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¡Demonios!

Chema Rosas

Chema Rosas - ¡Demonios!
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¡Demonios!

“¡Estás como poseído!”

Es la respuesta histórica y constante que tiene mi padre cada vez que le comparto ideas o sugerencias poco convencionales. Así es como desde que tengo memoria algunas de mis propuestas de colaboración doméstica-como querer pintar de negro las paredes del cuarto-, antojos espontáneos -por ejemplo, comer cualquier cosa a bordo de su auto- y hasta propuestas educativas adelantadas a mi tiempo -como cuando quería dejar de asistir a las clases, hacerme vagabundo y aprender en la escuela de la vida- fueron calificadas como señales de posesión demoníaca.

Otras manifestaciones de posesión satánica eran pedir permiso para salir a pedir dulces en Halloween o ir en familia a comer a McDonald’s. Alguna vez le comenté que planeaba reducir mi huella de carbono usando motocicleta en vez de auto y no hizo falta que me acusara de hospedar una entidad satánica, pero sacó un Corán, un rosario tibetano y una medalla de Pío X -no es el Papa más popular, pero es su favorito-. Tuve que prometer que no compraría una moto, para evitar que trazara un círculo de sal alrededor de la casa.

Estoy seguro de que en la mayoría de esas ocasiones mi padre estaba exagerando. Utilizaba la posesión demoníaca como hipérbole de lo ridículo e inviable de mis poco convencionales y revolucionarias ideas, además de que dejaba claro que su frase era un símil; no es lo mismo estar poseído a estar COMO poseído. A veces no es fácil reconocer la diferencia, por lo que hay que estar atentos a las señales básicas de posesión demoníaca según la iglesia católica:

  • Hablar en lenguas distintas. Casi siempre latín, aunque también sirve cualquier cosa que no entienda el resto de los presentes
  • Aversión a lugares y símbolos religiosos. Sus reacciones van del fastidio al horror
  • Antojo de comer en McDonald’s.
  • Gritar peladeces ante la menor provocación, o incluso sin provocación alguna
  • Comportamiento violento y aumento de la fuerza física
  • Aumento del deseo sexual
  • La voz se transforma y se hace grave, como si viniera del infierno
  • Olores extraños, predominantemente el azufre, que es el aroma del maligno.
  • Cambios drásticos y repentinos de personalidad.

En resumen, estar poseído por satanás y pasar por la adolescencia es exactamente lo mismo… pero vaya, al contrario que los adolescentes, los demonios no siempre han sido sinónimo de maldad y destrucción.

Según Internet, la palabra demonio tiene sus orígenes en la palabra griega “daimon” que significa “genio”. Antes de que existiera el cristianismo, los demonios eran básicamente cualquier divinidad buena o mala que no fuera suficientemente grande o popular para entrar en el panteón de los grandes dioses. En ese sentido, la chamba de los demonios era más bien de mediadores entre humanidad y dioses mayores y se encargaban del desarrollo de la vida y la naturaleza.

Ya sea que los demonios sean entidades maléficas del maligno, que existan independientemente de nosotros como espíritus de la naturaleza o que sean inventos de los humanos para darle forma a nuestros comportamientos erráticos, lo cierto es que se le ha hecho muy mala publicidad a los demonios. Es así como nos hemos convencido de que:

Son feos. No hay que confundirlos con los monstruos, sin embargo, suelen tener alas, escamas, cuernos y ojos rojos. Hay algunos que se disfrazan de gente atractiva para atraer a sus víctimas, pero en cuanto han asegurado a la presa revelan su verdadera y poco halagadora apariencia.

Pueden significar cualquier leperada. Se supone que al estar poseídas, las personas se vuelven majaderas, sin embargo tenemos la costumbre de nombrarlos en lugar de la verdadera palabrota que queremos decir. Porque gritar “¿qué demonios quieres?” “me lleva el demonio” o un simple “¡demonios!” es de alguna manera socialmente más aceptable que lo que tenemos en la mente.

Huelen horrible: Por ello cada vez que percibimos un aroma desagradable decimos que huele a demonios. También se han convertido en la coartada perfecta para desviar la atención de los propios olores corporales.

Nos incitan al mal: Tras haber realizado algo de lo que no nos sentimos orgullosos la culpa no es nuestra sino del no sé qué demonio que se nos metió. Cuando alguien se porta de forma violenta está endemoniado.

A pesar de toda esa mala publicidad, hay una cosa cierta: todos tenemos demonios. No siempre son los mismos y no siempre son iguales, a veces nos sorprende encontrar uno nuevo en la colección y otras veces no los reconocemos porque, como pokemones, han evolucionado. Y están ahí porque los necesitamos:

  • Porque hay que tener con quién platicar cuando no hay nadie más alrededor.
  • Porque a veces el peso de nuestras acciones es demasiado y ellos nos ayudan a cargarlo.
  • Porque cuando una situación nos sobrepasa alguien tiene que tomar el control.
  • Porque sin ellos estaríamos indefensos ante los demonios de los demás.
  • Porque algo tiene que sacarnos de nuestra propia inercia.

Y es que a fin de cuentas todos estamos poseídos, pero tenemos el poder de escoger a quién alojamos… el chiste está en elegir bien a nuestros demonios.

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Chema Rosas
 (Ciudad de México, 1984) es bibliotecario, guionista, columnista, ermitaño y papa-de-sofá, acérrimo de Dr. Who y, por si fuese poco, autoestopista galáctico. Hace poco incursionó también en la comedia.

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