DUERMO SOLA
12 cosas que haré si dejo de sufrir
Giselle Ruiz
Me voy a la cama con un hombre y sus obras. Releo esperando un poco de iluminación divina o de aprendizaje inmediato que no requiera práctica. Robert Greene ha puesto en mi estante tres de sus libros y hoy me arroja violentamente entre las sábanas con dos listas de mandatos. La realidad es que su lectura es una especie de investigación que acrecienta mi instinto de supervivencia, mis ganas de ver los sucesos de la vida cotidiana como algo calculable y predecible. Dirijo mi atención a los personajes descritos, a las tácticas de guerra amorosa y de poder planteadas página tras página. Prendo otra lámpara esperando que la luz no sea lo único que brille en mi habitación. Comienzo a verme como Pamela Churchill Harriman, cortesana que manejaba el poder con la misma facilidad con que lo hacía con los hombres.
El sufrimiento quita tiempo, nos vuelve taciturnos, hermosamente melancólicos y alienados. Me ha vuelto una chica con la mira en saltar los días sin llorar por pasados irremediables. Recuerdo bien que un querido amigo me preguntó de manera acorde con la ocasión: “¿Sabes italiano?” a lo que respondí: “No, pero si dejara de sufrir, seguro aprendería”.
Entonces, como cualquiera que tenga una aspiración realizable, me propongo replantear mis propósitos de año nuevo bajo un nuevo esquema que me parece mucho más atractivo.
Bajo esta idea y aún impresionada por el estilo de Greene, antes de dormir escribo la lista:
- Adorarme bajo cualquier esquema de vida, tiempo y espacio. Lo aceptemos o no, necesitamos egoísmo por encima de toda fuente de luz y oscuridad.
- Escribir todos y cada uno de los días como posesa. Como cualquier pasión y razón de ser, debemos ante todo dirigirnos al éxtasis.
- Bailar en cada momento que me sea posible: sentir el resplandor de la buena música y los calores corporales. Hagamos caso a nuestro adorado Bowie: “Let´s dance”.
- Perdonarme por hacer todo aquello que me ha hecho sentir feliz y culpable a la vez: traducido en ser yo más allá de la moral.
- Dejar de abusar del pasado. Sí, sí y sí, hasta lograr no recordar nada. ¿Acaso la idea correcta no es simplemente quedarnos con las marcas en la piel de todo lo vivido y lo no experimentado?
- Salir del outfit negro. No soy murciélago y no todos son daltónicos.
- Hacer una lista dentro de la lista de artistas para ver este año
. - Escuchar a mi familia en todo momento. Dado que los abrazos no son lo mío, asumiré la paciencia de escuchar y comprender como una forma de amor casi imposible.
- Leer todo de F. Scott Fitzgerald, J. D. Salinger, Virginia Woolf, Sylvia Plath, etc, etc, etc y más.
- Ser más como todos los anteriores.
- Perseguir todo lo que considero inalcanzable. Esto no tiene espacio para la opinión ajena, sólo entra lo individual y espiritualmente acertado.
- Hacer todas las tonterías que mis próximos años me dejen. Desde decir “no acepto” en mi propia boda hasta morir de tristeza justo ahora.
Punto extra: Anotaré un número 13 sin pensar en la mala suerte. Si hoy Greene me permite salirme de sus renglones, quisiera proponerme algo que contradice el propósito: amar sin miedo. Ya lo decía Queen: “Ahora el amor hace que te cuides”. Pero… ¿es realmente lo que queremos?, ¿necesitamos cuidarnos de algo netamente puro?
Hoy, casi al pegar los ojos, recuerdo una frase: “Ya estamos aquí; hagamos que valga la vida”.
Eso me da instantemente una sonrisa entre malévola e inocente.
Giselle Ruiz (Aguascalientes, México. 1989) Egresada de la Licenciatura en Ciencias Ambientales de la Universidad Autónoma de Aguascalientes en 2011. A la fecha, ambientalista en receso, escritora amateur, intento de científica, amante de los viajes ácidos, libros gastados, música rota y amores imposibles... Ha publicado en la revista “Golfa”, ERRR magazine, Postpop, etcétera.