Fluviales rotas y evaporadas. De un Hölderlin liberado
Isaac Zepeda
Yo no sé si esto es una historia que parece cuento
o un cuento que parece historia; lo que puedo
decir es que en su fondo hay una verdad, una
verdad muy triste…
Adolfo Bécquer, Un rayo de luna
Scardanelli
Vemos a un hombre sentado a la mitad de su habitación, apacible y mirando hacia la ventana, mientras la iluminación nos indica el paso del tiempo, las cuatro estaciones del año en un time-lapse[1] que se repite treinta y siete ciclos. Es un poeta, firma como Scardanelli, también así dice llamarse a las visitas curiosas, se dirige a ellos llamándolos Majestad, Santidad o Barón. A veces toca el piano, aunque no con la gracia y cordura de su juventud, las uñas largas y un estar soltando palabras, verborragia para sí, una que otra salida a pasear por el bosque, es lo que le ha quedado. Así pasó Hölderlin la mitad de su vida, la última, cantando a las estaciones, loco decían.
De poetas y locos, no queda de otra. La locura es una cuestión interesante. Pero hablamos de la locura poetizada con aires de iluminación divina, la locura de lejos. La locura sin cuerpo. No la locura del “Pollo” al que se le caen los pantalones. La locura como idea(l). Ver de lejos el paisaje.
Condiciones para la locura y jaloneos
A Hölderlin le da la bienvenida al mundo la muerte, de su padre a los dos años, de su padrastro a los nueve. Así el estudio y la academia lo reciben luego, le gusta, es bueno en el ámbito intelectual, para lo que se pensaba iba a ser su vocación de teólogo, hasta firmado en un contrato estaba[2]. Pero la poesía ya lo había desviado, ya se la había metido y no la iba a dejar. Lo inspira la Revolución Francesa que estaba al otro lado del Rin, se refleja en sus tempranos poemas la vitalidad revolucionaria, sin embargo muy lejana para él, sin muertes, ni sangre la ve. Poseedor de un ánimo frágil, perturbable, no le irá muy bien al rechazar su futuro como pastor para dedicarse a la enseñanza particular. Ahí empieza la decadencia, la vida fuera de las aulas. Eso sí conoció el amor, en su ya casada Diotima. Si se puede hablar de juventud en Hölderlin fue esta.
La infancia es muy frágil y tan peligroso el mundo. Vi como un niño era jaloneado por sus padres, cada uno tiraba de un brazo, peleaban por llevárselo. El niño miraba a uno y a otro, entre gritos y saliva, se me ocurrió que estaba pensando con cuál irse, cuál era la mejor salida. Algo parecido, aunque menos triste, es lo que le pasa Hölderlin, sólo que él se ve jaloneado por más brazos y más fuertes, se inclina por unos y por otros sin tampoco soltarlos él, y terminan más que llevándoselo, cargándolo. Brazos que son los de la filosofía y la poesía, el neoclasicismo y el romanticismo, Antigüedad clásica y su actualidad, la patria y el extranjero, locura y razón.
Está en medio y no sé hasta qué punto es ésa una situación incómoda. Pero si no se tiene un lugar definido entiendo que se ha de buscar uno, tal vez no en el extremo, pero tranquilo y acogedor al lado del camino, desde el cuál decir “Ahí va ese”. Y es lo que hace Hölderlin, buscar, vagar, ir viendo dónde se queda. Pero a unos se les da y a otros no. Otros simplemente están condenados a moverse, o su lugar está más lejos o más cerca de lo que se piensa o se puede ver.
(Ah sí, del niño que les decía, terminaron por arrancarle los brazos, mucha sangre, un silencio. Bueno no, pero tal vez fue lo mejor que pudo haber pasado.)
Los caminos de la vida…
“Alegre se apresura el caminante por oscuros bosques, / Por desiertos que el calor abrasa, / Cuando divisa en la lejanía los afortunados campos, / Donde florecen tranquilidad y paz.”[3] Es ésta la primera voz que del poeta se conserva. Ya aquí se expresa uno de sus temas, una constante en su poesía: el camino y el viajero, que luego viene a ser él. Se puede notar el carácter de progreso que viene en este fragmento, del proceso y a lo que se va llegar.
