jueves. 18.04.2024
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La poesía en la actualidad

"No es que haya buenos o malos poetas, porque lo bueno y malo es subjetivo. Es la utilidad de los versos lo que importa, algunos de los cuales rompen cadenas, otros rompen corazones y muchas veces revientan los tímpanos de tan sincopados, simplistas o cacofónicos."

La poesía en la actualidad

Soy un asiduo asistente al Encuentro Internacional de Escritores de Salvatierra desde el 2012, a donde acudo, entre otras muchas razones, para encontrarme con entrañables amigos que de otra manera me sería difícil saludar en persona. Aprovecho este evento para sopesar el trabajo de los demás poetas, donde me doy cuenta que muchos de ellos, además de haber extraviado el ritmo, también se les ha perdido la metáfora. Llamarle a niño niño, al árbol árbol, al amor amor, a la libertad libertad, antes era terreno del género narrativo.

Sin embargo, gracias a que este año hubo más orden y equidad en el evento, tuve la fortuna de escuchar también una mayor variedad de versos que todavía conservan su esencia y van más allá: se les nota la técnica de una manera natural, sin necesidad de estar ceñidos a reglas.

La evocación de los símbolos tiene un poder inaudito, más que la misma palabra en si formando simples oraciones. Voy a poner un ejemplo: Un hombre nació en la colonia Morelos de la Ciudad de México y vivió toda su niñez en una vecindad aledaña a la Plaza Garibald, hasta convertirse en adulto. Era la peor vecindad del mundo, cuyo recuerdo debe traer a la mente cualquier privación imaginable. El hombre se despertaba escuchando el mariachi y se dormía oyendo lo mismo. Estaba hasta la madre. Por causas del destino tuvo que migrar a Europa, de donde jamás volvió. Allá terminaron sus estrecheces cuando se convirtió en un exitoso empresario que compró su apartamento en uno de los sitios emblemáticos de Italia. Una noche, muchos años después, se coló por su ventana que daba a la Piazza di Spagna el sonido de un arpa, una trompeta, luego el guitarrón y finalmente muchos requintos: un mariachi tocando El Huapango de José Pablo Moncayo en Roma. Él era el mismo, la música era la misma que tantas veces lo había despertado en la vecindad de su infancia, pero algo había cambiado tanto, que aquel anciano no pudo contener las lágrimas y se cuestionó el por qué se fue de su país, a pesar que su circunstancia presente era mejor.

El poder de la evocación tamiza el bodrio de lo que verdaderamente importa, de ahí que la poesía no debe desprenderse de los símbolos, ya que son los que quedan grabados en la memoria de modo perenne.

No es que haya buenos o malos poetas, porque lo bueno y malo es subjetivo. Es la utilidad de los versos lo que importa, algunos de los cuales rompen cadenas, otros rompen corazones y muchas veces revientan los tímpanos de tan sincopados, simplistas o cacofónicos.

A pesar de ser un lobo solitario a la hora de escribir, he recuperado la fe en estos encuentros, gracias a las nuevas voces y a la mayor democracia que se vivió este año en Salvatierra en las mesas de lectura comparadas con el año anterior, cuando el evento fue cooptado por un colectivo que un amigo definió como “la sociedad de los halagos mutuos”, mismo que debió, a regañadientes, ajustarse a las reglas del evento en esta edición. Esto ocasionó ausencias que se agradecieron y se reflejaron en la mejora de la calidad del Encuentro Internacional de Escritores de Salvatierra, al cual, como al Puente de Batanes, todavía le falta ver correr mucha agua por debajo.