GUÍA DE LECTURA 598
Tachas 629 • Los robots contarán nuestras historias, de Daniel Centeno • Jaime Panqueva
Jaime Panqueva

No sólo se trata de la inteligencia artificial; la carrera por los robots humanoides avanza y los jugadores más poderosos del planeta están en ella. Tesla y BYD, por ejemplo, planean fabricar entre 10.000 y 20.000 unidades este año. Boston Dynamics, que pertenece al grupo coreano Hyundai, habla también de decenas de miles de su Atlas 2.0. Figure AI, empresa financiada por NVIDIA, Jeff Bezos, OpenAI, y Microsoft espera producir unas 12.000 unidades anuales. Según los analistas de este campo, el mercado actual de 2.98 millardos de dólares explotará en la década siguiente a unos 243 millardos, inflación incluida. Y esto no incluye las aplicaciones militares en un planeta donde las guerras automatizadas con misiles y drones, como lo hemos visto con Irán e Israel, han rebasado el campo de la ficción, como el de 1984 de Orwell.
De los robota de los Čapek, fabulados en checo hace poco más de un siglo; a través de las máquinas alucinantes de Asimov, a mediados del siglo pasado; hasta los nuevos diseños potenciados con la inteligencia artificial que podrán adquirirse relativamente pronto, la especie humana extiende su conciencia a creaciones subalternas.
Daniel Centeno, de quien reseñé hace unos años su nouvelle Puerta cerrada, realiza un ejercicio inquietante en su libro de cuentos Los robots contarán nuestras historias (Ocelote, 2024) con cinco relatos postapocalípticos donde los sobrevivientes: niños, fantasmas, robots de diferentes pelajes, nos cuestionan alrededor de la conciencia, la soledad, la fe o la fraternidad. La calidad de su prosa, clara, elegante, de la que ya daba cuenta en Puerta cerrada, construye escenarios en ruinas, mas no alejados de nuestro entorno cotidiano, como el Hospicio Cabañas en Guadalajara, donde se desarrolla su cuento El hombre en llamas, en honor a la creación pictórica de José Clemente Orozco.
Centeno explora los límites entre lo humano y la tecnología de punta, último resonar de nuestra presencia en la tierra. Sus robots recuerdan sus “vidas anteriores”, sufren las inclemencias del invierno nuclear y la lluvia ácida, se comunican con fantasmas humanos y esgrimen sus relatos como un consuelo, como una forma de permanecer en el tiempo y aguardar un futuro renacimiento. Dentro de esta particular resiliencia, en medio de la lucha por sobrevivir a una avería técnica definitiva, sus máquinas emanan unos destellos de humanidad asombrosa. Un libro de relatos memorable y recomendado en particular a los amantes de la ciencia ficción, al igual que Crepúsculo mecánico, de Antonio Berumen, una excelente muestra de la calidad literaria que pueden alcanzar nuestros escritores en este género.
Gracias, Edurne Villanueva, por prestarme tu ejemplar.
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