martes. 23.04.2024
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Fitzgerald o el verdadero norteamericano

Cecilia Llamas Ramírez

Fitzgerald o el verdadero norteamericano

 

La verdad es que sólo te falta poder publicar para tener una vida idílica, de cuento de Scott Fitzgerald antes de que a los personajes se les tuerzan las cosas.
Javier Marías, Cuando fui mortal

¿Servirá de algo mencionar detalles de la vida de Francis Scott Fitzgerald? Lo que sé en realidad es poco; sin embargo, la información recabada puede ser un arma de doble filo al momento de dedicar tiempo al estudio de su obra. Empecemos por el lado amable, cuando uno decide que leerá por primera a vez a este autor y encarga el libro a la súper librería de color amarillo, desprende el plástico protector que cubre al objeto y por más que intenta leer la información de la contraportada, no lo logra; entonces hay en el lector una especie de contaminación. La contaminación puede ser combatida, de eso no hay duda.

De alguna manera Fitzgerald es sus personajes, no sabemos con certeza si Fitzgerald los crea a partir de él o se construye a través de ellos. He allí lo que da origen a la leyenda que lo acompañó toda la vida. La carga autobiográfica pesa y mucho: si Jay Gatsby es Fitzgerald, si Nicole Warren personaje de Suave es la noche fue creada a imagen de Zelda.

La gente sabe que las novelas de Fitzgerald no tuvieron éxito en su tiempo, o al menos no el éxito que el autor hubiera deseado; El gran Gatsby y Suave es la noche fueron decesos económicos. Fitzgerald nunca quería ser quien era: le dolía no tener éxito masivo como novelista y le dolía ser un cuentista de éxito.[1] ¿Qué importa si publicó en el Saturday Evening Post o en el Esquire? ¿Qué importa si le pagaron trescientos dólares por cada texto cuando merecía mil doscientos? Nada de esto importa cuando Fitzgerald fue el fundador de la Era del Jazz o la mayor orgía de la historia, como él mismo lo llamó: cuyo estilo de vida era el carpe diem, vivir el momento, vivir improvisando.

Cuando empezaba a leer El gran Gatsby, pensé en ciertos personajes de la vida norteamericana, unos ficticios, otros cuya vida parece ficticia. Figuras que marcaron un hito para la cultura yanqui; Citizen Kane, que tuvo todo lo que quiso y lo perdió. Diane Arbus, la aclamada fotógrafa neoyorkina que eligió a personas fuera de la común para convertirlos en su obra. O el Taxi driver y su ensoñación de héroe.

Pero Fitzgerald describe al norteamericano de otra manera, “era un hermoso ejemplar del americano típico en muchos aspectos: alto, ancho de espaldas, de constitución recia (…) y había en él aquel aire especial que sugiere en un hombre el haber conocido lo mejor de este mundo.”[2] Refiriéndose a un personaje con secretos escabrosos, el padre de Nicole Warren, que la lleva a un hospital en Suiza para que reciba tratamiento psiquiátrico. O el antagonista de Gatsby, Tom Buchanan “uno de esos hombres que a los veintiún años alcanzan en algún tipo determinado de actividad tal grado de excelencia, que todo lo que viene después sabe a decepción.”[3]

¿Cuál es el verdadero norteamericano? Jay Gatsby, Dick Diver, Tom Buchanan, Nick Carraway o cualquier otro que vive en los relatos cortos. Verdadero norteamericano, vaya concepto. Fuera del contexto fizgeraldano, es posible que cualquier hombre llegue a convertirse en eso; el indocumentado que viene de Centroamérica, el filipino, el hindú. Estamos hablando de la nación donde todo puede suceder ¿cierto? ¿Cuántos más Mr. Nobody from Nowhere habrá?

