Buscarle tres pies al gato o mutilarlo: Grimmelshausen y su Simplicius interior
Melissa Cerrillo
―¡No hay diablo en los infiernos que se llame Simplicissimus!
Yo le repliqué: ―No creo que haya nadie que se llame Eusebio.
H. J. Ch. von Grimmelshausen
Érase un niño que quería ser cazador
Si alguien conoció a la perfección lo que fue la Guerra de los Treinta Años, ése fue Grimmelshausen.[1] La infancia y juventud del que sería el mayor representante del barroco alemán estuvieron repletas de mosquetes y pinos. Siendo hijo de un panadero, Grimmelshausen, desde que era un niño tendría dos influencias que se reflejarían a lo largo de vida y obra: en primer lugar, el estudio con los monjes franciscanos, quienes le brindarían conocimientos de latín y de religión; y en segundo lugar, la presencia del campamento español del general Spínola en Gelnhausen, familiarizaría al pequeño Grimmelshausen con la cultura española y los pícaros.
Como cualquier niño alemán de esa época, tal vez un poco inconforme con su vida diaria y con ansias infantiles de vivir una aventura, la vida de Grimmelshausen no estaría excluida de la guerra. Cuando él sólo tenía quince años, su aldea natal, Gelnhausen, fue quemada y destruida, y él tuvo que verse en la necesidad de huir a la fortaleza de Hanau, la cual dirigía el coronel Ramsay, quien más tarde sería retomado como personaje. Después de una corta estancia en Hanau, el joven Grimmelshausen sería raptado por los croatas, y a partir de ahí empezaría una vida desordenada, en la que realizaría varios trabajos como bufón, pillo, mosquetero, secretario, entre otros. Su aventura, aunque por momentos no era lo que él esperaba, ya había empezado.
“La vida de Grimmelshausen ofrece la movilidad de sus novelas.”[2] Por lo tanto, los primeros datos sobre su vida temprana los presenta él mismo a través de Simplicius Simplicissimus,[3] una novela con un estilo extranjero (muy popular entre los escritores del barroco alemán) y difícil de clasificar ya que posee una mezcla de autobiografía, ficción, picaresca, aventura, crónica de guerra, e incluso didáctica[4].
El personaje principal, Simplicius Simplicissimus, alter ego de Grimmelshausen, será el medio por el cual él modificará su realidad, porque cuando ésta no te satisface inventas otra; es decir, le buscas tres pies (patas) al gato, buscas algo en la realidad que no puede existir, alegres aventuras en la guerra y no miserables métodos para sobrevivir, y como (generalmente) los gatos en la realidad tienen cuatro patas, y no son lo que se quiere, se tiene que recurrir al acto de mutilación y cambiar la realidad al gusto.
Conozcan a Simplicius Simplicissimus
He aquí nuestro querido personaje, Simplicius, quien es, como lo dice su nombre, simple como un bebé: si tiene hambre, come; si se enamora de una mujer, va tras ella; si quiere saber qué secreto oculta una cabaña o un lago, va y lo descubre, y sobre todo, siempre se mantiene neutral en la guerra y en la religión. Si Simplicius pelea en la guerra es porque quiere, y si reza es porque tiene miedo o alguna otra emoción (lejana de la virtud espiritual) lo impulsa hacia la fe.
Muy parecida a la historia de Grimmelshausen, Simplicius nace y crece en la región del Spessart. En aquel lugar, las bases de su singular personalidad se formarían gracias al ermitaño, quien le daría el nombre de Simplicius y, además, le enseñaría a rezar, leer, escribir y dedicarle su vida al divino señor, Dios. Su ascética vida en el denso bosque convierte a nuestro protagonista en un ser extraño para la sociedad, sencillamente no encaja con ésta al principio de la historia. En Hanau le dan su irónico apellido Simplicissimus y lo convierten en bufón, después es raptado por los croatas (igual que el autor) y, con el inicio de su peregrinaje por Alemania y la desaparición de su ingenuidad, supera a todos convirtiéndose en el gran cazador de Soest.
