jueves. 05.12.2024
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El primer cuarto de siglo

Luis Eduardo Delgado Aguiñaga

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Luis Eduardo Delgado Aguiñaga
El primer cuarto de siglo

Trescientos meses son aproximadamente veinticinco años. Quiero decirlo así, sin exactitud. También son el equivalente a un cuarto de siglo o a la mitad de un decalustro. Esa imprecisión a menudo es análoga al conocimiento histórico sobre la ciudad de León, especialmente en aquello relativo a su fundación: vista desde luego no ya como un acto puntual sino como un proceso que al menos puede estar relacionado con estos primeros años: 1551 y 1576, más o menos. El presente texto hace las veces de remembranza, aunque expuesta de modo informal, con la firme finalidad de otorgar algunas pistas. Conduce desde las primeras expediciones españolas en este territorio y el choque con los chichimecas, hasta la conversión del estanciero Valle de Señora a villa de León, la fundación legal, su inexistencia en los mapas novohispanos del siglo XVI y XVII y un confuso documento apócrifo. La parte final incluye el listado de fuentes consultadas, en el cuerpo los autores sólo son remitidos por sus nombres propios.

La historia prehispánica del actual territorio de León le ha marcado como el terruño de los bárbaros del norte: los chichimecas. Con más de veinte sitios arqueológicos se puede aseverar la presencia de distintas civilizaciones aproximadamente desde el 300 a.C., sin embargo, poco de ello se les puede atribuir a los chichimecas, de condición nómada; los cuales, afirma Carlos Arturo, “jamás fueron residentes en estas tierras”. Merodeadores no obstante, incluso luego de las expediciones españolas de 1526, el ingreso por el sur y oriente; 1529-1530, con Nuño de Guzmán quien inclinó la exploración hacia el poniente, centro y norte, atravesando el río Grande–Lerma al que llamaron “de Nuestra Señora”, llegando a Guanajuato, Pénjamo, los Ayos y Guastatillos (nos cuenta por su parte Matías); y 1531, con Pedro Almendes de Chirinos quien arribó hasta lo que hoy es Lagos, Comanja y León —de acuerdo con Lucio. Así, el nombre del Río de Señora se extiende al valle donde se originaba: el valle de Huastatillos, donde se fundaría León —nos comparten Carlos Arturo y Zaid. En torno al nombre del río y del valle de Señora, las hipótesis son diversas, también se dice —por ejemplo Lucio— que: ese valle de los Huastatillos fue cedido por el Rey de España a la señora Beatriz Ponce de León, condesa de Haro, por lo cual fue llamado ‘Valle de (la) Señora’. Sin embargo, existe información que acredita a esa señora como la propia hija de Juan de Jasso y, más bien, de María Ponce de León: en efecto, confiesa Alonso, de la familia de los condes pero de Baylen, en Andalucía.

Es en ese “Valle de Señora” o Huastatillos donde, al menos desde la década de 1550 —1551, dice Carlos Arturo—, Juan de Jasso, “el Viejo” —su mujer y/o su hija—, era(n) propietario(s) de estancias de ganados, apuntan Rosalía y José Tomas. Personaje quien había prestado servicios a la Corona y, según Jesús, había sido capitán a guerra contra los chichimecas: razón que le hizo acreedor a numerosas mercedes y a figurar como un prominente colonizador estanciero, luego de recibir de la corte la real ejecutoria de hidalguía en 1549 (en conformidad con Francisco Luis). Está desde luego la hipótesis de Miguel Ángel, que las mercedes le fueron también otorgadas por su casamiento con una condesa. Siendo vecino de la ciudad de México, fue dueño por cerca de veinticinco años de la Estancia de Señora, luego fue uno de los primeros pobladores en tener “asiento de minas” en Guanajuato, según Jesús. Lucio relata que el virrey Enríquez compró a Doña Beatriz el terreno necesario para la fundación de León; o, en sentido de Rosa Alicia, las mercedes quedaron sin efecto por fundamento legal para la conversión de la estancia en villa. A propósito, Carlos Arturo retoma el relato de un natural quien informa que la estancia de Señora, fue mandada despoblar para fundar la villa de León y que ha sido siempre de la Nueva España, pues fue testigo de la división de los reinos de la Nueva España y la Nueva Galicia, vio hacer la división y echar la raya y mojoneras.

