En Sexo, pudor y lágrimas, un grupo de papanatas subsidiados por sus papases, emprenden toda suerte de numeritos imbéciles para hacernos creer dos cosas: que son veinteañeros y que su peli no es una nueva manera de joder al prójimo aprovechando los índices de analfabetismo funcional del país. Reportados en varias ocasiones por el INEGI.

El equipo de las chicas, integrado por Susana Payazeta, La Bambi y una antropóloga rogona; las tres forman el club de mujeres engañadas, pero sin Laura León que aporte salecita al yogurt de anodinas de la muerte. El equipo de los gañanes queda conformado por el Bichir internacional, el chacal de las telenovelas y el pelo chino nerdazo.

Ambos bandos se enfrascan en una misión muy pendeja de renovación moral en la que sale perjudicado el espectador, al mismo tiempo que pierde el brillo en la mirada y las esperanzas en el porvenir.

Al final, los personajes llegan a conclusiones dignas de tu hermanito de cinco años y nos vemos forzados a escuchar una rola de Aleks Syntek que incluye un coro igualito al yabadabadú de los picapiedras.