En algún momento de la historia, Simplicius deja de lado la religiosidad con la que creció, hecho mencionado varias veces por Grimmelshausen pero de una forma superficial. De esta manera, al olvidarse de Dios es que Simplicius llega a comprender y adoptar las costumbres de la sociedad y de las cortes. Al final, la redención llega a nuestro protagonista, regresa a la religión y abandona la vida de soldado, las ambiciones mundanas y vuelve a donde empezó: un ermitaño más en el bosque cuyo verdadero nombre era Melchor Sternfels von Fuchsheim, curiosamente uno de los pseudónimos usados por Grimmelshausen. ¿Coincidencia? claro que no.
Revueltos pero no juntos[5]
La vida de Grimmelshausen y la vida ficticia de Simplicius están irremediablemente unidas por sus similitudes y, a la vez, separadas por el simple hecho de que uno es un personaje y otro es el autor: “Grimmelshausen va a novelar o fabular un retazo de historia y un fragmento de su vida […] amalgama con enorme destreza poesía y realidad, historia verdadera e inventada”.[6] El carácter real de la historia sólo se puede deducir cuando se conoce la vida del autor. Bosques, guerra, y religión estarán presentes a lo largo de la novela y serán los triunfadores a modo de moraleja: no importan las aventuras que Fortuna acarrea porque la suerte que ésta lleva consigo es perecedera, el cazador de Soest no gozará de riqueza, juventud y fama por la eternidad, Simplicius algún día tendrá que regresar a donde pertenece, al bosque inundado de paz y de Dios.
La otra parte de la novela, su carácter ficticio, es fácil de suponer: la fina ascendencia de Simplicius y su cercano parentesco con el coronel Ramsay, las aventuras de nuestro protagonista como el cazador de Soest, las escenas de brujas, la aventura erótica en Francia, el descenso en el lago Mummel, la permanencia involuntaria de Simplicius en Rusia, entre otros sucesos que sólo parecen afectarlo físicamente, mas no de forma ideológica, ni siquiera la paternidad cambia su modus vivendi. Grimmelshausen agrega aventuras fantasiosas para que su alter ego no se aburra y le sea más soportable la guerra. Otra vez la realidad no ofrece algo mejor.
Pese a que están presentes en toda la novela de Grimmelshausen, tanto de forma ficticia y real, es curioso cómo los principales temas de la Alemania del siglo XVII, guerra y religión (ésta última la causa de la primera) son temas discriminados por el autor a través del protagonista, es una complicidad entre lo real y ficticio.
Grimmelshausen y Simplicius nunca revelan una opinión o preferencia hacia los imperialistas o católicos[7]: “[…] quiso saber si me apetecía o no volver al lado de ellos [imperialistas]. Le contesté que me daba la mismo”[8] dice Simplicius cuando es atrapado por los suecos.
La guerra en la novela se considera como algo que forma parte de la vida, algo que no se puede remediar y que más vale aceptarlo para que sea más fácil ignorarlo. Aunque Grimmelshausen no exprese una opinión personal, él crea “[…] el mejor testimonio de la posguerra […] y, al mismo tiempo, de la situación anímica del hombre del barroco alemán”,[9] crea una imagen de la vida y de las clases sociales afectadas por la Guerra de los Treinta Años, demuestra que él no es el único inconforme. Sin embargo, no hay una idea de cambio en el hombre que vive la guerra, ni siquiera en Simplicius, él nunca anhela con ayudar a que un ejército por fin gane y se firme la paz en una bonita ceremonia, no, él quiere escapar a una inexistente Alemania feliz.
