jueves. 23.01.2025
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Villalechuga

Chema Rosas

Cierta vez me encontraba con una amiga paseando por el centro de la ciudad cuando de pronto aparece un reportero de noticias local con camarógrafo a un lado y micrófono en mano. –Estamos haciendo un sondeo, ¿te gustaría participar?- me preguntó amablemente. En lo que yo decidía qué responderle, ya estaba la cámara encuadrando mi rolliza figura y el micrófono apuntándome a la cara.

-¿Cuál es tu opinión del nuevo cuadro de los lechugueros?- disparó a quemarropa.

Pensé en las últimas exhibiciones de arte a las que había acudido, pero no recordaba haber visto cuadro alguno que mostrara campesinos recogiendo lechugas, o mercaderes haciendo lo propio. Descarté la idea de que me estuvieran interrogando sobre arte costumbrista. Luego traté de recordar si conocía algún colectivo de arte contemporáneo homónimo del ingrediente principal de las ensaladas. Comencé a enumerar los tipos de lechuga que conozco –Romana, italiana, sangría, beluga…- cuando mi amiga salió al rescate.

-Se refieren al equipo- me aclaró.

Entonces sí entré en pánico. Mi completa falta de conocimiento respecto al mundo deportivo estaba a punto de quedar al descubierto. Para no quedar como un completo tarado intenté confesar mi ignorancia frente a la cámara y seguir mi paseo con la dignidad mancillada mas no destrozada por completo.  Tras una pausa cargada de honor y suspenso declaré:

-Lo lamento, pero debo decir que no sé nada de futbol.

Siguió una pausa cargada de confusión e incredulidad. De pronto los tres –reportero, camarógrafo y mi amiga- soltaron una carcajada. Al ver en mi cara la expresión de quien inadvertidamente sale de casa sin pantalones, ella me explicó que Los Lechugueros son un equipo de basquetbol; el reportero ofreció entre risas una disculpa y el camarógrafo me dio una palmada en la espalda como agradecimiento por “hacerle el día”.

Puedo apostar que si la pregunta hubiera sido cuál es la estrella más cercana a nuestro sistema solar, cuál es la superficie territorial de México, qué son exactamente las grasas trans o qué dirección tomar para la salida a Cuerámaro, mi completa ignorancia no hubiera sido tan celebrada… pero el tema aquí era el “mundo deportivo”, y lo digo así, con comillas porque no es lo mismo el mundo deportivo que los deportes.

Conozco las reglas del básquet, y tras horas de investigación y análisis presumo que soy capaz de identificar un fuera de lugar en el futbol… pero cuando se trata de “posiciones en la tabla”, el sistema de puntos, conceptos como la “repesca” o nombres de futbolistas que no sean Hugo Sánchez, Pelé o Messi, me vuelvo equivalente a un pianista con guantes de box.

Dicho lo anterior, y por más extraño que resulte, realmente disfruto ver un buen partido con mis amigos pamboleros, quienes de vez en cuando me invitan al estadio y la paso de maravilla. Exacto. Soy un villamelón.

Para quienes están tan confundidos como yo con las lechugas y los lechugueros ofrezco la siguiente explicación: “Melón”, además de una fruta, es un coloquialismo que usan en España para referirse a los tontos. Así, un villamelón es un habitante de la aldea de los tontos. Los expertos y verdaderos fanáticos de los deportes adoptaron el término para burlarse de quienes, como un servidor, no sienten ferviente pasión por un deporte o equipo ni conocen suficiente al respecto, y aun así tienen la desfachatez de gozarlo.

En vez de molestarme porto el mote con cierto orgullo, y he aquí algunas de las razones:

Puedo apoyar a un equipo. Por más villamelón que uno sea, hay que irle a alguien. Festejar todos los goles del partido es una canallada.

Chicharrones y cerveza. Claro que podrían consumirse viendo la grabación de una puesta operística, pero por alguna razón saben mejor rodeado de amigos gritándole cosas al árbitro.

Insultar al árbitro. Porque es una manera socialmente aceptada de retar a la autoridad sin consecuencias.

Celebrar los goles. Aunque el marcador final me provoca relativa indiferencia, gritar gol rodeado de verdaderos aficionados lo deja a uno con el sentimiento de haber logrado algo.

Soy una especie de talismán. Por alguna extraña razón, ya sea en casa, un bar o en el estadio, cada vez que voy al baño mi equipo mete gol.

Desmentir una conspiración. Hay quienes dicen que el futbol es una herramienta del gobierno para mantener al pueblo ignorante de lo que realmente ocurre en las esferas del poder. Yo puedo pasar meses sin ver un partido y de cualquier manera no tengo más idea que mis fanáticos amigos.

Claro que hay temas que me interesan y de los que puedo hablar horas, pero realmente envidio y respeto a quienes son capaces de sentir pasión desbordada por lo que ocurre con un balón en una cancha. Siento que me estoy perdiendo de algo emocionante. Mientras tanto, como me ocurre con tantas cosas en la vida, no queda más que disfrutar cada experiencia al máximo de mis posibilidades y a pesar de mi ignorancia… como un feliz habitante de la villa del melón.

Por cierto: ¡Dale León!

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Chema Rosas
 (Ciudad de México, 1984) es bibliotecario, guionista, columnista, ermitaño y papa-de-sofá, acérrimo de Dr. Who y, por si fuese poco, autoestopista galáctico. Hace poco incursionó también en la comedia.

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