martes. 24.06.2025
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GUÍA DE LECTURA

Los nietos del dictador, de César Tejeda

Jaime Panqueva

Jefferson Airplane, Surrealistic Pillow, portada
Jefferson Airplane, Surrealistic Pillow, portada
Los nietos del dictador, de César Tejeda

Decía Luis Cardoza y Aragón, y lo cita César Tejeda al inicio de Mi abuelo y el dictador (Caballo de Troya, 2017), que las novelas sobre nuestros autócratas son cuentos de hadas. Nada más certero para abrir este extraordinario relato de casi 400 páginas, que traer a cuenta esas historias que nos conformaron como individuos. Mexicano de nacimiento y de padre chapín, Tejeda escribe una crónica histórica que se imbrica de forma deliciosa con la ficción y que parte de una historia personal: su abuelo fue prisionero del sanguinario dictador Estrada Cabrera, que lo hizo arrestar y caminar desde Antigua a Ciudad de Guatemala, seguido por su mujer y su hijo de dos meses, que escondía un revólver en el pañal.

Éste es el germen, el cuento de hadas escuchado por pedazos en la niñez y a lo largo de la juventud, con un ogro que se hacía llamar Señor Presidente y cuyo influjo, por gracia de la epigenética, corre el riesgo de cernirse aún sobre su progenie: “Estrada Cabrera no sólo jodió a mis abuelos, sino que también jodió a su descendencia, que hasta mis tendencias obsesivas se originan en un evento ocurrido cien años atrás, lo cual resulta, si no satisfactorio, tranquilizante, porque puedo eximir a mis padres e incluso a mí mismo y todo ­–incluido el costo semanal de mi psicoanalista­- es culpa del tirano decimonónico.”

Así, ese mismo desenfado y humor singular, que Tejeda desplegó en su primera novela Épica de bolsillo para un joven de clase media, vuelve en la búsqueda y escritura de una novela que salta de la vida familiar en este siglo y en los anteriores, a la política mexicana de Porfirio Díaz, y a la vida de grandes plumas ligados al poder: Federico Gamboa, Rubén Darío, Enrique Gómez Carrillo o Rafael Arévalo Martínez, por sólo mencionar algunos. El lector se sentirá a gusto y arropado porque durante la construcción del texto compartirá los descubrimientos (el abuelo había sido arrestado antes y habló en persona con el tirano en tres ocasiones), los sinsabores (el mausoleo robado, restos incluidos, o las torturas a los presos políticos), las confidencias que salen a la luz en la vieja correspondencia, o el extraño destino de una estirpe marcada por sus grandes cejas.

¿Crónica? ¿Novela? ¿Diario? Un poco de todo, como esa otra gran novela La vida breve y maravillosa de Oscar Wao, de Junot Díaz, historias que vacunan contra el olvido de los ogros, que muchos piensan erradicados desde la muerte de Pinochet o Fidel Castro. Y que aún campean en diversos países de nuestra América Latina, vestidos de referendos e institutos electorales a prueba de mapaches.

Habitar esta novela de Tejeda se antoja como una parada en una fonda acogedora donde se sabe servido un abundante pepián y una buena copa de Zacapa.  

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