martes. 16.04.2024
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54 MUJERES [II]

Las Vulpess (Sin pelos en la lengua) • José Luis Justes Amador

La 2ª entrega de #54 Mujeres • en #Tachas 396
54 Mujeres - Las Vulpes
54 Mujeres - Las Vulpes
Las Vulpess (Sin pelos en la lengua) • José Luis Justes Amador

Ya no se trata de que hiera la sensibilidad religiosa o moral, sino
absolutamente de mal gusto. Estoy absolutamente convencido
de que nadie utiliza en su casa, con sus hijos, este lenguaje.

(José María Álvarez del Manzano, consejero de Radio Televisión Española)

 

Ese fue el menor de los comentarios al “Me gusta ser una zorra” de Las Vulpess. El periódico que desató el escándalo, unos días después de la transmisión del video, afirmaba en una editorial que la canción “degrada a la sociedad española, subleva al padre de familia, indigna al ciudadano responsable, quebranta la intimidad del hogar, lesiona lo establecido en la Constitución y traspasa los límites de lo tolerable”. En un mundo todavía sin internet en el que la única diversión era sentarse frente a la caja tonta, la emisión ocurrió en “Caja de ritmos”, un programa musical en horario infantil.

Loles Vázquez, Mamen Rodrigo, Begoña Astigarraga y Lupe Vázquez, ni siquiera habían sacado un disco cuando les llegó el momento de la infausta fama. Las Vulpes (recuerdo de las clases de latín, vulpes, -is, zorra), a veces escrito Las Vulpess (homenaje a los símbolos nazis que a veces el punk utilizó sin otro ánimo que el de ofender a las conciencias bienpensantes), eran un grupo de cuatro chicas con espíritu punk que, simplemente querían expresarse sin pelos en la lengua. Sus nombres de guerra (probablemente sacados de la idea “original” de The Ramones) eran, respectivamente, Anarkoma Zorrita, guitarra, Evelyn Zorrita, voz, Ruth Zorrita, bajo, y Pigüy Zorrita, batería.

Su historia comienza, como casi todas las buenas historias, en la familia. Con quince años, Loles recibió de regalo de cumpleaños una hermosa Frasmus blanca de sus hermanos que eran el baterista, el bajista y el manager de un grupo punk llamado M.C.D. (acrónimo de “Me Cago en Dios” y que los emparentaba con otras bandas usamericanas como Million of Dead Cops, Million of Damn Christians, Multi-Death Corporation o More Dead Cops). Con aquel regaló y aquella familia, Loles tenía muy claro su futuro: una banda punk. Y, aunque no tenía previsto que fuera exclusivamente femenina, las primeras en unirse a su idea fueron de su grupo de amigas. El anuncio que colocaron en una revista musical era escueto y definitorio al mismo tiempo: “Cuatro chicas punk buscan local de ensayo”.

Como el noventa y nueve punto noventa y nueve de los grupos punk, era más importante para ellas expresarse que llegar a ser unas virtuosas de los instrumentos. Y, como casi todos los grupos comenzaron tocando versiones de sus grupos favoritos: Suzy es una cabezota (versión del “Sheena is a punk-rocker” de sus amados ramones), “Es sólo un sueño” (versión del “Something else” de Eddie Cochran), y la canción que, por los motivos equivocados, las lanzaría a la fama “Me gusta ser una zorra” (versión libérrima del “I wanna be your dog” de los Stooges).

Lo que en el original de Iggy Pop era una canción desesperada de amor (“¿Alguna vez has visto como una chica muy guapa, muy bien vestida, está caminando por la calle con su perro, ¿a que sí? Y cómo su perro está intimando con su cuerpo y a ella le gusta. Básicamente, es la idea de que quiero transmitir, quiero unirme a tu cuerpo. No quiero hablar contigo sobre literatura o juzgarte como persona. Quiero que me persigas, quiero ser tu perro”, explicó el artista), se convierte en un grito de libertad personal (“Prefiero masturbarme, yo sola en mi cama, / Antes de acostarme con quien me hable del mañana, / Prefiero joder con ejecutivos. / Que te dan la pasta y luego vas al olvido. / Me gusta ser una zorra”).

