sábado. 15.03.2025
El Tiempo
Es lo Cotidiano

Culiacán en el siglo XIX

Azalia López González

Tachas 10
Tachas 10
Culiacán en el siglo XIX

El entorno

Como parte del mundo occidental, nuestros orígenes son europeos. Somos resultado de la época de los grandes descubrimientos geográficos: navegantes, exploradores, buscadores de las grandes riquezas se encontraron con el nuevo mundo; portugueses y españoles se encargaron de incorporarnos a su espacio económico, político, social y cultural.

Estos exploradores, con más fuerza que tolerancia hacia el territorio abierto al conquistador español, impusieron sus reales en el noroeste mexicano. La españolísima villa de San Miguel se asentó y creció en el espacio natural de los nativos del valle de Colhuacan; engalanada y dependiente de los márgenes de los ríos Humaya, Tamazula y Culiacán, desarrolló una economía propia de sus condiciones: dominó hacia el mar y la sierra, al norte y al sur.

Así, sin más, en el centro de las confluencias de una economía primaria propia de la época colonial. El espacio virreinal se convirtió en el blanco de los propósitos europeos: los cambios afectaron los volúmenes y los valores de las regiones de la colonia española. Así se formaron y definieron los nuevos intereses al interior de la geografía de la villa de San Miguel de Culiacán.

La villa de Culiacán, la de San Miguel Arcángel, conjugó simbolismo y racionalidad, teniendo en sus principios los trazos propios de una ciudad europea posmedieval: la Iglesia como símbolo inequívoco de nuestra civilización cristiana y lazo indisoluble de la unidad social y cultural de Occidente; frente a esta forma de autoridad, surge el poder racional: la administración civil y la plaza de armas.

Gracias a su economía ascendente pudo observar cambios significativos en el comportamiento urbanístico; debido a ello fue notable su crecimiento y, sobre todo, su autoridad política y social en el marco regional.

Hacia el siglo XIX, de grandes y vertiginosos cambios, de mayor economía de aprovechamiento, de más y mejores técnicas, de profundas transformaciones políticas y sociales emanadas del intercambio comercial, surgen nuevas demandas políticas: principalmente la autodeterminación de las naciones. Cuando ya no dependíamos de la metrópoli, la nueva Nación se enfrascó en la lucha por la independencia, los grupos dominantes encabezaron el proceso libertario y sus pobladores realizaron la gran tarea de conformar un espacio propio de crecimiento político y económico sobre las bases de una sociedad más indígena y mulata, herencia indiscutible de la época de la Colonia.

En ese camino hacia la definición real y concreta de un territorio mayor, aparecen los grupos que habían acrecentado su poder económico y político a través de la interconexión de todo el corredor occidental: desde la Alta California hasta Guadalajara, haciendo uso de caminos terrestres y salidas al mar como Guaymas, Topolobampo, Altata y Mazatlán. 

El reacomodo de intereses no se hizo esperar. El proceso de Independencia fue un trámite en la definición de un espacio más integrado hacia sus representantes: las oligarquías regionales. En el nuevo estado de cosas estos grupos privilegiados, para cohesionarse y mostrar su poder, necesitaron de la ciudad no sólo para saberse poderosos e importantes sino también para que otros los reconocieran como tales.

La villa de San Miguel de Culiacán

La definición del espacio urbano culiacanense partió de los primeros trazos y la libertad recién adquirida en 1810, permitió que el asentamiento urbano prosperara; el crecimiento en la ciudad fue palpable. Culiacán aumentó en población, el casco original fue rebasado por el flujo de individuos que se ocuparían en alguna actividad propia de la ciudad; para esas fechas se definía hacia el concepto de ciudad preindustrial. Los grupos activos empiezan a edificar lugares o sitios propios que les son necesarios.

