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POESÍA

Las luces de la ciudad

Margarita Isabel Vázquez

Las luces de la ciudad
Las luces de la ciudad
Las luces de la ciudad

 

La penumbra de la noche me impide ver, sólo siento las pequeñísimas y diversas gotas de sudor recorrer mi rostro, bajar por mi pecho y llegar hasta mi ombligo. Ni el ajetreo de mi caminar logra que los ilusorios miedos se me desprendan del pecho. Me escondo entre la gente, motivada por los dolores ajenos. Me hago pequeñita y disfruto de la mediocridad de las falsas caricias. Pero el tiempo logra alcanzarme y en medio de la opacidad una tenue luz empieza a resplandecer, poco a poco hasta que se logra encender por completo e invoca preguntas sin respuesta. Me quiero lavar y así no extrañar o creer necesitar, pero ya es muy tarde, las luces no se pueden apagar.

Los recuerdos son las balas y yo soy el blanco. Recuerdo uno: su carita de niño perdido, falso artista y poeta voyerista.

Recuerdo dos: las cervezas bebidas, los besos dados, el amor declarado y los lugares que habitamos.

Recuerdo tres: la fotografía perdida.

Todo comienza nuevamente. Búsqueda incesante de un significado. Lectura incorpórea del pasado. La nostalgia llega de golpe y arrasa con mi tranquilidad. Mares de melancolía me amurallan y me impiden respirar. No sé qué buscar, pero no me detengo. Pulsaciones. Sudo lágrimas. Su necesidad. Sudo todo lo que se pueda sudar. Dejo de sudar, pero aún quedan rastros de tristeza en mis poros. Necesidades momentáneas que dejan de ser pasajeras y se instalan.

Y termino donde empecé. Las calles mojadas de una ciudad cualquiera. El cielo negro. Un vaivén de vehículos que me ensordecen. Tumulto de gentes que quieren llegar a casa. Edificios altísimos, unos abarrotados otros abandonados. El artista callejero cambiando su mejor balada por unos cuantos pesos. Las gotas de lluvia que caen sobre las largas pestañas del melancólico poeta que aún guarda la esperanza de encontrar las luces que un día perdió. Sus frágiles manos buscando esa imagen entre cada click. Sus ojos perdidos entre las prominentes ojeras. Finalmente, susurro su nombre.

Pero no está, es solo la idealización. Una fotografía más. 

 




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Margarita Isabel. Tabasco, 1996. Estudiante de Cultura y Arte. Lectora que escribe.

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