La mañana del sábado 16 de abril de 1983, junto a otros tres grupos olvidados —Lavabos Iturriaga, Los Santos y Motos–, fueron elegidas, antes siquiera de haber grabado un solo disco, con apenas un par de maquetas en su haber, para representar a una nueva hornada de grupos vascos en Caja de Ritmos, un programa musical para todas las edades dirigido por Carlos Tena. La canción elegida: “Me gusta ser una zorra”.

Como era de esperar, no pasó nada, hasta que quince días después un periódico madrileño y de derechas reprodujo la letra completa y le dedicó todo un editorial. Incluso el premio Nobel Camilo José Cela se sumó al debate atacándolas. El periódico llegó a proponer que se aplicaran los artículos 431 y 432 del Código Penal: “El que de cualquier modo ofendiere el pudor o las buenas costumbres con hecho de grave escándalo o trascendencia incurrirá en las penas de arresto mayor, multa de 10.000 a 50.000 pesetas e inhabilitación especial. Si el ofendido fuere menor de veintiún años, se impondrá la pena de privación de libertad en su grado máximo”.

El que hasta entonces había sido un grupo desconocido se convertía de la noche a la mañana en uno de los temas de conversación de toda la sociedad, incluso de los no habían escuchado ni la canción ni una sola canción punk en toda su vida. Ellas se defendieron. “Nos gusta ser como somos y pensamos que a nadie debe escandalizar que digamos que nos masturbamos, porque eso es natural, eso lo hace todo el mundo. Es más fuerte poner películas violentas u obligar a niños a seguir determinado tipo de religión”. El director del programa ni siquiera se molestó en disculparse. “Tendría que plantearme dejar este trabajo, porque no se puede programar sin tener la libertad de introducir al menos tres minutos de marginalidad que se produce en este país”. Mientras, el ataque seguía.

Lo único bueno que saldría de todo aquel escándalo es un single que, aprovechando el revuelo, sacó Dos Rombos y que ahora, en el mercado del coleccionista, es imposible de conseguir por menos de cien euros. Las dos tiradas, una primera de cinco mil ejemplares y una segunda de siete mil, se agotaron. Un crítico resume perfectamente el resto de su carrera. “como suele ocurrir en estos casos, el grupo se vio lastrado completamente por los mismos motivos que les habían aupado”.

Los ataques a ellas se sucedían. En un concierto, el equipo de seguridad les dio una paliza y cuando fueron a la policía a denunciarlos, eran ellos los que habían puesto la denuncia contra ellas. En varios conciertos los boletos se agotaron, comprados por grupos de ultraderecha que querían sabotear el concierto. En un concierto cuyo público era mayormente de militares, los gritos de que hicieran honor a su nombre reventaron su actuación. Incluso se les llegó a plantar droga en el equipaje para poder detenerlas. Incluso un concierto en una cárcel tuvo que ser suspendido, ya que las autoridades consideraron que podría llevar a motines entre las presas. Con toda la presión que conllevaba el escándalo, tuvieron que disolverse. Apenas volverían a actuar para recaudar dinero para una sala de su ciudad, y en un concierto homenaje a Guadalupe, que había muerto en 1993. Aprovecharon para esa reunión para grabar el que sería su único y musicalmente olvidable álbum, significativamente titulado “Me gusta ser”.

Probablemente, sin el escándalo las Vulpess serían uno más de los grupos desconocidos de la explosión punk, que ni siquiera merecerían una nota a pie de página de una historia de la música. Pero su valor para montar un grupo de sólo mujeres en una sociedad y una escena mayormente masculina, y hablar sin pelos en la lengua de lo que querían, es suficiente para recordarlas.

PD: aunque en la escena londinense ya estaban grupos femeninos y tan directos como ellas, como The Slits (que merecen una entrada), sin las Vulpess, sin su valentía, sin su aparición, grupos como Las Ultrasonicas, Las Perras del Infierno, Naughty Zombies, Mimoloco, Ataca Paca, Halcon Eye (con esa desternillante versión titulada “Me gusta ser una gorda”) o Las Recatadas (que la titulan “Me gusta ser una monja”) no existirían, o lo tendrían más difícil aún.

 

 

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