viernes. 19.04.2024
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Chispitas de lenguaje • Alfabeto y números • Enrique R. Soriano Valencia

"...la palabra oral es mucho más antigua, pero el aire es incapaz de conservarse..."
Chispitas de lenguaje • Alfabeto y números • Enrique R. Soriano Valencia

La escritura nació con la necesidad de registros y cuentas. Es decir, números y operaciones surgieron al mismo tiempo que la palabra escrita. Desde luego, la palabra oral es mucho más antigua, pero el aire es incapaz de conservarse. Por ello, aparecieron el concepto de cantidad y las palabras que describieran lo cuantificado: seis (6) ovejas. 

Actualmente, los números utilizados casi universalmente son los que llamamos arábigos. Como sucede con el alfabeto que con tan solo 27 símbolos es posible representar cualquier palabra y su conjunto, cualquier idea; los números desarrollados por los árabes pueden representar cualquier cantidad, por astronómica que sea. Ambos sistemas de representación han sido la base para el desarrollo. 

Los números arábigos se representan con diez símbolos. Es decir, es un sistema decimal. Los mayas, otra de las grandes culturas matemáticas, tuvieron un sistema vigesimal. Eso significa que recurrieron a veinte símbolos para numerar. La diferencia es producto del ambiente: los árabes se cubrían los pies a causa del desierto y solo contaban con diez dedos para desarrollar su sistema, mientras que los mayas, en zona selvática, tenían los pies descubiertos.

La cultura romana, que es la base de la civilización occidental, a la que pertenecemos, heredó de los griegos el alfabeto y los números, de los etruscos. Con sus adaptaciones lograron un sistema numérico que satisfizo sus necesidades constructivas inmediatas. 

Los árabes, por su parte, heredaron de los griegos –gracias al comercio del papiro– el amor por la abstracción aritmética y la geometría. Gracias a la abstracción de los símbolos numéricos (heredados de los fenicios), desarrollaron el álgebra. Los símbolos de los números en realidad son trazos que el tiempo ha deformado y que representaron cantidad de ángulos. Es decir, que uno es la representación de un trazo con un ángulo (1); el dos es la representación de dos ángulos (z) y así. Por eso el cero es oval, no hay ángulos.

Pero a diferencia de los romanos que se quedaron con la representación de montos por símbolo, la numeración arábiga evolucionó al concepto posicional. Es decir, que el uno o la unidad representará mayor cantidad dependiendo de la posición en que se ubique a partir de un punto concreto. Ese lugar pasó a ser el punto de inicio de los enteros. Con ello, se abrió la opción para las fracciones, aspecto que no contempló la representación romana. 

Por ello, hacer operaciones con números romanos era un proceso largo y complejo. Sumar, por ejemplo, un día cada cuatro años a los 365 del año promedio para ajustar el calendario a la posición de la Tierra con respecto al Sol, obligaba a hacer operaciones que tardaban días. Solo expertos lograban hacerlo... y aún así se equivocaban (como pasó con los sabios que ayudaron a Colón a hacer sus cálculos del tamaño de la Tierra). Las operaciones con los años bisiestos eran fundamentales porque estaba relacionada con los ciclos agrícolas. Un desfasamiento provocaba épocas de verdadera hambruna por no coincidir con la temporada de lluvias. 

En la Edad Media, el monje que estudió e introdujo el sistema decimal a Europa estuvo varias veces a punto de ser quemado por la Inquisición porque la rapidez de las operaciones a la Iglesia tradicional le parecía influencia del demonio. La fortuna quiso que ese monje con el paso llegara a ser el papa Silvestre II y así fueron admitidos los números que desarrolló una cultura no cristiana.

Las matemáticas son un derivado del lenguaje. Cuando razonamos, lo hacemos con palabras. Las palabras nos permiten formar conceptos. Sin embargo, en matemáticas, ese proceso analítico se reduce gracias a la representación gráfica. Entonces, se hace más sencilla la síntesis, que es el resultado de razonar y abstraer o conceptuar. De ahí que el manejo de las matemáticas propicie el pensamiento lógico.