La importancia que tuvo la colonización agrícola y ganadera iniciada por la localización estanciera en el bajío estuvo relacionada, según María de la Cruz, Carlos Arturo y Antonio, con las siguientes razones que incidieron en el constante poblamiento del Valle de Señora: a) necesidad de expansión en la conquista y colonización; b) al ser un valle exuberante con buenas tierras para actividades agropecuarias; c) por la cercanía a lugares mineros: la sierra de Comanja y Guanajuato; d) como apoyo y punto de paso a otros asentamientos españoles; e) para auxiliar a las caravanas que conectaban a la ciudad de México con los centros mineros; f) para hacer posible la entrada y salida de materia prima y mercancías; y g) para alimentar a los mineros, abundaban las crías de ganado.

A partir de lo anterior, se hizo evidente un continuo mestizaje en torno al territorio que rodeaba a las estancias, comenzando con el asentamiento de españoles, los grupos indígenas y los esclavos negros. Favoreciendo, por un lado, las condiciones para la posterior conformación de núcleos artesanales que constituirían ciertos rubros en la dinámica de la economía y cultura leonesa. En cambio, también fue el origen de diversas problemáticas que se irían incorporando paulatinamente al latente conflicto contra los chichimecas, enemigos permanentes de los estancieros y de los posteriores vecinos. De hecho, entre las primeras décadas de la Guerra Chichimeca y el devenir hacia el último cuarto del siglo XVI, fue cuando las constantes agresiones, atracos y perjuicios a los bienes de los españoles, al tratarse esto de una disputa territorial, agotaron la firmeza de los estancieros del Valle de Señora y cercanías. A tal grado que, cansados y decaídos por un peligro que parecía perenne, acudieron ante la autoridad virreinal para solicitar la fundación de un asentamiento más formal, ejercicio que venía incurriéndose en otras inmediaciones pueblos, villas o ciudades, recuentan Carlos Arturo y Mariano; con la justificación de que los chichimecas representaban un obstáculo para colonizar enteramente esa tierra.

El virrey Martín Enríquez de Almansa, del Marquesado de Alcañices en la provincia de León, España, consintió la petición de fundar la comunidad o “legalizar la ya existente” —nos cuentan Jorge Arturo y Mariano. Sería llamada León por la procedencia del virrey. Siguiendo a Jesús, Carlos Arturo y Mariano, el 12 de diciembre de 1575 se expidió el mandato real para que se fundara y poblara de españoles “en los llanos de los chichimecas, en el valle que dicen de Señora”, una ciudad o villa —según el número de vecinos—, “para la pacificación de los indios, que en los dichos llanos andan alzados y rebelados del servicio de Su Majestad, y que se evite los daños que hacen, especialmente en las Minas de Guanajuato y Comanja”.

Un comisionado virreinal fue el encargado para elegir las tierras convenientes para la fundación. La exploración, de acuerdo con Jesús, duró cuatro días hasta que el 20 de enero de 1576 se encontró el sitio adecuado, justo entre el arroyo “de Señora” —o probablemente el de Machihues, considera Miguel Ángel— y la estancia de Señora, área que ya contaba con algunos edificaciones: una capilla primitiva, una casa habitación, ambas propiedad de Juan Alonso de Torres, y probablemente un cementerio momentáneo —exponen Wigberto, Jorge y Rayito. Allí se cumplió la orden de fundación y elección del primer Ayuntamiento. Una vez perpetrados los actos protocolarios, se efectuó el trazado de lo que tan sólo había podido alcanzar el rango de villa: más de cincuenta y menos de cien vecinos —rebasar los cien hubiese significado la fundación como ciudad. Según Jorge Arturo, el trazo de la villa primitiva se realizó en medida de lo posible bajo lo establecido en las Ordenanzas: veinticuatro manzanas en torno a una plaza, rodeada de la iglesia, el mesón y las cosas de alto grado: justicia, cabildo y cárcel; además de los solares para las casas de los vecinos, los huertos, ejidos y dehesas.

