jueves. 18.04.2024
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Duelos de costumbre

Raúl Bravo Ferrer

Duelos de costumbre

Para decirlo de una manera clara y concisa, Jorge Olmos Fuentes no necesita ni busca ser reconocido -como tantos otros colegas suyos que se esfuerzan inútilmente- por un ámbito literario como el guanajuatense, en donde la reputación de una obra literaria es tan ninguneada, por la sencilla razón de que casi nadie lee a sus escritores conterráneos. Pero si la literatura, entre otras muchas cosas, es una forma de relación personal, entonces por qué no aprovechar la ocasión que nos presta una obra ajena para acusar recibo de ésta, y, así, mediante la relectura de la misma, decirle al autor cómo y cuánto se le aprecia.

El ejemplo de Jorge Olmos, al menos para mí, es el de una singular y estrecha relación entre la experiencia personal y la particular visión poética del autor. Esto a pesar del conocimiento amplio que Olmos maneja sobre la evolución de las letras en la región del Bajío. No es un literato, es un escritor, sobretodo. Empero, lo que menos importa aquí es el poeta.

El territorio donde se asienta el más reciente poemario de Olmos Fuentes, titulado Duelos de costumbre, publicado a finales de 2015 por Editorial San Roque, es el territorio de la expresión. Esto es, cuando es el propio poeta quien intenta entenderse para dar a entender.

Ya desde el principio, desde su opera prima, Amor de arena (1993), conjunto de poemas a través del cual descubrí hace más de veinte años una voz singular de entre la enramada de las letras de la región, Olmos ha explorado más allá del contenido de cada uno de sus libros, el aspecto central de su poética: la composición, esa correspondencia entre la inspiración y el trabajo metódico del orfebre que mediante su oficio va puliendo, poco a poco, la materia prima que, en este caso, es la palabra.

En Duelos de costumbre se manifiesta lo que en su momento el poeta brasileño João Cabral de Melo afirma en su ensayo sobre Poesía y composición, en cuanto a que para algunos la composición es el arte de aprisionar la poesía en el cuerpo del poema; mientras para otros es el acto de elaborar la poesía en el poema; lo que para algunos es ese momento inexplicable en el que la intuición nos guía para el hallazgo; para otros es el proceso, es decir, las horas dedicadas a la búsqueda.

Pero Duelos... no sólo es efectivo en el plano de la expresión, porque en el poemario de Olmos todo duelo es duelo íntimo. Cotidiano. No es gratuito que el poeta inaugure su poemario con los siguientes versos que, a manera de epígrafe, con gran economía de lenguaje, marcan el tono de todo el discurso poético.

Abro los ojos
veo lo que hay
lo que el azar la fortuna
puso cerca de mi cama
lo reconozco: no despierto
porque si del sueño saliera
las formas los colores los objetos
las palabras los actos
otros contornos otros matices tendrían
todo se quebrara
fluyera sin los cauces conocidos
y entonces estos ojos
fueran asediados por los ojos de las cosas
hartas de ser sumisas
de ser miradas con desdén
de ser tan sólo cosas
pienso: estoy dormido
aun si mis ojos asaltan
lo que el azar la fortuna
puso cerca de mis dedos
un buró una lámpara
el sol mi cuerpo la desdicha.

Algo se trae entre manos Olmos con la muerte, con la muerte propia a lo largo del poemario, como para que no se nos olvide que ésta a pesar de ser el drama humano por excelencia, es un asunto personal. Con esa duda esencial y fundadora, el poeta nos invita a abrir los ojos y enterarnos que la muerte, trabaja paulatina en “el bosque de hombres/ el vivero donde los hombres/ son como árboles/ decae, decrece.”

Duelos de todo tipo, pero duelos al fin y al cabo, con un regusto acre, como bien lo señala el poeta. En Duelos de costumbre nada es pérdida. En el afanarse en lo cotidiano, la voz madura del poeta se afirma y depura en un juego en donde el desencanto y la desdicha son apenas lo que se piensa, por aquello de que nadie ha de frasear sin acudir al balbuceo.

Así pues, en la distancia, al abrir los ojos a los ojos “quién lo piensa entre ardores y arrebatos/ que mengua el fulgor de la lumbre/ ni que volverían a mirarse/ solos el uno al otro/ como en el principio del sendero pero ahora/ sin sus padres, sin los hijos/ trémulos frente a los ademanes del tiempo/ para ellos cada vez más corto/ con el cuerpo mutilado y mutilado/ la pierna, el brazo, el sexo/ como en el principio pero ahora/ con la sombra de una lápida helándoles la cama/ los alientos, las dos sangres/ sin un epitafio noble/ tal vez como los buques/ traídos de nuevo al astillero/ donde sin mucho tiento se desguazan.”

Es, precisamente, en ese transcurrir, que va de ayer a hoy, en donde empieza y tal vez acaba, ese instante único, engañoso y pasajero de todo el conocimiento humano: sus mentiras históricas, sus maravillas aparentes, la seducción del momento. Lo que importa del hombre, parafraseando a José Bergamín, son sus evoluciones reales, sus revelaciones poéticas. Lo que en verdad importa del hombre es su revelación interna, que no es otra cosa que su revolución constante.

Se agradece entonces que, sin otorgar concesión alguna, en Duelos de costumbre, la cuestión de fondo, palpitante, sea el hecho de que no hay escapatoria. Por aquello de que...

las horas de este minucioso viernes
son las horas del minucioso martes
¿en la mitad de qué linderos horcajado permaneces?

Olmos Fuentes, Jorge. Duelos de costumbre, colección POESÍA 2I, Editorial San Roque, León, Guanajuato, 2015.

***

Raúl Bravo Ferrer. Nacido en México, D.F. (1965) es lector, poeta, ensayista y promotor cultural. Reside en Guanajuato, donde ha desarrollado proyectos culturales independientes y gubernamentales. Textos de su autoría forman parte de la antología Primer Concurso Universitario de Poesía (UNAM, 1989) y Poetas de Tierra Adentro III (Conaculta 1997). Es autor de los poemarios Quebrantamientos (1992) y A la orilla de los días (2007). También escribió el libro de minificción La otra cara del cielo (2001) y ha publicado el ensayo "Apuntes sobre un cocodrilo revestido" en Efraín Huerta. El alba en llamas (Fondo Editorial Tierra Adentro, 2002), y varios ensayos sobre la promoción y difusión de hábitos lectores en el Primer Coloquio de Salas de Lectura, Espacios para la libertad (Conaculta, 2006), y en el Séptimo Congreso Nacional de Bibliotecas (Conaculta, 2008).

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