicciones a las redes sociales y a Internet. La cuarentena incrementó las prácticas de consumo de los internautas y con ello las nuevas dependencias a Internet y a lo que sucede ahí.

Así, las imágenes de miles de personas asistiendo a conciertos o eventos en “vivo” pero viéndo los y grabándolos en sus dispositivos móviles es algo muy común. La mediación por medio de las pantallas se instala como costumbre y como parte de un nuevo rito social, “el de estar conectado” y “el de compartir todo” en la red. Las nuevas angustias personales se traducen en frustración “al tener una red lenta”, o “ante la caída de la señal” o “que ya no se tiene acceso a datos y se tienen que comprar” o “no contar con un buen equipo lo más reciente posible.”

La cuarentena nos encerró y pareciera que a su vez ha creado un tipo de encierro personal, una pecera dentro de un capelo de cristal, donde lo público y lo privado se confunden. El encierro social en el que hemos estado, ha reforzado la perspectiva de mundos privados y expuesto la vida social, familiar, pero, en donde el aislamiento personal se ha instalado y se quiere encontrar un refugio en las pantallas.

Los seres humanos somos seres sociales. Las pantallas no pueden suplir una conversación cara a cara, no pueden remplazar un abrazo, un beso. Las pantallas permiten jugar desde la virtualidad con nuestra propia personalidad y con las representaciones que tenemos de nosotros mismos.Muchas personas, de todas las edades, ven una oportunidad en la virtualidad para mostrar quienes son y qué quieren ser, pero también, muchas de ellas han creado su avatar, simulando lo que no son. Fantasías en la que se pone en juego la consciencia individual, ya que se encubre lo que se siente y lo que se piensa, y a la par van creando espejismos, situaciones de riesgo y auto engaños que afectan a las relaciones familiares y personales cercanas, y que tienen su efecto en la propia salud mental.

La pandemia y las medidas de contención implementadas como  políticas públicas de salud, han hecho que el encierro y la incertidumbre hayan hecho que las emociones y los sentimientos estén en una especie de “realidad aumentada” usando el concepto digital, y que esa  sensibilidad humana aflore de forma positiva, solidaria y amorosa, pero a su vez, ha demostrado sus expresiones desde la ira, el enojo, el conflicto, el reclamo, la intolerancia y las violencias de todo tipo, afectando la estabilidad emocional las personas, con las consecuencias -a veces muy dolorosas y tristes- que se generan ante  la falta de un manejo personal adecuado y pertinente de lo que se piensa y de lo que se siente, lo que abre la posibilidad de trabajar en la salud mental y emocional de las personas.

La virtualidad tiene sus límites, los atributos y capacidades de lo humano tienen todavía mucha plasticidad y la inteligencia se sigue desarrollando y ahí radica la esperanza y se crea la oportunidad de enfrentar lo que la nueva cultura digital esta produciendo en lo social y en lo individual.Entre todo y pese a todo, habrá que seguir creando los espacios para que la palabra tenga su propio lugar, más allá de las pantallas, porque lo que no se nombra no existe y porque sólo ahí, en el diálogo con el otro, con los otros, está la posibilidad de hacernos cargo de nosotros mismos y en parte del mundo en el que nos toco vivir.  Recuperar nuestra historia personal y social es construir los puentes necesarios para descifrar los retos que la era digital nos está poniendo y más ahora con la incertidumbre que se tiene sobre lo que vendrá.

*https://www.jornada.com.mx/ultimas/economia/2020/05/06/mexicanos-estan-42-mas-tiempo-en-redes-sociales-en-cuarentena-nielsen-1173.html