Sin embargo, para Fitzgerald el verdadero norteamericano es el eterno errante, el que se traslada al Este y se une al ejército, el expatriado, aquel que conquista París o cualquier capital europea, el heredero multimillonario que sólo tiene que gastar y disfrutar. Hablamos de Gatsby y Diver, ambos hicieron lo que no pudo su creador, ir a la guerra y regresar intactos. Pasamos de la Era del Jazz al descenso norteamericano.

Mientras que la trama de El gran Gatsby se desarrolla en los primeros años de la década del 20, ascenso y cumbre de la vida norteamericana del Este; Suave es la noche sucede alrededor del 1919 y finaliza en 1930 con la gran Depresión. Vemos que la obra de Fitzgerald es una línea en pique, fiel a su momento histórico.

Los personajes idílicos no tardan en aparecer. En el compendio de cuentos que Fitzgerald escribió a la par de Suave es la noche y que son “Un viaje al extranjero”, “Regreso a Babilonia” y “Los nadadores” exhiben características que los sitúan cerca al Crack del 29. Dice Matthew J. Bruccoli que es más provechoso leer estos relatos en el orden en que fueron publicados, pues nos revelan el delicado sentido histórico que poseía Fitzgerald cuando evoca los ritmos de la Era del Jazz y de la Depresión.[4] Un padre de familia que además del dinero ha perdido la esperanza, decide regresar a su país. La incertidumbre lo persigue y el desasosiego lo embarga, su única salida será regresar al lugar donde alguna vez fue feliz, Europa.

En Fitzgerald, el personaje femenino cumple un rol secundario, es decir, que las acciones de la mujer recaen principalmente en el hombre. Daisy, Jordan, Nicole, pertenecen a la onda flapper, mujeres jóvenes que causaron escándalo en los años veinte, llevaban el cabello con un corte asimétrico, usaban vestidos que no se ciñeran al cuerpo, fumaban y bebían. Aquí reside uno de los mayores temores de Fitzgerald, la recepción de la novela que años después lo consagraría como un clásico de la literatura norteamericana.

Si el libro fracasa comercialmente será por uno o dos razones o por ambas. Primero, el título es apenas aceptable, más bien malo que bueno. Segundo, y más importante, el libro no tiene un personaje femenino fundamental (…) No creo que el final infeliz importe mucho.[5]

Hay algo en la encantadora prosa de Fitzgerald además de la locura, el exceso y el engaño; lo que los personajes buscan es regresar al pasado, permanecer eternamente atados a un lugar y momento específicos. En Gatsby esto es muy perceptible, todo lo que tiene lo ha conseguido con el hálito de volver a estar con Daisy. En cambio Dick, al principio aparece como un hombre agradable, con un buen sentido del humor; el afortunado Dick se destruye completamente para el final de la novela, entre ser médico y esposo de Nicole, se desentiende con la juventud de Rosemary y los excesos de la vida en la Riviera francesa.

Secretos escabrosos rodean la vida de los personajes idílicos, A raíz de la muerte de su madre, Nicole Warren mantuvo una relación incestuosa con su padre, otro rasgo por el cual se deduce que puedo haber estado su estado mental. Jay Gatsby/ James Gatz, aunque hermoso y rico, G esconde sus cadáveres en el armario. Ni la maravillosa Daisy llega a saber la verdadera historia sobre su amante: ¿mató a un hombre en la guerra, es sobrino del káiser, es espía de los alemanes o traficante de licor? Gatsby, de traje color amarillo como el Rolls que conduce, es un mito a voces, nadie sabe exactamente de dónde surgió, él dice que pertenece al Oeste y que se educó en Oxford.       

