Guía de lectura

Los nietos del dictador, de César Tejeda

Jefferson Airplane, Surrealistic Pillow, portada

Jaime Panqueva

Decía Luis Cardoza y Aragón, y lo cita César Tejeda al inicio de Mi abuelo y el dictador (Caballo de Troya, 2017), que las novelas sobre nuestros autócratas son cuentos de hadas. Nada más certero para abrir este extraordinario relato de casi 400 páginas, que traer a cuenta esas historias que nos conformaron como individuos. Mexicano de nacimiento y de padre chapín, Tejeda escribe una crónica histórica que se imbrica de forma deliciosa con la ficción y que parte de una historia personal: su abuelo fue prisionero del sanguinario dictador Estrada Cabrera, que lo hizo arrestar y caminar desde Antigua a Ciudad de Guatemala, seguido por su mujer y su hijo de dos meses, que escondía un revólver en el pañal.

Éste es el germen, el cuento de hadas escuchado por pedazos en la niñez y a lo largo de la juventud, con un ogro que se hacía llamar Señor Presidente y cuyo influjo, por gracia de la epigenética, corre el riesgo de cernirse aún sobre su progenie: “Estrada Cabrera no sólo jodió a mis abuelos, sino que también jodió a su descendencia, que hasta mis tendencias obsesivas se originan en un evento ocurrido cien años atrás, lo cual resulta, si no satisfactorio, tranquilizante, porque puedo eximir a mis padres e incluso a mí mismo y todo ­–incluido el costo semanal de mi psicoanalista­- es culpa del tirano decimonónico.”

Así, ese mismo desenfado y humor singular, que Tejeda desplegó en su primera novela Épica de bolsillo para un joven de clase media, vuelve en la búsqueda y escritura de una novela que salta de la vida familiar en este siglo y en los anteriores, a la política mexicana de Porfirio Díaz, y a la vida de grandes plumas ligados al poder: Federico Gamboa, Rubén Darío, Enrique Gómez Carrillo o Rafael Arévalo Martínez, por sólo mencionar algunos. El lector se sentirá a gusto y arropado porque durante la construcción del texto compartirá los descubrimientos (el abuelo había sido arrestado antes y habló en persona con el tirano en tres ocasiones), los sinsabores (el mausoleo robado, restos incluidos, o las torturas a los presos políticos), las confidencias que salen a la luz en la vieja correspondencia, o el extraño destino de una estirpe marcada por sus grandes cejas.

¿Crónica? ¿Novela? ¿Diario? Un poco de todo, como esa otra gran novela La vida breve y maravillosa de Oscar Wao, de Junot Díaz, historias que vacunan contra el olvido de los ogros, que muchos piensan erradicados desde la muerte de Pinochet o Fidel Castro. Y que aún campean en diversos países de nuestra América Latina, vestidos de referendos e institutos electorales a prueba de mapaches.

Habitar esta novela de Tejeda se antoja como una parada en una fonda acogedora donde se sabe servido un abundante pepián y una buena copa de Zacapa.  

 

Comentarios a mi correo electrónico: panquevadas@gmail.com

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