Es lo Cotidiano

FUMADORES [XXXIII]

Mark Twain

José Luis Justes Amador

Mark Twain final
Mark Twain

Cuando se escribe demasiado sobre algo, en este caso el tabaco y sus placeres, y de repente salta algo diferente, algo que puede sonar a arrepentimiento, la primera idea del lector es la de creer que el autor ha decidido dejar de fumar. Cuando hace unos días, al salir de una conferencia en la que el expositor había dejado todas las dudas en el aire en el turno de preguntas, me preguntaron si había dejado de fumar, no entendí la razón de la pregunta. Me costó un par de días descubrir el motivo. Y me costó muchísiemo menos descubrir la respuesta que debería haber sido la adecuada: “miles de veces”. “dejar de fumar es fácil, yo mismo lo he hecho miles de veces”. La frase es de Mark Twain.

La fotografía de Mark Twain está realizada en un estudio. Nadie tiene en su casa una pared tan descolorida y de un color tan apagado como la que le sirve de fondo. La posición en la que Samuel Clemens –el nombre de nacimiento del autor del inolvidable Tom Sawyer- se sienta es incómoda, lo que elimina la posibilidad de que alguien lo haya retratado fumando en el descanso entre una sesión de escritura y la siguiente. No es difícil imaginarse la conversación entre el fotógrafo y el retratado.

–¿Sería usted tan amable de prender uno de esos puros tan característicos suyos? Digo, es por el retrato. ¿No me diga que ha dejado de fumar usted?

–Lo dejé hace una hora, pero no se preocupe usted. Puedo volver a prender otro.

Samuel, probablemente, introdujo la mano en el grueso saco y de una cigarrera sacó uno de sus diminutos puros. Y también es probable que ni siquiera se diera cuenta de que mientras él hacía el gesto que le iba a hacer dejar el dejar de fumar por enésima vez, el fotógrafo ya estaba preparado para retratarlo.

Y en ese preciso momento de prenderlo, a Samuel Clemens, a Mark Twain, parece no importarle nada del mundo, más allá del humo que en parte se expande a juego con su cabellera blanca y en parte se va a llenar el estudio de fotografía (en aquellos tiempos dichosos donde se podía fumar en cualquier lugar). Clemens, Twain, está concentrado sólo en ese acto ritual, casi mágico, de prender el cigarrillo con una llama que flamea aún más cuando se acerca a la punta del cigarro. Sabe, y lo piensa para sí mismo con esa ironía que destilan todos sus escritos, que en cuanto acabe de fumárselo (reza para que la sesión de fotos termine antes), habrá dejado de fumar de nuevo. Hasta el siguiente que prenda. Quizá por eso está más concentrado en el hecho mismo que en el de ser fotografiado.

Seguramente no sabe, no hay manera de que pueda saberlo, que años después alguien recordaría su frase mientras termina un artículo sobre él y espera tras el punto final prender un cigarrillo, el cigarrillo que le ha hecho saltarse la norma de dejar de fumar. Miles de veces.

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