viernes. 19.04.2024
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Resiliencia Social

“La nueva normalidad será la expresión de la resiliencia social…”
Resiliencia Social

Cada vez vamos incorporado a la vida cotidiana la palabra resiliencia, que se refiere a la capacidad de sobreponerse a momentos críticos y adaptarse luego de experimentar alguna situación inusual e inesperada. Se traslada del campo de la Física, en la que resiliencia expresa la cualidad de los materiales a resistir la presión, doblarse y recobrar su forma original, para no deformarse ante presiones y fuerzas externas, por su capacidad de resistencia al choque.

Los sismos de los 19 de septiembres y sus réplicas pusieron a prueba a muchas personas, y si bien en 1985 la resiliencia no estaba dentro de los códigos para expresar lo que se vivió y lo que implicó el terremoto. Se pudo comprobar que la solidaridad y la acción colectiva con la que se respondió, y dónde el pueblo actuó más allá de cualquier expectativa, es una actitud de valor y compromiso. El Estado y sus instituciones quedaron rebasados. La reconstrucción y la nueva normalidad que implico salir del del desastre, incorporó una serie de medidas y prácticas —como los simulacros- para poder vivir en una ciudad propensa a terremotos. Otras ciudades aprendieron la lección.

En 2017, un nuevo sismo sacudió la vida del país. El aprendizaje social de los sismos 32 años después evocó la tragedia y el dolor y nos remontó de golpe al pasado. Unos cuantos aprendizajes se pusieron en práctica, algunas instituciones pudieron reaccionar, pero fue la solidaridad del pueblo la que volvió a ofrecer un rostro y unas manos profundamente humanas, con lo que se pudo expresar la compasión y ayuda. Los sismos de 2017 golpearon otras ciudades además de la ciudad de México, y la tragedia y el dolor trasminaron colonias, comunidades y municipios que ahora se hacían visibles en la crisis.

La naturaleza tiene su encanto y su propia fuerza. La vida ha poblado un planeta que vibra todos los días y que presenta una interacción con el medio físico y sus condiciones: el clima, el territorio, la orografía, la hidrología, las estaciones del año, los hábitats y su diversidad de plantas y animales, de insectos, de bacterias y virus, son parte de la complejidad de la vida, sobre los cuales los seres humanos hemos construido ciudades, pueblos, comunidades y también carreteras, puentes y una infinidad de obras artificiales para “usar” los recursos naturales a nuestro beneficio, aunque ahora, en el contexto de la pandemia y sus efectos, debemos reconocer que lo hemos realizado de una forma irracional, desmedida las más de las veces, impactando a la naturaleza con terribles resultados y sin medir las consecuencias de lo que conlleva una idea de progreso, que en particular el capitalismo y la economía de mercado ha impuesto como homogénea e inalterable.

La pandemia nos está poniendo a prueba. Las enfermedades asociadas a otros seres vivos han estado presentes en la evolución de los seres humanos, y éstas son expresiones de las diversas formas relación de la vida: es interacción, simbiosis y competencia en el sentido biológico. Es una relación compleja, en que la inteligencia de la especie humana ha podido salir con ventaja, si concedemos que somos cada vez más personas en el mundo. Tan sólo aceptemos que hemos sobrepoblado el planeta y estamos cada vez más cerca de un punto de no retorno de su capacidad para sostener nuestros hábitos de consumo y necesidades básicas. Somos 7 mil 815 millones de habitantes en la Tierra, que en 1900 apenas llegaban a 450 millones.

Se ha empezado a usar el concepto de resiliencia, agregando adjetivos: Resiliencia en sistemas tecnológicos; Resiliencia jurídica; Resiliencia organizacional y la Resiliencia en sociología. Esta última es la capacidad de los grupos sociales para sobreponerse a resultados adversos, reconstruyendo sus vínculos internos, a la que podríamos llamar resiliencia social.

Sin duda, la pandemia ha mostrado la vulnerabilidad de la especie humana y la desigualdad social, y ha puesto en evidencia las carencias y brechas sociales, económicas, tecnológicas, y las asociadas a la falta de acceso a la salud como derecho humano. La posibilidad de reestructurar nuestras vidas está en la capacidad de resiliencia que tengamos, que implica a su vez un conocimiento personal de nuestras capacidades, pero también de nuestro carácter, y de la posibilidad de sentir y reconocer las emociones, y dar con ello sentido social y humano a lo que se siente,  para ayudarnos a salir de la pandemia con nuevos y renovados vínculos, con una necesaria convicción de respeto y reconocimiento del otro, de dar valor a las personas que conforman nuestros ambientes de vida, donde están los seres humanos que amamos y queremos, y que deseamos que estén con nosotros el mayor tiempo posible.

El covid-19 ha puesto en jaque a la sociedad y ha mostrado también que no entendemos que la solidaridad no es un asunto que sólo se manifiesta y expresa en terremotos, tsunamis, huracanes, ciclones o erupciones de volcanes, sino que es un compromiso con los otros —con todas las personas-, y que más allá de estar de acuerdo o no con las políticas de salud implementadas a nivel gubernamental, se requiere pensar con empatía por salud y la vida, de la propia persona y en las personas que amamos y apreciamos, pues el covid -19 sigue en activo y facturando muertes día con día.

La resiliencia social es una apuesta para poder regresar a la normalidad, a una nueva normalidad que no se resuelve sólo con el confinamiento o con el miedo. Se necesita con urgencia una nueva normalidad que a la vez requiere encontrar, crear y ajustar prácticas y mecanismos de acción colectiva que pongan la vida y la salud como prioridad.

El Estado deberá pronto impulsar nuevas y renovadas campañas de información, sensibilización y educación cívica para reforzar la necesaria “sana distancia”. Se deberá exigir el cumplimiento de los requisitos para regresar a las actividades que soportan la economía y la dinámica social, por salud y por salud mental. Se deberán flexibilizar y resolver con creatividad situaciones como la vacunación infantil entre muchas otras cosas, si quiere que vida y la salud sean la salida real a la pandemia, con todo lo que esto implica. 

La resiliencia social es la expresión de fraternidad y la sororidad en la que el futuro es el único lugar a donde podemos ir, y donde necesitamos reencontrar nuevos equilibrios con la naturaleza y nuevas formas de participación social y política. La nueva normalidad será la expresión de la resiliencia social, si entendemos que la vida es finita y que vale vivirla más que nunca.