La traza original del fundo, atestigua Jesús, limitaría con lo que actualmente es, al norte, el bulevar López Mateos; al sur, la calle Constitución; al oriente, la avenida Independencia —Gante y Donato Guerra— y, al poniente, la calle Comonfort. Los límites totales de la villa, en cambio, indica Antonio, se desbordaron más allá de las veinticuatro manzanas, abarcando el norte hasta la calle Carmelita en Peñitas, o la garita del Barrio Arriba; al sur hasta el río Conchos en el barrio de San Miguel, o hasta la estación del ferrocarril; al poniente con la calle Aragón y al oriente hasta las antiguas instalaciones del Instituto Lux —hoy Fórum Cultural Guanajuato.

El tratamiento que le brinda a la fundación de León Miguel Ángel resulta elemental para comprender el suceso como fenómeno urbano y regional en construcción, no ya sólo a modo de una coyuntura, una epopeya con tintes de fábula, sino como un proceso de poblamiento, apropiación y ocupación territorial, iniciado desde 1526 con el advenimiento de los primeros españoles, la constitución de un asentamiento a lo largo de 40 años y, finalmente, el reconocimiento legal en 1576. León ya existía en 1576, existía ubicado en tierras de propiedad particular —de Juan Jasso o de su familia—, existía en los hechos pero no legalmente, para ello debió pasar a dominio de villa y así tener estatuto legal, límites geográficos y autoridades: esto ocurre en 1576. Pero esa existencia fue relativa; al margen, por ejemplo, los mapas de la Nueva España la seguían omitiendo aun ocurrida su fundación y todavía en el siglo XVII. Thomas analiza el Hispanae Novae Sivae Magnae, Recens Et Vera Descriptio[1] de 1579, donde no sólo no aparece León sino que se descartan intencionadamente los Reales de Minas, como el de Guanajuato, y sus caminos, tal “secreto de estado” en favor a la seguridad de los nuevos territorios obtenidos por la corona española, aunado a la vaguedad en la representación de otros asentamientos humanos y a la lentitud en el tránsito de las informaciones: este mapa, según el autor, fue elaborado con datos aproximadamente de 1560. León existía, sí, no bajo ese nombre pero sí como estancia(s) —[hipotéticamente] simbolizada(s) con un diamante y la leyenda: “Magalia hispanorum, ubi armenta pascuntur”, o sea: la Magalia de los hispanos donde se alimentan los ganados —Magalia es un territorio, pero también quiere decir, tienda o acampada.[2]

 