Mientras que la guerra se ve como algo común, la religión es algo que está y no está, Dios es omnipresente pero nunca sale de su escondite para castigar a los herejes, sean católicos o protestantes, por lo tanto, no es raro que por momentos Simplicius se olvide de su existencia. Los momentos más devotos de Simplicius se presentan al inicio y al final de la novela, cuando nuestro querido protagonista no es más que un simple ermitaño reducido a su justa proporción. Para Grimmelshausen Dios es perenne, y debe serlo, porque la causa de una guerra de tres décadas llena de inseguridad, escasez y hambruna no puede ser una guerra de intereses mundanos, no, debe ser algo que está más allá de nosotros.
Grimmelshausen le enseña a su Simplicius que por muy amargas que sean las experiencias de la vida, todas tienen un sólo propósito, purificar el alma. Es al inicio y al final de la novela, cuando el alma de Simplicius es más pura: primero, por el total desconocimiento del mundo menos de Dios y, al final, por el conocimiento de todo pero con la firme decisión de ignorarlo todo menos a Dios.
¿Quién es el pícaro aquí?
Una ventaja del género picaresco, es precisamente que la historia puede seguir, y la historia de Simplicius no fue la excepción, “el éxito de la obra lo llevó [Grimmelshausen] a continuarla en los llamados escritos simplicianos.”[10] que tratan sobre otros personajes picarescos muy cercanos a la historia de Simplicius y a la guerra. Por eso si algún género tiene que prevalecer sobre los otros es el de la picaresca, y dentro de éste está incluido el relato autobiográfico.
Nuestro querido protagonista, Simplicius, cumple con las características del pícaro, con algunos ligeros cambios, lo cual lo convierte en un personaje más peculiar. Se supone que un pícaro es de una escala social baja, una víctima de la sociedad y la economía; en cambio, Grimmelshausen, a través de la voz de otros personajes, envía indicios de que Simplicius es más que un hijo de campesino; sin embargo, él siempre vivirá como tal. Otra característica especial de Simplicius es su alto nivel de conocimientos adquiridos, en un principio, con el ermitaño y sus libros. Grimmelshausen demuestra sus conocimientos de latín y los hereda a su alter ego.
El pícaro de la novela es Simplicius, pero, detrás de él está Grimmelshausen, quien es un pícaro de la vida real, y que, como buen pícaro, está inconforme con su realidad: la guerra perdió su sentido hace veintinueve años, si no quieres comer cortezas de pino tienes que robar, los actos de fe con chicharos están sobrevalorados y sólo a los guapos los invitan a una orgía en la montaña de Venus.
Simplicius vive en Grimmelshausen, y éste último necesita de Simplicius para quejarse, entretenerse, distraerse y enseñar lo que fue y pudo haber sido de su vida (en un universo paralelo, claro), Grimmelshausen necesita de su Simplicius interior para dejar de buscarle tres pies al gato, dejar de esperar algo de la vida y mutilarla a su gusto.
[1] Hans Jacob Christoffel von Grimmelshausen nació en 1621 ó 1622 y murió en 1676. Nació en la villa de Gelnhausen en la ruta entre Frankfurt y Leipzig, al comienzo de la Guerra de los Treinta Años (1618-1648).
[2] Rodolfo E. Modern, Historia de la literatura alemana, FCE, México, 1995, p. 113
[3] La novela aparece en 1668 con fecha de 1669 en: H. J. Ch. Von Grimmleshausen, Simplicius Simplicissimus, Rei, México, 1988, p. 22.
[4] Manuel José González, “Introducción”, en H. J. Ch. Von Grimmleshausen, op. cit., p. 10.
[5] El dicho original es: “Juntos pero no revueltos”, cambié el orden porque la vida de Grimmelshausen y la de Simplicus están revueltas en la novela, pero separadas por la realidad y la ficción.
[6], Manuel José González, op. cit., p. 32
[7] Principales ejércitos que dividían Alemania en la guerra de los Treinta Años.
[8] H. J. Ch. Von Grimmleshausen, op. cit., p. 285.
[9] Rodolfo E. Modern, op. cit., p. 112.
[10] Ibid., p. 113.