Opinión • Dilemas • Arturo Mora

“…una sociedad que está haciendo uso de una cultura de cancelación, de lenguaje políticamente correcto, que cuida la forma de lo que se dice pero que se vacía de contenido…”

Opinión • Dilemas • Arturo Mora

Lo que más odia el rebaño es aquel que piensa de modo distinto; no es tanto la opinión en sí, sino la osadía de querer pensar por sí mismo, algo que ellos no saben hacer.
Arthur Schopenhauer

Lo que puede el sentimiento no lo ha podido el saber, ni el más claro proceder, ni el más ancho pensamiento.
Violeta Parra

Pensar con autonomía y desde la libertad es un ejercicio complejo, difícil y por demás desgastante.  Más en una sociedad que está haciendo uso de una cultura de cancelación, de lenguaje políticamente correcto, que cuida la forma de lo que se dice pero que se vacía de contenido. La opinión pública, personal o de grupo se confunde con demasiada facilidad con creer es sinónimo de pensamiento crítico. En una cultura terapéutica que trabaja con la fragilidad como si fuera un serio problema el ser sensible, humano, empático y en la que se apuesta a poner fuera de la persona lo que le sucede. Es más fácil echar la culpa fuera de uno, que asumir la responsabilidad de nuestros actos e intentar aprender de nuestra propia historia, con todas las condiciones que lo vinculante -el significado y significante-, tiene para cada uno nuestra trayectoria en el proceso de hacernos sujeto y que nos pone todo eso lo en la consciencia y en el inconsciente.

Una sociedad estridente en lo mediático, que todo lo hace un espectáculo o por lo menos deja en una selfie para el perfil de las redes sociales y en la que cualquier persona  rápidamente sustituye el orgullo por la vanidad, y que en el acontecer del día todo se quiera traducir en el número de likes, o de seguidores y donde las pautas de conducta lo están imponiendo jovencitos y jovencitas que creen saber de cosas de la vida como expertos, que no aceptan la crítica, que buscan vender y venderse en la lógica de atrapar a los nuevos espectadores de un ciberespacio en el que se juega a la fama y promover un narcisismo de mercado, que sigue fomentado la fórmula de la individualismo como una única respuesta a la vida que nos ha tocado vivir. La máxima “se tú mismo” es el nuevo y recargado dogma de fe que encubre y seduce bajo la idea de que querer ser auténtico, ser especial, es la aspiración tramposa en la sociedad capitalista de la producción en serie y del consumo de masas.

Decir lo que se piensa de forma irreflexiva, raya en la irresponsabilidad de quien lo dice y crea verdaderos galimatías que no se sostiene más que en el dicho de alguien que busca vender y venderse en el mercado de los instantáneo, de lo insulso, de lo soso, de lo hueco.

Decir lo que se piensa entonces no es nada fácil si se hace con un mínimo de ética y desde un pensamiento crítico, que dicho se de paso, se enuncia como deber y obligación en los procesos educativos, pero que poco se fomenta en la práctica y en donde todas las instituciones, incluidas las escuelas y universidades la contemplan, pero no la pueden aceptar, porque dejarían ser las instituciones que son. Si algo tiene la educación es que se mueve en el dilema del cambio y la transformación, a la par de cultivar la tradición e imponer cánones fijos, con paradigmas que cuestan mucho trabajo vencer. Dilema que enfrenta la libertad, la innovación, la creatividad, el descubrimiento de nuevas soluciones y el pensamiento crítico, ante el saber dado, la teoría formulada y el conocimiento impartido.

La sociedad actual ha entrado en un proceso que urge revisar y en el que la cultura de la cancelación, la de la descalificación por el pasado y con el uso de categorías que olvidan la historia y que niegan que la cultura es una construcción social y que hacen cada vez más restringido el uso del lenguaje, incluido el poético, y  hacen que la comunicación este siendo filtrada, tamizada con visiones que poco contribuyen a la libertad del espíritu humano y la construcción de la verdad relativa que nos merecemos.

Tenemos construir en serio y con mucha responsabilidad el poder hacer un lenguaje incluyente que va más allá de lo que se ha definido hasta ahora. Se requiere recuperar la historia y sus contextos para dar sentido a la palabra, pero sobre todo habrá que darle valor y sentido al contenido de lo que se quiere nombrar, de lo que se quiere expresar, de lo que se necesita decir, de lo que se quiere cambiar, de lo que se quiere denunciar, de que se necesita exigir.

Sobre todo, en una sociedad que va dejando de ser critica de sí misma, que no quiere ver lo que ha hecho hasta ahora con el mundo y con sus recursos. Una sociedad con cada vez un cinismo en donde todo cabe, pero, en donde no todo está permitido, en donde todo se vale, pero, solamente si es sancionado y aprobado por otros y otras, que se instalan en un lugar desde el poder, desde un discurso de grupo, que se expresa en una ideología que excluye, en un saber que clasifica y hace estereotipos, en un mundo en que lo que su cede en el ciberespacio valida y legitima, o cancela, ataca, descalifica, niega y pervierte los hechos y las ideas y que nos pone hoy más que nunca en falsos dilemas y absurdas contradicciones, que son al fin de cuentas simples pretextos, para huir de la tarea de crear responsablemente las condiciones para que se viva en la plena vigencia de la dignidad humana, en el respeto irrestricto a  los Derechos Humanos y que implica a su vez,  dar valor y significado a la vida en todas sus formas y en aceptar la sororidad y la fraternidad con todos los sentimientos y emociones que despiertan, para entonces dignificar la vida y transformar el mundo que nos ha tocado vivir, ya que es inaceptable lo que estamos haciendo con nosotros y con la naturaleza. No hay dilema entre ser uno y ser con y para los demás.