La denuncia del racismo en Escupiré sobre vuestra tumba
María Guadalupe Santos González
La venganza será tan cruel, tan bestial, que encarna la venganza que tendría que tomar toda una raza, la raza negra, contra el hombre blanco por tantos años de asesinatos, violaciones, opresión y dominación. Una pequeña venganza frente a la injusticia tan grande que nunca podrá ser subsanada.
Jorge García Torrego
Mierda de negro, escuchaba estas palabras mientras caminaba junto a la acera que queda frente a la tienda X. ¡Mierda de negro! Escuché con más fuerza nuevamente mientras mis pasos aceleraban, un tanto porque llevaba prisa y otro tanto porque sabía que si me detenía habría problemas entre esa basura de blanco y yo. Soy más fuerte —pensé— y efectivamente lo era. Contaba con una buena condición física, además de que mis dos metros de altura hacían que mirara casi siempre hacia abajo a la mayoría de las personas a las que me acercaba, esto hacía que tuviera puntos a mi favor si decidía volverme para enfrentar las hirientes palabras de aquella voz varonil que me gritaba con insistencia, como si su única tarea fuera la de molestar a los de mi raza. No me detuve, seguí caminando a la vez que apretaba mis puños con fuerza, como si con esto lograra liberar el furor que iba creciendo dentro de mí.
La llaga no cierra, el dolor sigue vivo, ya no tanto por los golpes y humillaciones de que toda raza negra ha sido víctima, sino por las pocas posibilidades con que cuentan estos hombres para poder liberarse de las discriminaciones y recuperar la dignidad a la que todo ser humano tiene derecho. Las voces siguen gritando, denunciando con más fuerza, y ahora no sólo las de aquellos que han sido víctimas del racismo, sino también las de aquellos que han creado consciencia de tan funesto hecho, aquellos que deciden alzar la voz por medio del silencio de las palabras escritas que tal vez sean las más fuertes y resonantes para insertarse en la mente de todo aquel que las haga vivir por medio de la voz.
Muchos se han atrevido a hablar. Boris Vian[1] lo hizo. A través de algunas de sus obras literarias hace una denuncia por todo ese dolor que siempre ha acompañado a las personas de raza negra, gracias a su siempre victimario, el hombre blanco. “La relación que Boris Vian establece en su novela con las personas de raza negra es muy importante, ya que él mismo adopta un nombre, Vernon Sullivan, que supuestamente encarna a un escritor negro de Estados Unidos”.[2] Esta personalidad que crea para sí fue una ventaja para Vian, pues le facilitó lanzar esta crítica a las costumbres occidentales “[…] Encarnar a una persona de raza negra, que tradicionalmente ha sido atacada y despreciada por el color de su piel, le capacita para poder dirigir de manera más violenta su propia crítica. La voz de la crítica de los oprimidos de la raza negra que no hace sino amplificar la propia voz de Vian”.[3]
La crueldad que podemos encontraren esta obra fue causa de gran escándalo en la crítica francesa tan conservadora e injusta; por tal motivo, tanto el editor como el propio autor sufrieron las consecuencias siendo procesados y la novela prohibida; sin embargo, esto no fue suficiente para que el autor flaqueara ante tales críticas.
Nunca toleró que la burguesía francesa más conservadora o los llamados “bobos” (burgueses bohemios) le criticaron por su falta de pudor, por eso en esta novela, además de dejar impreso en el lector la crítica a la historia de la violencia de la raza blanca sobre la raza negra, consigue no sólo dar un paso más allá en el escándalo sino que utiliza todos los recursos posibles para que Escupiré sobre vuestra tumba sea considerada y cree un escándalo que provoque revuelo.[4]
Cruda, cruel, descarnada, antimoral, son algunos de los calificativos que le atribuyeron los críticos a Escupiré sobre vuestra tumba, novela corta en la que el protagonista, Lee Anderson, un negro con apariencia de blanco, trama un plan secreto para vengarse de los negros, principales victimarios de los de su raza y, sobre todo, de la raza de su hermano. “Su descabellada idea para vengarlo era matar, con gran violencia física y sexual, a dos adineradas hermanas blancas que […] son racistas”.[5] Ahora él lleva dentro de sí un odio que no tendrá piedad.