El camino es una figura con gran presencia en la poesía y vida de Hölderlin, estas dos se ven influenciadas recíprocamente, vive la poesía y en su canto habla de lo vivido aunque le pone otro nombre. Y es que él gustaba de hacer algunos de sus viajes, que no eran pocos, a pie[4], sin duda es una rica experiencia de contemplación, en la que hay además un cambio, pues después de un viaje, así se termine en el mismo lugar no se es el mismo. Se dice que una vez llegó hasta Francia caminando, pasó algunos días ahí de los que nada se sabe, y es durante este tiempo que se vino a desencadenar su locura.
Transitar por donde se pueda, por todas partes. Ir de un lado a otro y volver. En el poema, en el campo, en las ideas, en el espíritu y el dolor. Se adentra por todos los caminos que se le ofrecen. Se nota en su producción literaria: donde recorre la poesía, novela, tragedia, algo de ensayo, su amplia producción epistolar y hasta su fracasado intento de revista. Sin mencionar los subgéneros poéticos.
Luego están los ríos que le causan gran impresión, y que su vez son caminos ya trazados, no libres “…oía durante días / el lamento del joven cautivo, que imploraba su liberación… /…Era el lamento del más noble de los ríos, / el Rin, nacido libre”[5]. Pero a la vez ya no tienen que preocuparse por un lugar, por un destino al que llegar, aunque atrapados gozan de tranquilidad. No cómo Hölderlin y sus deseos “¡Cuántos países de esta tierra de los vivos querrías tu ver! / A menudo, mi corazón se vuela más allá / de las montañas, y mis anhelos más allá de los mares”[6], él se sabe con posibilidad de moverse de ir más allá, lo hace, pero tiene que volver, porque su vida no es un flujo constante, el tiempo sí lo ha de determinar.
Llegar a dónde
Ahora puesto que el camino nos lleva a un lugar, tenemos un objetivo ya sea inmediato o lejano, ya en un plano terrenal o espiritual. Reconozco dos puntos de llagada en la poesía de Hölderlin: la patria y lo divino. También aspira a la armonía de la humanidad, pero respecto a esto no tiene un papel más que de esperanza, espera que suceda, lo ve venir con la Revolución Francesa, ya luego se decepciona.
En su poema Al Éter habla de cómo todo en la naturaleza tiende a ir hacia lo “¡Divino! ¿No te busca con sus ojos la planta? / ¿No te tiende sus tímidos brazos la maleza? / Para unírsete, la semilla cautiva rompe su vaina”[7]. Al Éter lo identifica con el Padre creador, sólo se me ocurre que es por eso de que llena todos los espacios, pero se puede entender la idea. Lo curioso es la decepción en la que cae luego debido a su condición de hombre, en el mismo poema, versos más adelante: “Nosotros, insensatos, damos vueltas en vano / por la tierra… …vagamos por los caminos, / con el deseo incesante de entrar en tus jardines”[8]. La vagancia es el camino sin un fin, sólo andar, ya ni si quiera contemplar. El hombre ha olvidado a los dioses, y ellos se han alejado, siguen ahí pero ya no hacen caso. A menudo Hölderlin recuerda esta separación.
Ahora en su andar por el mundo el poeta cae en la cuenta de que siempre termina volviendo a la patria, y no con desprecio, si no con gusto y orgullo de verla mejor que la desolación del desierto. Esto se recoge en varios de sus poemas, La Germania y Regreso a la patria deben ser los referentes. Sin embargo aun estando en la tierra natal hay una imposibilidad, de permanecer quieto, de aceptar o merecer la existencia del hombre común, “Si yo pudiera tolerar la servidumbre, nunca envidiaría al bosque, / y me plagaría sin esfuerzo alguno a la vida común de los hombres”[9]. Tal vez suene aquí algo pedante, pero escuchémoslo desde la imposibilidad de unirse a esos hombres, un lamento que se repetirá en otros poemas.
