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Discos cincuentones 1967 (IV y última)

Fernando Cuevas

Disraeli Gears, Cream, portada
Disraeli Gears, Cream, portada
Discos cincuentones 1967 (IV y última)

Cerramos este recorrido por las obras musicales que nacieron hace medio siglo y nos siguen acompañando por sí mismas y en las evidentes influencias que se advierten en álbumes posteriores.

La Armada Británica

Discretos y grandiosos como de costumbre, mantuvieron su presencia cada vez más reconocida, a pesar de las sombras que proyectaban sus famosos coetáneos: ahí estuvieron The Kinks y su Something Else, una de sus obras maestras, cargada de un trascendente pop británico entre tardes a las que se les escapa el sol y un humor que muere y revive en algún rostro familiar. Por su parte, The Who entregó el brillante Sell Out, plagado de melodiosas y poderosas canciones en una estética mod y por momentos hardroquera, dándose tiempo para el humor y la sátira social insertada cual anuncio televisivo.

Y Small Faces, inscritos en esta tendencia, propusieron Small Faces (Inmediate), segundo disco que los confirmaba como una banda de referencia de la invasión imperial. En tanto, The Moody Blues entregó Days of Futured Passed, uno de los discos iniciáticos del progresivo, que no negaba sus interacciones con otras texturas sonoras muy propias de la época. Quizá la interacción entre la sicodelia y el blues encontró su ambiente más propicio en Disraeli Gears, disco ya clásico del super grupo Cream, con todo y los rayos de sol iluminando el amor. En la misma línea, John Mayall & The Bluesbreakers firmaron el consistente A Hard Roady, bluesrock de alcurnia con el convincente sello de la casa.

Músicas negras en tiempos de rebelión

El patriarca Duke Ellington, columna vertebral de la cultura del jazz, recordó etapas maternales con …And His Mother Called Him Bill, poniendo orden con su gran orquesta y rindiéndole homenaje al compositor Billy Strayhorn, de paso trasportándonos a épocas de verdadera brillantez; además grabó Far East Suite, denotando su sabiduría por las formas y estructuras musicales de largo alcance; Stan Getz realizó el impecable Sweet Rain, uno de sus grandes trabajos en compañía de músicos de altos vuelos como Corea, Tate y Carter, quien también contribuyó en el continuista Schizophrenia, obra que confirmó a Wayne Shorter como uno de los jazzistas llamados a permanecer en el olimpo.

Fallecido a mediados de 1967, John Coltrane dejó uno de las grandes legados en el terreno de la música popular; este año aparecieron cuatro discos: tanto los cósmicos Stellar Regions e Interstellar Space, grandes obras aun considerando su clásico repertorio, que nos trasladaban a intrincadas estrellas de donde finalmente venimos, como Expression y Avant-Garde, para dejar en claro el amplísimo, innovador y profundo registro de uno de los músicos esenciales del siglo XX. El pianista McCoy Tyner, quien se mostró de una sola pieza con The Real McCoy Tyner, y el cerebral Bill Evans, en plan de soliloquio, grabó Further Conversations With Myself, lección pianística sólo para iniciados.

El que anduvo soltando sonrisas fue Miles Davis, quien con su quinteto entregó Miles Smile y Sorcerer, continuando su incansable recorrido por la innovación jazzera entre los territorios del jazz tonal y el postbop. Año de ensueño para Antonio Carlos Jobim: además de grabar con Frank Sinatra el Francis Albert Sinatra & Antonio Carlos Jobim, nos regaló Wave, uno de los más felices encuentros entre el jazz y el bossa nova, creando una tendencia que invadió todos los espacios sociales: el oleaje de las playas cariocas se mecía en elevadores, salas de espera y demás lugares donde la conversación fluye con dificultad.

La Bill Dixon Orchestra entregó el inquietante Intents and Purposes, explorando los territorios del free jazz justo en la frontera con la música contemporánea: de pronto nos sumergimos, en efecto, en el mundo de las intenciones y los propósitos que habitan en los diferentes niveles de conciencia. El saxofonista Charles Tyler entretejió con base en las vertientes del free jazz el inesperado Eastern Man Alone, su segundo disco como solista, en que el chelo y los bajos crean atmósferas atrayentes por enrarecidas. La leyenda conocida como Mississippi John Hurt entregó uno de sus grandes discos, enclavado en el blues con aliento country: The Inmortal Mississipi John Hurt, en efecto, cumplió el designio de su título.

Albert King desplegó sensibilidad y autoconciencia, buscando conjuros a través de la sinceridad en su Born Under a Bad Sign; Otis Reding & Carla Thomas pusieron las cartas sobre la mesa en King & Queen, esencial obra de la discografía soulera. Booker T. & The MG’s nos regaló un doblete: Hip-Hug Her y Back to Back, confirmando su vocación por el género, que antepone el alma a cualquier interpretación. Bobby “Blue” Bland pareció recibir designios del más allá y le puso drama y profundidad a su Touch of the Blues, generando seguidores en distintos espectros del gusto musical; en tanto, The Four Tops siguió en esta tesitura con Reach Out, ya alcanzando una fama y reconocimiento a prueba del tiempo, contribuyendo el definitiva al sonido Motown. 

Ella y ellas

Judy Collins nos llevó por campos plasmados de inspiración en Wildflowers y Aretha Franklin contribuyó prodigiosamente con el declarativo I Never Loved a Man the Way I Love You, abriendo con Respect, original de Otis Redding, como clásico indiscutido. Barbra Streisand grabó A Christmas Album y Ella Fitzgerald hizo lo propio con Ella Fitzgerald’s Christmas, capaces de gustarle hasta al mismísimo Grinch. Dolly Parton llegó saludando con Hello, I’m Dolly y Nina Simone mantuvo la intensidad entre angustiosa y rebelde con Nina Simone Sings the Blues, uno de sus álbumes más sentidos y profundos en su accidentada trayectoria.

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