La inexistencia de León en la cartografía de la Nueva España en 1579 y 1640

La preocupación de Miguel Ángel, repetir lo mismo que se ha dicho o escrito, sin verificar, coincide con la de Margarita, existen vacíos que no han sido colmados, en torno a la historia de León. En este sentido, Miguel Ángel hace una revisión del texto del canónigo José Guadalupe Romero (1862), también de aquel del padrecito Luis Manrique (1864). Ambos en la creencia de que desde muchos años antes a 1576 se habían asentado algunas familias y que para 1532 y1552 ya existiría como Villa de León, pues se “hablaba” así de ella. En efecto, la ocupación del territorio ocurrió previamente a la posterior legalización. Sin embargo, el que el nombre de León ya se usase antes del decreto es dudoso. Romero se basa en una supuesta cédula de Carlos V a un mentado Diego Tomás Queesuchegua, de acuerdo con Horacio, en la cual se otorga un vastísimo territorio para la fundación de Pénjamo, donde se habla de “esa Villa de León”. El texto de Romero es por demás confuso, habla de tres fechas: 1532, 1542 y 1552 en torno al mismo asunto. Emplea en el escrito: personajes, lugares y diversidad de situaciones anacrónicas, fuera de tiempo. Para ejemplificar: para la primera fecha todavía no fungía la figura del virrey, y habla de uno; menciona a León no sólo como villa sino que también como alcaldía mayor, lo primero sucede en 1576 y lo segundo hasta 1580; finalmente, el propio nombre de León carecería de sentido, pues, se ha dicho que esto se debe al origen del cuarto virrey, en funciones de 1568 a 1580. Para Alberto se trata de un documento apócrifo vinculado a un indio escribano con mote de el “Chiquisnaquis”, artífice de cédulas reales, mercedes virreinales y otros títulos falsos para enfrentar los litigios de ciertas comunidades indígenas ante los dueños de haciendas.

Esto en un cuarto de siglo, el primero. El que se tiende a darse por descontado. En tanto, ahora, León va cumpliendo cinco mil trescientos dieciocho meses, aproximadamente cuatrocientos cuarenta y tres años, cerca de dieciocho cuartos de siglo o nueve decalustros.

 

Fuentes consultadas

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Carrillo Cázarez, Alberto (1993). “‘Chiquisnaquis’ un indio escribano, artífice de ‘títulos primordiales’ (La Piedad siglo XVIII)”. Revista Relaciones(48), 187-210.

Castro Rivas, Jorge Arturo (2002). "Conquista y colonización del territorio de Guanajuato durante el siglo XVI". En A. Sandoval Pierres, Centro, textos de hisoria Guanajuatense (págs. 115-176). México: Universidad de Guanajuato.

de la Mota Padilla, Matías (1742). Conquista de el Reyno de la Nueva Galicia en la América Septentrional, fundación de la capital Ciudad de Goadalaxara, sus progresos militares y políticos y breve descripción de los Reynos de la Nueva Vizcaya, Nueva Toledo o Nayarit, Nueva Extremadura o Coahuila, Nuevas Philipinas o Texas, nuevo Reyno de León, Nueva Andalucía o Sonora y Sinaloa, con noticias de la Ysla de California... México: Manuscrito, 1879.

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Eduardo D. Aguiñaga
 (León, Guanajuato, 1984) es arquitecto preocupado (y ocupado) por cuestiones sociales, músico y coleccionista de discos y experiencias. Es pinchadiscos y coeditor del Fanzine del Cerdo Violeta.

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[1] Ortelius representó en este mapa regiones del Reino de Nueva Galicia y de la Nueva España que únicamente conocían cuatro funcionarios del virreinato: el oidor alcalde mayor de la Audiencia de la Nueva Galicia en Compostela, quien disponía una relación elaborada para Sinaloa en 1550; un inspector; el justicia mayor del occidente novohispano de 1540; y el encargado de poner las mojoneras en 1551 entre los obispados de Nueva Galicia y Michoacán. El inspector viajó con toda su documentación a España en 1560 y en Sevilla se reunió con un cosmógrafo quien contaba con otra información del virrey y los planos del oidor. Ambos trazaron durante meses un mapa que enviaron a Ortelius, quien modificó la información acerca de los reales de minas, sino es que esto se hubiera hecho previamente. A pesar de la amplia difusión de este mapa, por décadas nadie publicó la ubicación de los reales de minas y otros centros de población novohispanos faltantes, al contrario, se elaboraron fieles copias —toda la información es de Thomas. Caso del Nova Hispania et Nova Galicia de ¡1640!

[2] Traducción hecha por Armando Isaac Quezada Medina.