EL PARIETAL DE CHOMSKY (COMUNICACIÓN Y LENGUAJE)
Miradas
Sebastià Serrano
En general, quien mantiene la mirada mientras tiene la palabra posee un estatus más alto. Desovillar el hilo de las miradas supone aproximarse a los secretos de la interacción. Negociar, ahora miro yo, ahora nos miramos, ahora sólo miras tú, equivale a tejer la verdadera red de un lazo, de un vínculo. El poder de la mirada es muy grande, y bien llevado ata, refuerza y enriquece una relación. Por eso también en la mirada puede haber los primeros chirridos de una relación. Sí, es frecuente que a partir de cierto momento las mujeres empiecen a quejarse del hecho de que —según dicen— los hombres no las miran, y al no mirarlas piensan que no les hacen caso y que como consecuencia la relación empieza a ir de capa caída. Desde aquí sugeriría unas gotitas de aceite de mirada y los chirridos desaparecerán. De hecho, nos encontramos en un punto fundamental de las relaciones. Hemos dicho que el amor cambia con el paso del tiempo e incluso que algunas sustancias químicas como la oxitocina y la vasopresina, habrán de desempeñar su papel en ello, y está claro que signos no verbales como el menudeo de la mirada mutua y el tacto afectuoso son los que pueden estimular su producción y el riego del cerebro.
No debe extrañarnos en absoluto que una mujer pueda manifestar frecuentemente la queja de que su compañero, su pareja, no la escucha, no la mira lo bastante a los ojos, no le habla lo suficiente o no le hace caso. Seguramente, aquel que ahora se expresa poco en los primeros tiempos de la aproximación y del galanteo no cesaba de hablarle a la cara, charlaba por los codos y la comía con los ojos. De hecho, era todo ojos, porque los ojos son la puerta del universo más personal, de la intimidad, y en nosotros todas las relaciones han empezado por ahí. Así, en los comienzos de la relación, a ella le bastaba con insinuar cualquier cosa con respecto al centro docente, la música y el trabajo y él hablaba durante media hora mientras su mirada sustentaba el flujo de las palabras. ¿Se os ha ocurrido pensar en cuántas palabras pudo llegar a decir en el tiempo que duró aquella situación de cortejo? ¡Millones! Sí, millones. Toda la fuerza del cerebro lo empujaba a ello, y los ojos, y los oídos y la nariz y el corazón y los pulmones y el cuerpo entero trabajaban para consolidar la relación. La naturaleza es así de romántica. Pero claro, ahora han podido mantener relaciones sexuales hasta la saciedad, están juntos y quizá viven juntos desde hace tiempo.