viernes. 19.04.2024
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ENTREVISTA A JOSÉ ANTONIO BANDA, GANADOR DEL PREMIO NACIONAL DE POESÍA SONORA 2014

Poeta desde una fonda universitaria

Jaime Panqueva

Poeta desde una fonda universitaria

En ocasiones resulta difícil ser poeta en Irapuato, dice José Antonio Banda, y también a veces no es sencillo entrevistarlos con calma en esta ciudad. En una quesadillería local, arropados del frío por un café de olla, nos encontramos una mañana en las inmediaciones de la Universidad donde imparte clases para conversar en torno a su poemario ganador de los Juegos Trigales del Valle del Yaqui, Río Interior.

José Antonio, de estirpe irapuatense, nació en Coatzacoalcos, Veracruz. Curiosamente, hace énfasis en la fecha “un domingo, 28 de noviembre”, y confiesa que escribe su poesía muchas veces por circunstancia, otras porque persigue una imagen o una idea en particular. Entonces, escribe el poema cuando tiene papel y lápiz. A veces emplea la computadora, pero le gusta más trazarlo en papel.

¿Cómo recibiste la noticia sobre el premio?

Me parece muy simbólico haber recibido la noticia en la Biblioteca Octavio Paz, porque es un poeta que admiro mucho. Me encontraba pidiendo un material bibliográfico cuando llamaron de Cajeme. Me quedé en blanco cuando me preguntaron si había mandado un poemario a Sonora, no sabía que responder, hasta que del otro lado me recordaron mi pseudónimo, un verso de García Lorca, y en ese momento pude decir: sí, fui yo. Una felicidad enorme.

¿Cómo eliges tus temas?

Elijo los temas que me obsesionan: la muerte, la soledad, y la nostalgia, con esta última me refiero a las acciones que nos respaldan, las que nos hacen ser lo que somos, lo que se ha perdido en el tiempo.

Justamente, el jurado del Premio Nacional de Poesía Sonora 2014 en su veredicto se refiere a tu poesía como “una rica construcción de imaginarios emocionales, en donde están presentes la nostalgia y la interiorización de los afectos”, que a su vez es posible rastrear también en tu anterior libro Teoría de la desolación. ¿Ha habido algún cambio de tu anterior poemario a este recientemente galardonado?

Sí, los poemas de Teoría fueron muy intuitivos y muy circunstanciales, con una técnica de versificación muy básica. Cuando empecé a escribir los primeros poemas de Río Interior, no sabía muy bien hacia dónde iba el asunto, pero sabía muy bien que necesitaba cambiar el esquema formal, hacer un tratamiento distinto a lo hecho en el libro anterior. En este caso tenía que ser un poema con un ritmo muy definido, tenía que acentuar las sílabas de forma armónica, de manera que no hubiera asonancias molestas al oído. Otra meta fue que cada poema debía estar conformado por versículos, no quería que fueran poemas de versos cortos. Buscaba el poema de largo aliento para asumir una perspectiva donde el yo se ve reflejado en la ciudad. La estructura básica que subyace en muchos de los textos es una donde el yo mira a través de una ventana y reconoce lo que hay detrás de ella, se proyecta, y al mismo tiempo sabe que en su mirada está plasmada su visión del mundo. El poema surge de la comunión entre la visión interior y exterior de ese yo.

¿Cómo está estructurado el poemario?

Está estructurado en tres partes. En la última los poemas son de un aire más filosófico, porque en ellos se problematiza el tema de la soledad. En los primeros creo que la fuerza lírica es mayor, porque son más biográficos y más amables para el lector. El poema que abre el libro, por ejemplo, trata de una historia que me contó mi padre. Dice él que mi abuelo lo levantó en la madrugada para ver un cometa. Cuando me lo contó, pensé que también yo vería un cometa similar, el ISON o cometa del siglo como lo nombraban a finales del año pasado; pensaba mirarlo rayando el mismo espacio sideral, en una madrugada igual a la que mi padre miró en su juventud, y dentro de los mismos ciclos cósmicos en donde todo sería quizás invariable, sin embargo, también pensé, sólo la subjetividad del espectador hace distinto un mismo hecho, lo hace particular, y entonces escribí el poema y lo coloqué en el inicio del libro como una invitación a la lectura de todo lo demás.

