martes. 24.06.2025
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Blues para una tarde lluviosa

Juan Carlos Mares Páez

Blues para una tarde lluviosa

Para Alejandro García

Qué me queda de la vida; retazos de fotografías, voces, neblinas
acaso una nota de aliento extraviada en la pizarra de los suicidas
un abrazo que no llega  a  las  siete treinta de la tarde en la plaza saturada de  mis desencuentros y llovizna
en el hoy que se disipa en las teclas de las desesperación
en esta ciudad indolente, porque ¿Cuántos de tus ángeles han volado hacia la nada?
Cuántos de ellos, con incipientes alas, duermen en cajas de cartón a la espera tibia del recuerdo de alguien, del abrazo de alguien
Cuántos de ellos se preparan a esta hora, no para la gloria del Señor
sino para su vivir cotidiano por los pavimentos, las aceras, las esquinas y su dormir bajo techos imaginarios
¿Qué es el aquí ?
Ciudad tumba, ciudad alegría, plazas grises, lluvias grises
papeles multicolores volando, ojos volando, caricias a destiempo volando
Ciudad   dulce y  de la recompensa ocasional, déjame la triste
nota  “FELICIDAD” de un instante clavada con alfileres a mi espalda para mirarte distinta, para seguir esperando la caricia más antigua en esta tarde y no reiterar mi queja inútil
Por tus ángeles sin tiempo, con su algarabía de sobrevivientes impregnando con sus manos  los muros suntuosos de las iglesias, el mármol de tus escasos monumentos, el bronce de tus héroes
Por tus ángeles arropados en la benevolencia de la lluvia, de la luz artificial que los ilumina y me los devuelve reales,
aposentados por doquier
adheridos a estas horas donde un dolor punzante me recuerda al ángel que
veo dormir noche a noche en la acera norte del desamparo
cuando a las ocho de la noche comienza el ritual de preparar su casa en plena calle con la cobija del olvido
Con el color cotidiano de la indiferencia
con ese  reconocerme que me hiere, cuando  me ve pasar con su mirada en lejanía y atisbo en su ojos el olvido brutal de ciudad, y me fustiga y lastima y sólo acierto a nombrarlo en esta tinta diluida por las horas
como un reflejo del vivir y de las ganas de olvidar
a tus ángeles en este a veces remedo de paraíso,
en este aquí que les flagela
en esta triste ciudad de mis desencuentros y de mis querellas
en esta ciudad  a veces querida con algunos  poetas perdidos en sus tramposas  palabras
cautivos en su jaula de  imágenes forzadas
en los recovecos de la voz
de las voces en soledad
que van y vienen en las afueras de las puertas con arcoíris imaginarios
en las glorietas envueltas con el cemento nocturno de la apatía
en los oídos sordos a toda ternura que pululan noche a noche en tu  calle Miguel Alemán
en tu famoso malecón de ciudad sin mar
y sin faro para orientar las nostalgias diluidas en las manos bajo esta lluvia
Por eso quizás estas ganas de no vivir,
de olvidar a tus ángeles y morirse en tus otoños de una buena vez
de hacer tangible la voz de José Alfredo
 y decir que aquí la vida no vale nada
porque tal vez sólo vale  la pena vivirla en el aquí que me chinga y lacera y  me hace llorar bajo esta lluvia,
en esta tarde-noche donde pongo a bailar danzón a mis demonios en el atrio del templo Expiatorio
donde mis palabras agonizan
y se desdibujan entre el agua fría de la desesperanza, todo parece inútil
y sólo este blues repara las alegrías que se desperdigan
las emociones que fluyen y se desatan en la plaza de mis desencuentros
en esta amada ciudad donde mi vida se detiene y tal vez se atreva a continuar.