miércoles. 24.04.2024
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DUERMO SOLA

A 11 días del 2016

Giselle Ruiz

A 11 días del 2016

Como cualquier chica de mi edad que a lo largo de su vida no haya tenido qué preocuparse por cubrir sus necesidades básicas, he tenido el tiempo de volarme los sesos y la ropa interior con todo aquello que me sea posible desde que tengo uso de memoria.

Curiosamente, a mis 26 primaveras vistas, describo el 2015 como el peor año de todos los que he vivido, pese a que me auguré algo muy bueno al comenzarlo con el hombre de mis sueños y dinero en los zapatos.

Dejando ir la euforia de este inicio de año y con los días aparentemente nuevos pasando, me pregunto (no sólo para mí): ¿qué hay más allá de los propósitos sin mancha?, ¿qué pasa con los antiguos?, ¿dónde quedaron nuestros viejos amores, dolores, enfermedades y cicatrices?, ¿en qué parte se guardan nuestras primicias de salud y los anhelos profesionales?, ¿cómo leer los sucesos del país, del mundo en general?, ¿cómo aceptar tajantemente la mirada que ahora es ajena?

A once días de empezar el 2016 y tras varias rasgaduras del corazón, me doy cuenta de que el año que termina no se acerca ni minúsculamente a ser la gota que derrame el vaso de los desquicios emocionales, las dudas existenciales y las catástrofes humanas (íntimas y públicas).

Observo todo lo ocurrido en las últimas 264 horas y el panorama arde suave, lo cual indica cierto endurecimiento mental o un desarrollo de resistencia a lo que vaya a suceder en los aún trescientos y muchos días restantes.

Parto de la devaluación del peso mexicano frente al dólar, la captura real o no de un narcotraficante que se ha vuelto más un personaje admirado que peligroso, su entrevista con la ya no ficticia “reina del Sur” y el hombre que perdió posiblemente “21 gramos” en ese encuentro, la mafia política, el conflicto en Medio Oriente que no para ni para dar un par de abrazos en noche vieja, la declarada falta de soporte de Windows 8, 9, y 10 por parte Microsoft, las cicatrices que deja una racha de neurodermatitis atópica tras pensar que tu abuela viajó desde territorio estadounidense congelada porque “colgó los tenis” en momentos no prudentes y el intento de aceptar que tu novio decidió que no era tiempo para cargar contigo y tu histeria generalizada.

Venga, gente, que estos días no han sido los mejores. En las noticias locales, sigo sin ver Star Wars: The force awakens, Luisa no ha visto a Viera, los resultados de los programas estatales de apoyos artísticos no han sido publicados y las tuberías se parten con el frío, con mayor facilidad que con la que alguien podría entrar al corazón de su ex amante.

Todo esto lo pienso mientras veo el techo, minutos antes de pasar al día 12 de 366, recuentos de cosas que aunque queramos no se quedan en el 2015: lo aceptemos o no, somos seres de una sola pieza, no nos descomponemos como rompecabezas, amamos con todo el cuerpo, si vibramos lo hacemos por completo.

Para rematar la situación me siento bombardeada por el pesar de que el rey Bowie estiró la pata, el cáncer es un mal de muchos y nos humaniza más que cualquier otro padecimiento. Sin embargo, y como siempre antes de dormir sola, sabiendo que Ziggy Stardust regresó a su planeta, me contento con saber que tengo una nueva oportunidad, esa opción fuera del positivismo ridículo y sin fondo, sabiendo que, si me lo propongo, puedo ser héroe solo por un día (uno a la vez).

***

Giselle Ruiz (Aguascalientes, México. 1989). Egresada de la Licenciatura en Ciencias Ambientales de la Universidad Autónoma de Aguascalientes en 2011. A la fecha, ambientalista en receso, escritora amateur, intento de científica, amante de los viajes ácidos, libros gastados, música rota y amores imposibles. Ha publicado en la revista “Golfa”, ERRR magazine, Postpop, etcétera.

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