¿Es It la Gran Novela Americana?
Bernardo Monroy
La política siempre cambia. Las historias, no.
Stephen King, It.
It, la más reciente adaptación de una de las más famosas obras de Stephen King, ya está en cine. Las redes sociales están a todo lo que dan con la moda pasajera, el hype o el tren del mame, como quiera usted llamarlo.
Ya sea que todos flotamos, o que la entidad regresa cada 27 años a aterrorizar a los habitantes del pueblo de Derry, hagamos a un lado la película para formular una pregunta que será el miedo encarnado de los intelectuales más quisquillosos:
¿Es It la Gran Novela Americana?
El concepto de Gran Novela Americana (aunque un término más correcto sería estadounidense, pero no vamos a debatir la Doctrina Monroe en este momento) consiste en una obra que refleje a detalle la cultura de los Estados Unidos, describa las costumbres de una región en particular, así como una época determinada. El escritor, obviamente, debe ser oriundo del país de las Barras y las Estrellas.
El creador de este concepto fue el escritor John William De Forest, en un ensayo del mismo título, publicado en enero de 1868, y se puede leer en este enlace.
El texto cita La cabaña del Tío Tom como un buen ejemplo, y la verdad es que el término llega a ser muy ambiguo. Por eso, con el paso de los años otros escritores, articulistas, críticos, periodistas y académicos profundizarían, definirían y pulirían el concepto. Quien lo definió a mayor detalle fue el autor Eduardo Lago, quien en el artículo Historia de una etiqueta, publicado el 26 de abril del 2008 en el diario El País, detalla:
Sólo hay una gran novela americana en cada vértice del tiempo: aquella que, en virtud de un consenso imposible de definir, se considera que ha sido capaz de dar expresión al espíritu colectivo de la nación, de la cual es una alegoría. Puesto que la realidad norteamericana es extraordinariamente dúctil y cambiante, la obra digna de ser considerada la gran novela americana tiene un periodo de vigencia limitado, siendo sustituida con relativa rapidez.
En síntesis, la Gran Novela Americana, debe tener además de una evidente y notable calidad literaria y reflejar la técnica y bagaje literario del autor (eso es evidente), una considerable extensión para poder reflejar la totalidad de lo que significa ser estadounidense, y las costumbres, filias y fobias de la sociedad.
Grandes novelas por grandes autores
A lo largo de la Historia de la Literatura Estadounidense, cientos de autores han querido escribir este Santo Grial de las Letras. Muchos de manera inconsciente, pues aporrearon las teclas mucho antes de que surgiera el concepto, y otros se han quedado a la mitad del camino, queriendo escribirla y quedándose en un mediocre best seller o en un ladrillo engorroso repleto de ripios y prosa púrpura, que no es más que el inicio de cientos de partes de una saga que nadie leerá y quedará confinada a un rincón en el limbo digital de Amazon.
Washington Irving supo, en su momento, describir esta americanidad en historias como La leyenda de Sleepy Hollow y Rip Van Winkle, así como otros escritores de finales del siglo XIX y principios del XX: Mark Twain con Huckleberry Finn, James Fenimore Cooper con El último mohicano, Nathaniel Hawthorne con La letra escarlata, y por supuesto, Moby Dick de Herman Melville.
Conforme avanzaba el siglo XX, los escritores que anhelaban escribir la Gran Novela Americana siguieron adelante: El Gran Gatsby de Scott Fitzgerald, Lo que el viento se llevó de Margaret Mitchell, El guardián entre el centeno de J.D. Salinger.
Todas las novelas reflejan una época y un aspecto en particular de los Estados Unidos, de la forma más abierta y detallada posible. Por ejemplo, Las asombrosas aventuras de Kavalier y Clay detalla el surgimiento de los cómics y el periodo de la Segunda Guerra Mundial, y Philip Roth tituló precisamente así a una de su obras (The great american novel) y habla, cómo de que no, del baseball... y junto con el pay de manzana y el jazz. No hay nada más gringo.
La década de los ochenta tuvo su Gran Novela Americana: American Psycho de Bret Easton Ellis, que detalla los traumas de los yuppies de la época, su obsesión por la clase, la moda y las marcas y un larguísimo etcétera que nos daría espacio para escribir artículos de aquí hasta 27 años después, cuando It despierte nuevamente.
¿Dónde queda It?
A lo largo de los años, los críticos literarios con ínfulas de grandeza han despreciado abiertamente a Stephen King, por el simple hecho de ser un autor de las masas, del populacho, de ese público para el que también escribía Charles Dickens. Por tanto, es innegable que jamás aceptarán que King posiblemente escribió no sólo una novela de terror emblemática, sino la Gran Novela Americana.
Sin duda alguna, It detalla las costumbres de los pueblos pequeños de Nueva Inglaterra, la vida de los estadounidenses -tanto en la gran ciudad como en los condados alejados de la América Profunda-, y dos periodos en particular: finales de la década de los cincuenta y mediados de los ochenta del siglo XX, con su paranoia por la guerra, los anhelos de su gente, su cultura pop, su alta cultura, su política.
Basta con transcribir el momento en el que Eddie Kaspbrak llega a Boston:
Vista desde la autopista a las cinco menos cuarto de madrugada, Boston parece una ciudad de muertos cavilando tristemente sobre alguna tragedia de su pasado; una plaga, tal vez una maldición. Del océano viene el olor de la sal, pesado y sofocante. Largas franjas de niebla matutina oscurecen, en su mayor parte, lo que podría estar a la vista.
Mientras conduce hacia el norte, por Storrow Drive, el Cadillac 84 que ha retirado de Limusinas Cape Cod, Eddie Kaspbrak piensa que puede sentirse la edad de ese lugar, tal vez como en ninguna otra ciudad de Norteamérica.
Comparada con Londres, Boston es un niño; comparada con Roma, un bebé de pecho; pero para Norteamérica es vieja, viejísima. Ya estaba en esas lomas hace trescientos años, cuando nadie había pensado en impuestos al té y a los sellos, cuando los grandes próceres aún no habían nacido.
Su vetustez, su silencio y el olor neblinoso del mar: todo eso pone nervioso a Eddie. Cuando Eddie está nervioso necesita de su inhalador. Se lo mete en la boca y dispara una nube de rocío revitalizante a su garganta.
Hay pocas personas en las calles por las que pasa, y sólo uno o dos peatones en los puentes para cruce; ellos desmienten la impresión de haber caído en un relato lovecraftiano, de ciudades condenadas, demonios ancestrales y monstruos de nombres impronunciables. Allí, amontonados en torno de las señales que indican paradas de autobús, hay camareras, enfermeras, empleados públicos, rostros desnudos y abotagados por el sueño.
It es mucho más que una historia de sustos sobre un payaso que mata niños.
Aunque por desgracia no sea aceptada en el canon de la alta literatura, y haya quienes no lo vean... como los adultos de Derry pasando por alto a ese monstruo que despierta cada 27 años a matar niños, quienes, por cierto, aterrados saben mejor.