martes. 23.04.2024
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Steinitz, el ajedrecista que retó a Dios

Steinitz, el ajedrecista que retó a Dios

El primer campeón mundial de ajedrez, Wilhelm Steinitz, fue de una personalidad muy especial. Mientras que para sus contrincantes fue un tipo arrogante por su mal comportamiento cuando enfrentaba alguna partida, para esta disciplina dejó un importante legado.

Nació en 1836 en el gueto de Praga, ciudad que entonces pertenecía al imperio austriaco, en una modesta familia de comerciantes de ferretería, como el noveno de trece hijos, aunque cuatro hermanos pequeños murieron en la infancia. Después de finalizar los estudios secundarios marchó a Viena para estudiar ingeniería en la Escuela Politécnica Superior. Ésta era en aquel momento una ciudad con gran tradición y actividad ajedrecística y Steinitz pronto se interesó en el juego, que había aprendido con su padre. Sus progresos fueron rápidos, y dado que ganaba buen dinero apostando en los cafés, abandonó sus estudios para dedicarse de lleno al ajedrez y se convirtió al poco tiempo en el jugador más fuerte de Viena.[]

En 1866 se autoproclama el número uno en el mundillo de los escaques, lo quel nadie le discute tras de su victoria sobre Adolf Anderssen. 

Luego defendió su título con éxito en cuatro ocasiones: contra Johannes Zukertort en 1886, Mijail Chigorin en 1889 y 1892 y Gunsberg en 1891. Su reinado concluyó cuando cayó ante Emanuel Lasker en 1894.
Tras la conquista del título máximo, Wilhelm se concentró en la actividad periodística, escribiendo artículos y algunos libros, con los que contribuyó de una manera muy importante a la literatura del ajedrez. Al radicar en los Estados Unidos comenzó a publicar sus artículos y comentarios en el New York Tribune y en su propia revista, el  International Chess Magazine.

Una anécdota. El campeón del mundo Steinitz jugaba en un café apostando con otras personas. Un jugador mediocre de ajedrez iba todos los días a retarlo, aunque siempre perdía. Esto representaba un ingreso fijo para Steinitz. Un día, un amigo del campeón le dijo que dejara ganar a su "cliente" de vez en cuando para que no se desanimara y continuara retándolo y pagándole. Steinitz siguió el consejo: comenzó con una mala apertura, sacó a la dama prematuramente y después de unas jugadas su adversario le capturó la dama, por lo que Steinitz abandonó. Su adversario exclamó: "¡Por fin he conseguido mi objetivo, he derrotado al gran Steinitz!". Después de eso nunca volvió a retarlo.

Una muestra de la arrogancia de Steinitz se produjo cuando un periodista le preguntó si esperaba alzarse campeón de un torneo de ajedrez donde se darían cita los mejores maestros del momento. Ésta fue su respuesta: Ciertamente tengo una importante ventaja sobre el resto de contendientes, yo voy a ser el único que no tendrá qué verse cara a cara contra Steinitz.

LAS IDEAS DE STEINITZ

Steinitz resumía en seis puntos la manera de llevar una partida en el medio juego:

1º Construcción de una posición sólida

     a) Uso casi exclusivo de las aperturas cerradas

     b) Ausencia de sacrificios y en general jugadas de relumbrón que carezcan de solidez

     c) Parquedad en los cambios de piezas y peones

     d) Predominio de los ataques lentos o de larga preparación

2º Acumulación de pequeñas ventajas. Steinitz resaltó la ventaja del alfil sobre el caballo; hasta ese momento se consideraban piezas de igual potencia

3º Formación de puntos débiles (llamados “holes” por él: un peón doblado o aislado, pieza aislada) en el campo enemigo, y utilización de los mismos

4º El ataque no se ha de dirigir exclusivamente al flanco donde se halla el rey

5º Asegurar el triunfo final. Se refiere a tener una fuerte preparación en los finales, cosa que en aquella época no era muy habitual.

6º Estrategia expectante, o sea la práctica de sus teorías sobre el juego posicional.

El ataque

Para atacar con éxito sobre el enroque, además de poseer superioridad en ese flanco, se debe poseer el control del centro, o al menos el centro debe estar bloqueado para que no permita la reacción central del adversario. Un ataque prematuro en un flanco se defiende contraatacando en el centro y viceversa. Un ataque erróneo suele dejar como saldo un debilitamiento de peones, fatal en el final.

La defensa 

El arte de la defensa es la economía de medios; por eso el mejor defensor es la pieza de menos valor: el peón. Como éste no puede retroceder, su avance debe ser muy cuidadoso. La imprudencia puede crear debilidades graves y permanentes. Hay que vigilar la estructura de peones durante toda la partida, con vistas al final.

UN PERSONAJE TRASCENDENTAL

La gloria de Steinitz, a pesar de su lado oscuro, es tan grande, que aún después de haber pasado tanto tiempo desde su muerte, ha quedado como un ídolo en piedra. 

Sus teorías, revolucionarias en su momento, se han convertido en habituales y se enseñan a los principiantes. 

Es válido denominar a Steinitz como el padre de la enseñanza moderna del ajedrez posicional y como artista de la defensa.

El arte de la defensa es la economía de medios, por eso el mejor defensor es la pieza de menos valor.

Sus mejores victorias, siempre reeditadas, son las partidas de ataque mediante sacrificios contra Mongredien 1862 y 1863 y, por supuesto, la victoria fantástica contra Von Bardeleben en Hastings 1895. 

Se cuenta que en las postrimerías de su vida, radicado ya en Nueva York, Steinitz sufrió problemas mentales, precisamente cuando la fuerza de su juego venía en total declive y en una situación económicamente muy precaria.

Fue confinado en un centro de rehabilitación mental; en esta última fase de su existencia que pronunció la famosa frase: "Puedo jugar con Dios y darle un peón de ventaja".

LA PARTIDA

LA INMORTAL DE Steinitz

Steinitz, Wilhelm - Von Bardeleben, Curt / Hastings, 1895

1.e4 e5 2.Cf3 Cc6 3.Ac4 Ac5 4.c3 Cf6 5.d4 exd4 6.cxd4 Ab4+ 7.Cc3 d5 8.exd5 Cxd5 9.0–0 Ae6 10.Ag5 Ae7 11.Axd5 Axd5 12.Cxd5 Dxd5 13.Axe7 Cxe7 14.Te1 f6 15.De2 Dd7 16.Tac1 c6 17.d5 cxd5 18.Cd4 Rf7 19.Ce6 Thc8 20.Dg4 g6 21.Cg5+ Re8 22.Txe7+ Rf8 23.Tf7+ Rg8 24.Tg7+ Rh8 25.Txh7+ 1–0