Sobre los textos que incluyes en la parte final del libro, vi que no están escritos en verso y hacen parte también de esa corriente del río que da nombre al poemario. ¿Hubo alguna razón particular para este cambio?

Esos poemas estaban escritos originalmente en verso, pero al buscar una gradación de la voz para que ésta no fuera monótona, decidí cambiar el esquema formal de los poemas, migrarlos del verso a la prosa. Este cambio lo hice recordando el poema Espacio de Juan Ramón Jiménez, que originalmente era un poema muy largo escrito en verso. Cuando uno transforma un poema hecho en verso a otro en prosa, uno se da cuenta que hay cosas que sobran; sabes que pusiste versos solamente para llenar un espacio rítmico y te encuentras con algunas palabras que en prosa no funcionan. Así que debes sacrificar esos versos que solo roban espacio lírico y compactar el trabajo. Creo que esa audacia funcionó.

Particularmente en Río Interior ¿cuál era el concepto que deseabas transmitir al lector?

En mi caso casi siempre todo es muy intuitivo, pero en este trabajo, sin querer sonar pedante, tenía más conciencia de lo que quería hacer. Quise iniciar con un yo que observa la ciudad en ruinas y que en esa mirada, de alguna manera, se observa a sí mismo en ruinas. Debido a ciertas circunstancias biográficas, pero también atmosféricas, pensé que la escritura debía abordar el tema de las ruinas, de la decadencia que trae el tiempo y de la posibilidad de afrontar ese mundo decadente. Quise escribir un reconocimiento de la vida después de afrontar el dolor. Ahora mismo recuerdo un verso de Rosario Castellanos donde Dido, en el Hades, se lamenta porque Eneas no la reconoce. El verso dice: “porque sólo el dolor me ha hecho eterna”. Es decir, solamente el dolor nos hace humanos y esa humanización nos eterniza.

Es un tema clásico, la anagnórisis del héroe después de la caída...

Sí, es una especie de reconocimiento aunque no tan trágico como en otros trabajos posteriores que estoy realizando, pero, vuelvo a ello, la anagnórisis es la base de estos poemas.

En Río Interior hay también un poema sobre tus años en el ITESI (Instituto Tecnológico Superior de Irapuato)...

El ITESI fue un paso académicamente muy bueno. Ahí estudié ingeniería. Sin embargo, la ingeniería nunca ha llenado un espacio emocional en mi vida, quizás sea un defecto de carácter, aunque no sé cómo llamar a esa sensación emotiva. El poema que mencionas es un ajuste de cuentas con ese pasado. Me dio algo de pudor escribir algo así, pero vi que Góngora y Quevedo hacían muchos ajustes de cuentas, y decidí hacerlo. También tuve pudor al colocar en uno de los poemas una frase de mi amigo Alejandro Palizada, pero recordé que Lorca, en Poeta en Nueva York, también citaba a sus amigos, unos muchachos veinteañeros en ese entonces. A lo mejor es muy vanidoso decirlo, pero si ellos pudieron yo también puedo hacerlo.

¿Con quiénes de tu generación te sientes más identificado en la poesía mexicana contemporánea?

Estoy a gusto con poetas que elaboran un discurso sólido que tiende a privilegiar la emoción. Estoy explorando de todo modos en otras voces donde el discurso se desestabiliza, donde se buscan exploraciones menos clásicas. De mi generación conozco poco, pero me gusta Ansiado norte de Dalí Corona, creo que algo de esos poemas entró en mi trabajo. También me siento a gusto con los poemas de Álvaro Solís. He leído algunos otros poetas, como Balam Rodrigo, que me gustan por su tratamiento del lenguaje pero apenas me estoy familiarizado con esos discursos.

Al ver el panorama nacional, ¿Cómo se siente un poeta en estos momentos de ruinas?

