¿De dónde viene la crisis de los cuarenta? (I)

¿De dónde viene la crisis de los cuarenta? (I)

Con frecuencia se oye hablar de personas a las que les dio “la crisis de los cuarentas”. En esa década se dan muchos divorcios o comportamientos regresivos (el típico “chavorruco”). ¿Por qué? 

Un amigo me refirió lo que leyó unavez en un libro del siglo XII escrito por unabad. Desgraciadamente nunca logré dar con la referencia exacta de estas ideas. En fin, queda claro que son ideas muy buenas como para ser mías. 

El abad contaba que sus monjes, llegados a cierta edad, comenzaban a tener ciertas dificultades. Usando una imagen moderna, era como si entraran en una zona de turbulencias. 

Después de varios años, comenzó a identificar tres tipos de monjes. Los monjes del primer tipo se presentaban ante él un buen día con el hábito en las manos y se lo entregaban diciendo: “yo ya me estoy haciendo viejo y hay ciertas cosas que, si no las hago ahora, nunca podré hacerlas”. El exmonje daba la media vuelta y saltaba como paracaidista al mundo secular. 

Los monjes del segundo grupo no colgaban los hábitos. Decían: “yo hice la promesa de ser monje toda mi vida y la voy a cumplir”. El abad decía que se quedaban, que eran fieles; pero que había en ellos cierta amargura y frustración. 

Los monjes del tercer grupo, en cambio, se quedaban y se sentían realizados. ¿Por qué? Porque habían
encontrado lo que podría llamarse una “vocación dentro de la vocación”. Es decir, dentro de su vocación general al monacato, descubrieron que querían dedicarse en cuerpo y alma a un proyecto a largo plazo y dejarlo como legado para la posteridad. Para algunos, ese legado podía ser la transcripción de un valioso
manuscrito de la antigüedad o quizás crear un digestivo celestial (nunca mejor dicho) o pintar un ciclo de pinturas que quedaran para la posteridad.

Dicho de una forma más coloquial, “tenían un hueso” en la vida. Los monjes, a pesar del hábito, son seres humanos comunes y corrientes (a veces demasiado comunes) y sus mecanismos psicológicos no difieren
mucho de los de la gente “normal”. 

Lo que sucede es que, en las primeras décadas de la existencia humana, la vida nos va presentando retos de forma espontánea: estamos en primaria y queremos pasar a la secundaria; estamos terminando la universidad y ya pensamos en casarnos; nos casamos y ya estamos esperando a los primeros hijos; nacen los hijos y…
Nacen los hijos y ya no pasa nada. De pronto, la vida entra en una especie de monotonía y somnolencia que puede conducirnos al aburrimiento existencial… (sigue)