Cuando Lee Anderson llega a Buckton, ciudad donde nadie lo conocía, se da cuenta de que éste sería un lugar adecuado para vivir, aunque no haya sido de su elección dicho lugar, sino de su hermano Tom; Lee corre con suerte, obtiene un buen trabajo en una librería que queda justo frente al drugstore, sitio donde conocería a quienes llegarían a ser el puente para consumar su venganza. En el lugar conoce a dos chicas y un chico, mismo con quienes comenzó a relacionarse de tal manera que, desde es primer día inició lo que más tarde desembocaría en los actos más violentos que alguien puede ser capaz de llevar a cabo.
Anderson no vacila en poner en práctica sus planes, así que desde la primera salida con los chavales tiene la oportunidad de poseer a una de las chicas no sólo una, sino dos veces, era el incio de todo, “Separé nuevamente sus piernas y la tomé, otra vez, en el agua”.[6] Si hay algo con lo que cuenta la obra es que está impregnada de escenas en las que el sexo no puede faltar, esto es elemental para Lee pues es de esta manera que logra atraer a las mujeres hacía sí, lograr que ellas, blancas, tengan sexo con él que es un negro, es su mayor satisfacción. Esto fue uno de los motivos por el que la crítica se indignó, ese “alto contenido violento y pornográfico […] hasta el punto de provocar el asco total y más si la lectora es mujer”.[7]
Sin embargo, no pensemos que el protagonista era malo por naturaleza, él tiene que librarse de sus creencias para así poder conservar la lucidez en sus planes de venganza; son las mismas circunstancias las que habían influido en su conducta, el recuerdo del chico y lo que le había pasado, lo envolvían en el deseo de hacer pagar a los de la raza blanca empezando por aquellos que tenían más cerca, más si se trataba de mujeres y es que “Las chicas eran terribles. Tenían catorce años y ya se las arreglaban para que las toqueteara […] aquellas mocosas estaban a cualquier hora del día calientes como cabras, y tan húmedas que goteaban”,[8] pero no sólo eran las chicas las que gustaban pasar por las manos de Lee, “Lo terrible era que también los chicos me amaban. No eran ni machos ni hembras, aquellos bichos […] les gustaba tanto como a las chicas ponerse al alcance de la mano”.[9]
La cercanía que llegó a tener Anderson con estos chicos fue en extremo orgiástico, las relaciones desenfrenadas en que vivían se hacían más frecuentes, lo que más les atraía la estar juntos era tirarse a las chicas, el grado de su poder era el mismo que podía tener una banda de orangutanes en celo; como podemos ver todas estas cosas ya forman parte de la venganza que poco a poco se va consolidando, no cabía duda, Lee los tenía en sus manos “con ese pelo rubio, esa piel rosada y blanca, no corría ningún riesgo. Los iba a joder a todos”.[10] Anderson seguía pensando en el chico.
La relación que Lee llegó a tener con Dexter, uno de los chicos que formaban parte de la banda, fue el hilo conductor que llevó a nuestro protagonista hacia aquellas con las que consumaría su venganza, y con las que ejercería toda su furia hasta el punto de llegar al asesinato, mismo que fue la perdición del protagonista; aquella noche en que Lee asistía a la fiesta de cumpleaños de Dexter tuvo la oportunidad de conocer a Jean y a Lou Asquith, estods chicas no se imaginaban la violencia a que serían sometidas por el hombre que comenzó a enamorarlas y que más tarde serían violentadas por él mismo de manera más cruel que se pueda imaginar “supe que por fin había encontrado lo que buscaba. Sí, aquellas dos —y el chico se revolvería de placer en su tumba.[11]
Es aquí cuando la novela nos empieza a llevar por un camino visualmente violento, y muchas veces podemos llegar a dudar si en verdad Anderson sólo buscaba vengar a su hermano o en realidad había algo más en la mente del protagonista “Es cierto que hay racismo en los personajes blancos, como también lo es la relajación moral que lleva a descripciones sexuales bastante explícitos. Pero no es menos cierto que Lee aparece como un perturbado mental: la venganza, lejos de obsesionarle o torturarle le divierte. La elección de las víctimas es completamente arbitraria, como podría ser la de un psicópata”.[12] Hechos tan violentos como los que llega a ejercer el protagonista sobre estas dos chicas, es algo que quedó fuera de ka moral y del imaginario colectivo.