Mis poemas son una celebración a la vida, aunque en sentido inverso, por así decirlo. Cuando empecé a escribirlos percibí en el país una decadencia moral y económica; por la vulgaridad de las votaciones, el espectáculo atroz de la banalización de la vida política y religiosa. Todo eso como una suerte de pivote para la desolación. “Si no podemos cantar a los triunfos, lo haremos a nuestra desesperación”, dice Henry Thoreau. Yo creo que hoy somos esa clase de hombres siempre a la expectativa, mirando cómo el país se va al carajo. Como en Conversación en la catedral, de Vargas Llosa, a veces nos preguntarnos en qué momento se jodió México. De primera intención no conocemos la respuesta. Bueno, vamos a escribir a ver si la hallamos.

¿Es difícil ser poeta en Irapuato?

A veces, por la falta de espacios para la lectura. Hace falta una biblioteca grande con un buen acervo y sobre todo que sea silenciosa para meditar en lo que se lee. Es difícil, pero he encontrado algunos espacios y amistades que han sido como un oasis. Me refiero de nuevo a esos amigos que han sido invaluables para mí por el diálogo que hemos podido entablar alrededor de la literatura.

¿En qué lugar nace la nostalgia irapuatense?

En la casa de mi abuelo materno, ahí adquirí mi educación sentimental y gran parte del imaginario en el que ahora me sostengo. Las jacarandas, las flores, los sembradíos de trigo y maíz, las vacas y los cerdos. Sentía una fascinación al llegar a casa de mis abuelos, porque había en ella muchos árboles, algunas jacarandas y pirules, dos palmas, y un pozo donde extraían agua para la siembra. Los primos eran muchos. Hoy somos cerca de 32. De mi edad había unos 10. Mi abuelo era un hombre extraordinario, que le gustaba trabajar la tierra, tomaba en renta tierras en esta zona de la ciudad donde ahora conversamos, sembraba alfalfa. Se entristeció cuando tuvo que vender sus tierras. En él conocí a un hombre con mucha entereza moral y muy dado a la familia. La protegía mucho y buscaba que siempre estuviera unida. Eso me ha marcado mucho. Algunos poemas tratan de recuperar esa imagen suya. Mi abuelo falleció cuando yo estaba haciendo mi postgrado en España, y me costó mucho trabajo despedirlo en la distancia.

Respuestas rápidas:

Un poema: Piedra de sol

Una novela favorita: La insoportable levedad del ser

Un héroe de la independencia: Francisco Xavier Mina

Un político mexicano: Ahora mismo pienso no existe la política en México.

Un irapuatense: No es irapuatense, pero vivió mucho tiempo aquí, Fernando Robles Femat.

¿Con cual te quedas?

¿Paz o Gamoneda? (Duda) Paz

¿Cortázar o Borges? Cortázar

¿Cuarón o del Toro? Cuarón

¿Futbol o Beisbol? Futbol

¿La Gaviota o Sasha Montenegro? Sasha Montenegro, tenía un no sé qué que queda balbuciendo.

¿Peña Nieto o Calderón? Está muy difícil, me voy por una tercera vía.

José Antonio Banda (Coatzacoalcos, 1982) Ha hecho estudios de ingeniería tanto en el país como en el extranjero. Realizó una maestría en Literatura Hispanoamericana en la Universidad de Guanajuato. Forma parte del Colectivo Plataforma, grupo dedicado a la promoción y el fomento cultural en la región del bajío. Poemas suyos han aparecido en diversas revistas electrónicas de México y España. Miembro de la Red de Arte Joven de la Comunidad de Madrid durante los ciclos 2007 y 2008. Ha publicado, asimismo, los libros de poesía Cuaderno en ruinas (Plataforma, 2011) Teoría de la desolación (Azafrán y Cinabrio, 2012), y El pozo abierto (Cartonera La Cecilia, 2014). En el 2013 obtuvo la beca para jóvenes creadores por parte del Instituto Estatal de la Cultura del Estado de Guanajuato. Recientemente obtuvo el Premio Nacional de Poesía “Bernardo Delgado de León” 2014, del estado de Sonora. Ha participado en varios congresos de literatura a nivel nacional.