La élite buscó asentarse en los mejores lugares: los Martínez de Castro, Fernández Rojo, De la Vega, Bátiz, Zayas, Verdugo, López de Siqueiros, Gaxiola, Rábago, Díez-Martínez y otros. Éstos habitaban la llamada zona alta, frente a la plaza mayor, para dar mayor valor a la imagen de poder, porque “…la arquitectura dominante es la arquitectura de la clase dominante…”.

Como clase social cohesionaba y definida no está dispuesta a que otros traspasen la demarcación social. Las formas exteriores de estas edificaciones eran los revestimientos del poder. Fueron diseñadas para poner de relieve sus recursos y el prestigio de la élite culiacanense. La apariencia de la Iglesia es más sólida, amplia, con un San Miguel Arcángel vigilante; y muestra al clero como miembro importante del poder político y social en la región.

Es la época en Culiacán en que había que definir “quién es quién”, forjar una forma de vida y una cultura propia de su posición. Esto llevó a la ciudad a la segregación residencial, es decir, en barrios o sitios propios de su jerarquía, de acuerdo a su estatus de respeto y privilegio para sí mismos y sus descendientes.

Las familias se inclinaron hacia el lado oeste para fincar sus residencias; por lo mismo, se le consideró una zona urbanizada. Una mirada a las formas de casas habitación de aquella época nos ilustra al respecto: casas de patio con pórtico, con patio central o con doble patio y patio lateral representaban su lugar en la diversificación social. Como la calle no correspondía a sus lugares privados, entonces, la élite recrea al interior de sus casas esa privacidad que le confiere el poder económico.

Éstas eran residencias equipadas materialmente para hacerlas confortables físicamente, vivían rodeados de una profusión de objetos sólidos decorados y grandes traídos ex profeso de Europa y Estados Unidos, ya que algunas de las familias de mayor alcurnia, como los De la Vega y Rábago, estudiaron en el viejo continente.

Sobre las formas arquitectónicas de las viviendas, diremos que son un indicador de la pertenencia social: representantes políticos locales o nacionales, comerciantes mayoristas, propietarios de grandes extensiones de tierra de cultivo y alto clero serían los miembros más destacados de la clase dominante, y por lo mismo habitantes distinguidos de Culiacán.

El resto de la pirámide social sería la clase que siempre aspira a ascender: las llamadas profesiones libres: empleados, administradores asalariados y los que tenían una educación formal: médicos, abogados, ingenieros, entre otros. Aunque para Culiacán es una franja muy delgada, que inclusive lograba borrar la línea divisoria entre ambas clases sociales.

Al final de la pirámide se encontraba la clase social más baja y numerosa, donde sus miembros anónimos, insignificantes, se repartían en los lugares fuera del trazo original, en las calles principales de la ciudad, en los límites del asentamiento humano; son en su mayoría trabajadores manuales y de servicios.

Los grupos sociales compartían espacios colectivos, como la plaza principal que es un polo de atracción de la población y lugar de representación de la vida cotidiana, del clero y el poder civil. Forman, junto con el mercado, un lugar fijo; además, se localizan los llamados espacios verdes, calles, plazas, huertas y las márgenes del río.

En 1810, la contienda política que vivió Culiacán se reflejó en el cambio de poderes, la lucha por dominar los flujos económicos llevó a las principales familias culiacanenses a destacar como centro urbano. Los nuevos aires en el panorama nacional modificaron las líneas urbanas de Culiacán, la continuidad de ciertos trazos mostraron a un Culiacán deseoso de conservar el liderazgo económico y político en las siguientes décadas.

La población de la villa de San Miguel de Culiacán, durante los primeros años de vida independiente, mostraba una misma línea que la había caracterizado: indios y mulatos eran una mayoría, frente a los españoles que se conservaban como un grupo selecto que dominaba la política.

Las referencias con las cuales se muestra esta línea conducente hacían una sociedad propia de la época, serían los bautizos registrados en los archivos parroquiales, que como mudos testigos del entorno social nos clarifican qué tipo de sociedad era la culiacanense en esos años de importantes cambios en lo político.