lunes. 23.06.2025
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Gancho al hígado

Gancho al hígado

Dentro del amplio abanico que el mundo deportivo supone para la dramatización ficticia, el boxeo suele adquirir con frecuencia una resonancia de corte trágico, en parte por la naturaleza implícita de la lucha del hombre contra el hombre en hipotéticas condiciones de igualdad, y en parte por las motivaciones aspiracionales de gente humilde que ve en los puños la única salida al callejón de la pobreza. 

Esto es a diferencia del futbol o cualquier otra manifestación similar, con los que la cinematografía mantiene una relación distanciada o tormentosa, lo que ha permitido la proliferación de una cantidad considerable de churros u otros filmes artesanales de buenas intenciones pero carentes de mayor interés… y en casos excepcionales, el deporte olímpico (Carros de Fuego. 1981. Hugh Hudson) que le confiere un tono grandilocuente que casi raya en la épica, perdiendo el sentido de la mesura para mitificar a sus protagonistas (The Jerico Mile. 1979. Michael Mann).

El pugilismo, por el contrario, ha permitido a una buena cantidad de creadores metaforizar sobre la condición humana, lo que ha llevado a la manufactura de varios filmes que van desde la explotación de la violencia y las fanfarrias triunfalistas (la saga de Rocky para no ir más lejos), como muestra manifiesta de la corrupción y manipulación del individuo ante fuerzas perversas y codiciosas (Nocaut. 1984. José Luis García Agraz), la emblemática Campeón Sin Corona (1946) del venerable Alejandro Galindo, como designio manifiesto de la desgracia y el derrotismo nacional y, por supuesto, la obra maestra de Martin Scorsese, Raging Bull (1980), sobre un inconforme e irredento Jake La Motta.

En sus intenciones, y por los resultados vistos en pantalla, Southpaw del impredecible Antoine Faqua, está más cercana al martirologio prototípico de la saga protagonizada por Rocky Balboa, que a su vez estuvo basado en la personalidad del mazacote Chuck Wepner, un mediocre boxeador de peso pesado cuya recreación documental sí obedece al patetismo implícito de la mayoría de los pugilistas caídos en desgracia y retratados por el cine.

Revancha se establece en una mínima parte en las bendiciones de las ganancias millonarias, la vida de lujo y el despilfarro. Si bien, las secuencias pugilísticas están correctamente coreografiadas para dotarlas de un verismo destacable, la caída en barrena de un ídolo con pies de barro adolece de cierta convicción, en una de las actuaciones más exageradas y exasperantes de Jake Gyllenhaal. Para decirlo en los mismos términos, el relato de Faqua se puede categorizar como un gancho al hígado, doloroso y de difícil recuperación ante las expectativas no cumplidas del espectador fanático de estas cruzadas.

Con la desgracia instalada en su vida, el camino a la redención para Bill Hope se presentará bien empedrado, ante un perdedor pese a su otrora estatus de campeón mundial, cuyo objetivo será recuperar el amor de la hija confinada en el horrible sitio que supone los servicios sociales, en un choro demasiado visto. Plagada de una serie de humillaciones a un zopenco que se lo tiene merecido, el tono de la película coquetea peligrosamente con los linderos del miserabilismo.

Ya puestos a elegir, la biografía de ESPN sobre el real Rocky de apellido Wepner, debería ser de más valía que este desaguisado drama sobre un boxeador que en sus estúpidas acciones, pareció tan ególatra y mamón como el real Floyd. El hecho que haya llegado de manera discreta a pocas pantallas, como seña de advertencia de sus escasas posibilidades de conexión, en realidad manifiesta que al realizador le hace falta ver más box…

Southpaw (Revancha)/ D: Antoine Faqua/ G: Kurt Sutter/ F en C: Mauro Fiore/ E: John Refoua/ M: James Horner/ Con: Jake Gyllenhaal, Rachel McAdams, Forest Whitaker, Oona Laurence, 50 Cents, Naomi Harris y Miguel Gómez/ P: Escape Artists, Faqua Films, Richie Productions y WanDa Pictures. EUA. 2015.

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