¿No podemos repetir el pasado? —exclamó incrédulo—. ¡Claro que podemos! (…) Habló mucho del pasado, y llegué a la conclusión de que quería recuperar algo, cierta idea de sí mismo, quizás, que dependía de amor por Daisy. Había llevado desde entonces una vida confusa y desordenada, pero si podía volver al punto de partida y revisarlo todo despacio, descubriría qué era lo que buscaba.[6]                                                                   

El trastocamiento de los valores en Fitzgerald es claro: la perdida de la inocencia y de la ilusión que alteran la vida en el presente. Gatsby ha regresado con un plan previamente concebido; entre ensoñaciones y fiestas, espera paciente la llegada de Daisy Buchanan, de quien se enamoró antes de partir a la guerra. En las dos novelas los triángulos no se hacen esperar, Gatsby-Daisy-Tom por un lado, del otro están Nicole-Dick-Rosemary.

El esnobismo y la fatuidad viene concatenados a estos personajes que engañan y viven rodeados uno del otro. Daisy y Tom tan hermosos y  malditos, acaban por destruir la vida de un Gatsby que no tenía otra intención que regresar a lo que había sido antes de partir, la típica historia del chico pobre que quiere a la niña mimada. Y la niña mimada que se queda con el chico ordinario que cuida de ella y termina huyendo.

En el estilo narrativo, los saltos cronológicos no existen, al orden lo alteran los personajes. Nick Carraway, narrador omnipresente y único amigo de Gatsby, funge como mero observador y escrutiñador del cerrado círculo de la elite del Este. Es al final de la novela cuando Nick emite un juicio sobre el estilo de vida en auge, “ahora comprendo que, al fin y al cabo, esta historia ha sido una historia del Oeste: Tom y Gatsby, Daisy y Jodan y yo somos del Oeste, y quizá suframos en común alguna deficiencia que nos hace sutilmente inadaptables a la vida del Este.”[7]

El idilio llamado Este o Europa se desmorona, el hombre fizgeraldano es tristemente olvidado, los mismos pasos que da hacia su plenitud y su felicidad lo llevan a la destrucción.[8] Hazañas y proezas: unirse al ejército, hacer de las ciudades europeas un hogar, bailar charleston al ritmo de la orquesta; ofrecer inolvidables fiestas con música y champagne, ser médico y esposo de una enferma mental. El sentido de justicia para estos personajes es como la felicidad: efímero.

Denme un héroe, decía Fitzgerald, y les escribiré una tragedia. Los héroes románticos genteel de Fitzgerald eran héroes reales, hombres con audacia, imaginación y habilidad para crear sus visiones de felicidad en un marco social vivo: y sus derrotas no sólo eran tragedias del yo, sino también tragedias de la sociedad que los producía y que, sin embargo, no podía sostenerlos.[9]

Tal vez F. Scott Fitzgerald funcione como el cronista de una época abigarrada y fascinante, puede Fitzgerald darnos los finales que no esperamos mas siempre nos mantiene a la expectativa, a fin de cuentas los finales no importan tanto y los infelices son los más verosímiles. El hombre solitario: Gatsby muere, Diver regresa de la Riviera francesa para construir una vida en el Este, lejos del glamur empecinado que no pudo controlar.

En sus novelas y cuentos, Fitzgerald aborda el miedo a no volver a ser feliz, el quebranto moral de la vida construida, las ilusiones deshechas, el desencanto de los amantes; el perseguidor y el perseguido (muy a lo Cortázar). Y finalmente el  miedo a perder de vista la palpitante luz verde del otro lado de la bahía.

 

[1] Cfr. Scott Fitzgerald, Cuentos/1, Alfaguara, México, 1998, p. 10.

[2] F. Scott Fitzgerald, Suave es la noche, Plaza & Janes, Barcelona, 1983, p. 23.

[3] F. Scott Fitzgerald, El gran Gatsby, Anagrama, Barcelona, 2012, p. 16.

[4] F. Scott Fitzgerald, op. cit., p. 19.

[5] Robert Sklar, Francis Scott Fitzgerald El ultimo Laoconte, Barral, Barcelona, 1974, p. 267.

[6] F. Scott Fitzgerald, El gran Gatsby, pp. 120-121.

[7] Ibid., p. 187.

[8] Ibid., p. 196.

[9] Robert Sklar, op. cit. p. 452