El Evangelio Según • Desaparecidos • Víctor Hugo Pérez Nieto
“…cientos de desaparecidos se cuentan en el estado de Guanajuato, sin que nadie se percate de las fosas clandestinas…”
Hace algún tiempo se me hizo fácil hacer unas modificaciones dentro de mi casa, al fondo y a puertas cerradas para ahorrar lo de los permisos y la tramitología municipal. Pero no habían terminado de cavar los cimientos de la ampliación planeada, cuando ya estaban sobre mí los inspectores de obras públicas. De algún modo se dieron cuenta vía aérea, ya sea a través de drones o mediante helicópteros (todavía no creo en la clarividencia), que iba a comenzar a remodelar.
No mucho tiempo después realicé un viaje más o menos largo, sin decirle a nadie ni mucho menos publicarlo en redes sociales (la felicidad se vive, no se publica; además, mi padre me enseñó desde pequeño reglas básicas de seguridad, y la principal de todas es la austeridad). Desgraciadamente, lo primero de lo que me enteré cuando quité mi teléfono de modo avión, es que ya habían entrado a casa los amantes de lo ajeno. Con esto me di cuenta de que ya nadie está oculto y siempre hay alguien siguiendo tus pasos. A través de un móvil pueden darse cuenta cuando abordas un avión y hasta donde aterrizas, lo cual es preocupante para la seguridad familiar. Por más que te quieras hacer el invisible, la tecnología no te lo permite. La única solución sería regresar a los teléfonos analógicos.
Aún estaba en el extranjero cuando solicité un presupuesto para electrificar mi casa, y sólo necesitaron el domicilio para mandarme los metros cuadrados exactos y la altura de las bardas, sin siquiera entrar a medir. Me pareció algo perturbador.
Hace unos días caminaba por el centro de mi ciudad y me llamó la atención un cartel con las fotos de decenas de desaparecidos, todos jóvenes, seguramente usuarios de las nuevas tecnologías, y comencé a reflexionar cómo es posible que nadie sepa dónde están. El caso me parece todavía más escalofriante, porque me suena a complicidad de las autoridades estatales y municipales: cientos de desaparecidos se cuentan en el estado de Guanajuato, sin que nadie se percate de las fosas clandestinas.
Es casi increíble reflexionar que por más altas que tengas tus bardas para aislarte de miradas indiscretas, chismosas y hasta envidiosas, en unas cuantas horas miren hacia tu jardín interior, y que tengan registradas todas tus visitas y viajes, y que por otro lado, no se den cuenta dónde está la tierra removida porque cavaron un foso, o dónde tienen cuerpos apilados o personas privadas de la libertad, cuando decenas de helicópteros y drones surcan el cielo al día.
Si quieres ver la calle de una ciudad en tiempo real, basta meterte al YouTube. Yo así miro el encendido de luces de la catedral de Morelia los sábados en la noche, con sólo poner en el buscador “centro de Morelia en vivo”.
Para el ciudadano común y corriente si aplica la inteligencia tecnológica, no sea que se le pase pagar algún impuesto o saltarse un alto, pero cuando actúan los malhechores hasta las cámaras del C5 se apagan.
Ni los 43 de Ayotzinapa ni la demás gente desapareció por combustión espontánea. Siempre hay huellas, indicios, aparatos electrónicos que pueden dar su última ubicación. Lo único que se necesita y nunca ha habido es voluntad política para encontrarlos.