VIBORERO
Ésta es probablemente la novela más juvenil jamás escrita por un anciano, el más perfecto ejemplo de la ironía que caracteriza buena parte de la obra de Thomas Mann, quien se sitúa aquí en la estela de Cervantes y Stendhal para ofrecernos la que sin duda es la novela picaresca más importante del siglo XX. Parodiando las novelas de aprendizaje, tan arraigadas en la tradición literaria alemana, estas “confesiones” nos conducen por todas las etapas de una vida cuyo propósito explícito es convertirse en una obra de arte. A tenor de esta concepción estética de la vida, las trampas, los robos y las imposturas acaban no sólo por justificarse, sino incluso por constituir un estilo de vida de moralidad irreprochable.
Thomas Mann (1875-1955), sin duda uno de los autores más señeros de la literatura alemana de todos los tiempos, escribió entre otras obras, Los Buddenbrook (1900), Tonio Kröger (1903), La montaña mágica (1924) y un buen número de relatos recogidos en Cuentos completos (Edhasa, 2010)
C
A Lemebel le ponen sitio las miradas (las lecturas) de la admiración, el morbo, el regocijo de los ‘turistas de lo inconveniente’, la extrañeza, la solidaridad, la normalidad de los que están al tanto de la globalización cultural, ésa que para los gays se inició dramáticamente con los juicios de Oscar Wilde en 1895 y jubilosa y organizativamente con la revuelta de Stonewell en 1969.
“En cada uno de sus textos, el escritor se arriesga en el filo de la navaja entre el exceso gratuito y la cursilería y la genuina prosa poética y el exceso necesario. Sale indemne porque su oído literario es de primer orden, y porque su barroquismo se desprende orgánicamente del punto de vista del otro, de la sensibilidad que atestigua las realidades sobre las que no le habían permitido opciones o juicios.
Carlos Monsiváis