Ahora tenemos que se le imposibilita a Hölderlin llegar al final de estos caminos. El de la patria parece el más accesible, pero habría que llevarlo a otro nivel, salir de ese círculo de siempre ir y volver. La respuesta la veo en el corto poema El arco y la vida:
Mi espíritu tendía hacia los cielos, mas el amor
pronto lo hizo descender y ahora, las penas lo doblegan.
Así voy recorriendo los caminos de la vida
y acabo por volver al punto de partida.[10]
El último verso me parece fundamental, porque no dice volver a la patria, si no a algo más allá. ¿Y qué es la patria primigenia para el hombre? El yo. Irse al centro de uno mismo. Consumirse y quedar en contemplación, de las estaciones una tras otra, tranquilamente al lado del río Neckar, me parece una buena meta y si no estuviera ya tan viciado la seguía. De esta manera es que Hölderlin se queda consigo mismo, en la locura, hablándose. Ha llegado a establecerse al lado de la vorágine de la vida. Lo logra a la mitad de su existencia, me parece que ha tenido un éxito impresionante, hombres mueren y no llegan a nada.
A donde se ha ido no hay muerte. No hay fin sino pura continuidad. Hölderlin se fue a aquel espacio reino del Éter y Scardanelli es el cuerpo condenado que se quedó. Con cierta saña y burla me parece que nombra a aquellos que lo visitan Majestad, que a través de la expresión fácil y humilde de un título alto se invierte el valor inmediatamente, ya no hay humildad sino referencia de algo más grande todavía, si a ti te llamo así y a todos llamo así es porque es común. La humildad se convierte en entendimiento del sufrir de aquellos atrapados en el mundo, atados a sus valores y variantes.
La condena Scardanelli
La condena poética del daño, de que para ser poeta sea condición estar mal, estar jodido. Luego no poder ver los frutos de su obra, como le pasa totalmente a Hölderlin, que no vio su poesía publicada. No hay poeta que no esté dañado, no en tanto poeta sino en tanto hombre, en tanto humano. Y si no está dañado ¿Quién es? ¿es siquiera humano?. Entonces no es que nos gusten los dañados, es que así somos. Pero habría que ser menos esperanzados a que se nos va a satisfacer por mera caridad de la vida, porque si somos buenos y lo hacemos bien, algo nos ha de tocar. Me parece fue el error.
La poesía de Hölderlin es como un día nublado sin lluvia, sientes ya que te mojas y nada, las personas de la ciudad han desaparecido, tal vez esperando la lluvia en otro lado, esa condición de pasarle a cada uno las cosas, el polvo ya no amenaza y anda despacito por el suelo, que no lo vean. Es de día y no está oscuro ni triste .El sol está anunciado allá, pero donde tú estás hay unas nubes grises más que negras, tranquilas pero nubes. Esperanza de una señal de armonía. La poesía de Hölderlin es como el domingo pasado.
Termino:
I've been waiting for a guide to come and take me by the hand
Could these sensations make me feel the pleasures of a normal man? …
I've got the spirit, lose the feeling.
Joy Division, Disorder.
[1] Técnica fotográfica para mostrar fenómenos que se dan a velocidad muy lenta e imperceptible para el ojo humano, por ejemplo el abrirse de una flor. Consiste en el movimiento rápido de todo lo capturado.
[2] Anacleto Ferrer, Hölderlin, España, Síntesis, 2004, p. 12.
[3] Ferrer, op. cit., p. 42.
[4] Las referencias a esto están en el libro ya citado de Anacleto Ferrer, en Hölderlin y la esencia de la poesía de Martin Heidegger, así como en la correspondencia de Hölderlin.
[5] El Rin en Friedrich Hölderlin, Poesía completa, Ediciones 29, España, 1995, pp. 365-367.
[6] El Meno en Ibid., p. 141.
[7] Al Éter en Hölderlin, op. cit., p. 69.
[8] Ibid., pp. 71-73.
[9] Los Robles en Hölderlin, op. cit., p. 67.
[10] Hölderlin, op. cit., p. 87.