Lee tira el anzuelo y la respuesta no se hace esperar. Jean, la mayor de las chicas es quien cae en los engaños de este hombre, así que el juego perverso comienza, las palabras van y vienen y el sexo… Es asombrosa la facilidad que este hombre tiene para envolverlas, especialmente a Jean porque si algo tiene Lou, la otra chica, es que a pesar de todas las artimañas que Anderson utiliza sobre ella, ésta no llega a poseerla, ella no se convierte en presa fácil para él, todos sus intentos son fallidos; no obstante, el protagonista sigue con ese disfraz que se ha forjado a base de dolor, el mismo que le hará traicionar a su sangre de negro, al punto de sobajar la dignidad de los de su misma raza.
El dolor y la sed de venganza hacen a un hombre cometer los hombres más bestiales, la máscara que se impone es la misma que le hará engañarse a sí mismo. Aparte de las escenas de sexo y violencia que encontramos en la novela, hay un elemento que se suma a ésta, la pederastia; en su intento de pasar por un hombre blanco Lee Anderson comete uno de los actos más crueles e inhumanos que un hombre pueda realizar; alentado por Dexter, viola la sangre de los de su raza, la castidad de las que aún no deberían conocer los estragos que dejan la pobreza, o bien la inconsciencia de quien se atreve a vender y a comprar por unos cuantos dólares el dolor de la inocencia. Lee no abandona su papel bajo ninguna circunstancia, no puede arriesgarse a ser descubierto, a pesar de que en un principio duda en poseer, por fin se decide y la penetra.
El tiempo seguía avanzando y la venganza seguía en pie, algunas veces las idea de abandonar el proyecto y seguir la vida de vendedor de libros le había cruzado por la mente; sin embargo, volvía a pensar en su hermano Tom, quien había sido golpeado por los blancos, pero también pensaba en sí mismo y en aquellos que estaban en una situación similar a la de él, pero que, a diferencia suya, ellos olvidaban la sangre que corría por sus venas y si se presentaba la ocasión eran capaces de golpear a los negros por estar de lado de los blancos. Lee no sería así, “A estos me los hubiera cargado con cierto placer, pero había que hacer cosas poco a poco […] Las Asquith iban a ser mi ensayo general”[13] y así como fueron su ensayo general, también fueron su final.
Ahora era tiempo de pensar en el plan, cómo tendría que ser la muerte de éstas, había que pensar si en un accidente automovilístico sería una buena opción. La idea era que él quedara libre de sospechas, ¿no son estos los pensamientos propios de un psicópata? Lee había logrado engañar con facilidad a Jean que se había enamorado de él, ella esperaba un hijo de éste; sin embargo, a él no le importaba, un hijo no vendría a arruinar sus planes, ni siquiera pensaba en esa posibilidad. Puesto en marcha el plan no habría vuelta atrás; Anderson había logrado conseguir que Jean se marchara a un lugar donde más tarde él la alcanzaría para estar juntos; por supuesto, esto no era verdad, pero ella cree en él y cumple con lo acordado.
Por otro lado, Lou se mantiene en pie, a pesar de que es la menor de las dos chicas, asombrosamente ésta no logra ser engañada por Anderson. Sin embargo, esto le costará sufrir la muerte más violenta y deningrante que una mujer sufrirá a manos de su victimario, Lee Anderson consigue que Lou le acompañe a donde está la hermana de ésta. Él le revela sus intenciones de matar a Jean para poder así estar a su lado. Ésta finge estar de acuerdo, pero también logra engañarlo por unos momentos, mismos que aprovecha para tratar de arruinarle los planes. Desafortunadamente la fuerza de una mujer frente a la del hombre suele ser precaria; aún así, la valentía que demuestra la que podríamos llamar nuestra heroína no se hace esperar, y es entonces que se da esa lucha entre ambos, de la cual ella no sale bien librada, es aquí donde Lee le revela toda la verdad:
Entonces le repliqué que los blancos habían matado a mi hermano […] y le apreté un pecho hasta que estuvo a punto de desmayarse, pero no dijo ni ío. La abofeteé a muerte […] le mordí de lleno la entrepierna. Me quedó llena de sus pelitos negros y duros; aflojé un poco y volví a empezar más abajo, donde era más tierno. Nadaba en su perfume, hasta allí llevaba, y apreté los dientes. Intenté taparle la boca con la mano, pero chillaba como un cerdo, con unos gritos que ponía los pelos de gallina. Entonces apreté los dientes con todas mis fuerzas y me metí hasta el fondo […] Entonces me puse a golpearla, al principio sólo con el puño derecho, en la mandíbula, oía cómo se le iban librando los dientes y seguía golpeando, quería que dejara de gritar. Pegué más fuerte y luego recogí su falda, se la metí en la boca y me senté encima de su cabeza […] Me di cuenta de que estaba tan fuera de mí que la habría despellejado; entonces me levanté para rematarla a patadas y le puse el zapato en la garganta y me apoyé con todo mi peso.[14]
Queda clara la violencia que puede llegar a ejercer un ser lleno de odio hacia quienes le han llenado la vida del mismo. Para Lee Anderson ésta fue la manera de vengar a su hermano; aunque no se esté a favor de la venganza, y menos de una tan brutal como a la que fue sometida Lou, no podemos negar que un hombre pueda llegar a cometer los actos más bestiales, es el caso de este personaje. Jean también sufrió a manos del mismo que mató a su hermana, no de la manera más brutal, pero sí de una manera denigrante. El hombre la estrangula y luego le pega dos tiros en el cuello; es así como Anderson cumple con su plan aun cuando él terminará pagando por sus crímenes. Después de muerto, fue exhibido de la manera más vergonzosa que un hombre negro pudiera serlo: “Los del pueblo le colgaron igual, pero era negro. Su pantalón seguía formando en la entrepierna un bulto irrisorio”.[15]
Al final de cuentas nada se resuelve, ni el negro dejará de ser la víctima ni el blanco el victimario, aunque por un momento hayan cambiado los papeles. No es una novela que concluya con un desenlace en el que el hombre de raza negra termine siendo feliz e igual ante el hombre blanco, semejante utopía que jamás dejará de ser eso, una simple utopía; sin embargo, la denuncia está allí, en la palabra de los dolientes, pero también en la de los escritores que levantan la voz como bandera por medio del asta de las páginas de un libro, porque “independientemente de los derroteros por los que haya evolucionado la literatura, el mecanismo es siempre el mismo: la denuncias de los males y las pestes de las sociedades”.[16] El racismo no termina, pero tampoco cesará la lucha en contra del mismo.
[1] Boris Vian escribió esta novela con el seudónimo de Vernon Sullivan, nombre que utilizó para otras novelas de género negro como Con las mujeres no hay manera o Todos los muertos tienen la misma piel. Fue uno de los escritores más polémicos de su época. En Raquel Valles, Lecturalia, visto el 17/11/2013 en: http://www.lecturalia.com/blog/2009/02/01/escupire-sobre-vuestra-tumba/
[2] Jorge García Torrego, “El racismo en Escupiré sobre vuestra tumba de Boris Vian y Los Príncipes nubios de Juan Bonilla”, p. 8, visto el 17/11/13, en http://issuu.com/jorgegarciatorrego/docs/escupiré_sobre_vuestra_tumba_de_boris vian_y_los_príncipes_nubios_de_juan_bonilla
[3] Ibid., p. 8.
[4] Ibid., p. 5.
[5] Rosalía, Lo que leo, visto 17/11/13 en http;//loqueleoloqueleo.blogspot.mx/2013/02/escupiré-sobre-vuestra-tumba-boris-vian.html.
[6] Boris Vian, Escupiré sobre vuestra tumba, Edhasa, Barcelona, 1992, p. 38.
[7] Mariella Rosso, Y Boris Vian escupió sobre nosotros, visto el 17/11/13, en http://www.radiomontaje.com.ar/escenas/escupire.html
[8] Boris Vian, op. cit., p. 45.
[9] Idem.
[10] Ibid., p. 46.
[11] Ibid., p. 48.
[12] Alejandro Gamero, La piedra de Sísifo, Alejandro, Escupiré sobre vuestra tumba, visto el 17/11/13, en http://www.lapiedradesisifo.com/2010/11/27/escupire-sobre-vuestra-tumba-de-boris-vian/#ixzz2ky3nTiqS
[13] Boris Vian, op. cit., p. 149.
[14] Ibid., pp. 165-166.
[15] Ibid., p. 187.
[16] Alejandro Gamero, op. cit.