viernes. 06.12.2024
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CRÓNICA

Dios se detuvo en Nápoles

Daniel Arcucci

Daniel Arcucci
Tachas 390
Dios se detuvo en Nápoles


No traje máquina de escribir. Ni birome. Ni papel. Sólo un corazón capaz de latir junto a millones, ojos abiertos para asociarme a los del pueblo, y un grito anónimo capaz de confundirse, sumarse y estallar en este San Paolo que me pertenece. Llego en representación del Sur humilde, recorro la Curva B cantando con los tifosi, y busco, busco y busco a este genio inconfundible al que la historia me contó que nació en Villa Fiorito y hoy lo tengo tan cerca. Es Maradona y es nuestro. Es domingo y puede ser gloria. Es el Napoli a punto de ser campeón... Domingo 29 de abril. El día elegido para tanto sueño, concebido desde aquella semana pasada en que el arrogante Milan recibió un cachetazo del Verona y se pudo dos puntos atrás, ¡por fin!, de este Napoli celeste cielo. El día elegido para que el pueblo, nuestro pueblo, se junte en una vuelta olímpica que olvidó rencores y enconos. Si hasta las tres familias mafiosas que se disputan el barrio bravo de Forcella acordaron la paz esta semana para festejar esto, el Scudetto, la vida, la gloria...

 

Ahí va el Napoli, y Maradona, y el Sur.

¿Me ve, me escucha? Señor, hoy soy napolitano...

 

Soy napolitano
Los semáforos son para mí ridículos monumentos inútiles que cambian luces rojas, verdes y amarillas sin que esto signifique absolutamente nada. Mi auto debe estar obligatoriamente marcado y abollado, aun cuando lo haya comprado ayer y estrenado hoy, porque voy por las calles como quiero, que en definitiva es lo que hacen todos los demás. Voy en contramano o giro a la izquierda en las avenidas porque no hay otra forma de andar. Me afirmo en la bocina, es una buena forma de expresión, que intimida aunque no termine de resolver ese embrollo en la Piazza Municipio...

 

Soy napolitano
Me enorgullezco de la belleza del golfo, me lleno la boca con Capri, Anacapri, Ischia y todo eso que Dios quiso poner justo aquí, donde pasamos con naturalidad delante de tanto despliegue de hermosura que vemos todos los días... Me animo ­a veces­ a caminar por Forcella, La Sanitá o el Quartiere Spagnolo, esos barrios donde se mezcla lo peligroso con lo tradicional, lo tétrico con lo risueño, la mafia con lo decente...

 

Soy napolitano
Reacciono sanguíneamente ante el racismo norteño, maldigo y me peleo. No puedo aceptar la mirada despectiva y entonces busco algo para combatir... Busco, busco y encuentro el fútbol. "El fútbol, lo único que anda bien en una ciudad desastrosa", dicen de nosotros... Y muy bien, anda...

 

Soy napolitano
Hasta hace dos semanas ni soñaba con esto que ahora vivo. Me desgarraba pensar que el Milan, el odiado Milan, fuera invencible... Sólo podía esperar el milagro, y en esto San Gennaro ya no se mete. No se mete desde hace seis años, cuando llegó el otro santo a hacerle competencia... Ojalá me perdone por lo que dije de él hace unos meses, ojalá me perdone por no haber creído. Ojalá.

 

Soy napolitano
Uno de los que resucitó en la última semana, después de la derrota de ellos en Verona y de la victoria nuestra en Bologna. No le creo a Arrigo Sacchi cuando dice que pensó en retirarse, porque para el Milan está prohibido ganar en Italia... Me rebelo contra el poderoso Berlusconi que dice que estaría bien que ganemos nosotros: "Beh, una alegría entre tanta miseria". Me rebelo y salgo a la calle a festejar antes de tiempo un Scudetto que esta vez será algo más que un título... Esta vez será una revancha, un grito casi desesperado, un alarido de bronca y fervor.

 

Soy napolitano
Cruzo de balcón a balcón los largos plásticos celestes, que cuando se levanta el viento del mar parecen aplaudir a mi ciudad de fiesta. Pinto las escalinatas con el tricolor, compro banderas a cuarenta dólares cada una, me sumo en cualquier esquina a quienes saltan: "Chi non salta, rossonero, è,..." Compro lágrimas de Berlusconi envasadas a setenta dólares el frasquito, cuelgo un pasacalles con una frase de autor anónimo: "Milan sei grande. Sopra di te soltanto il cielo. Alza gli occhi e guarda bene: è azzurro". Me paro respetuosamente frente al imaginario velatorio de Silvio Berlusconi, en Vía Forcella, lloro de risa por él: "Pax, Mors tua, Vita mea".

 

Soy napolitano
Compro el "biglietto" para el partido en la reventa, a 150 dólares la curva B, la popular, la que salía 24 dólares. Ni se me ocurre ir a las plateas, que ya se cotizaron por encima de los 500 dólares. Prefiero estar allí arriba, con Giorgio y Gino, y también con el muchacho argentino de Signorini, Miguel Recordón, que quiso vivir la fiesta en serio y se llevó una bandera para agitarla junto a la barra... Soy uno de los 23.153 que pagaron, los que sumados a los 39.346 abonados, da ese total mentiroso de 62.499 para un millón y medio de dólares de recaudación. Este San Paolo a medio arreglar y con pocas posibilidades de llegar listo al Mundial ­como no podía ser de otra manera­, tiene más de 70.000 almas en su corazón...

 

Soy napolitano
Quiero pintar el mundo de color celeste. Me voy al estadio temprano, apenitas pasado el mediodía, y quiero que mi bandera combinada con los colores de Argentina, Brasil y Nápoles flamee más alto que ninguna. Preparo el humo tricolor, hago sonar mi bocina como todos los demás, y entonces sé que el aire y todo se llena de mi música... Lo veo salir a él y entonces comprendo por qué todo esto fue posible.

 

Soy napolitano
"¡Die-gó/Die-gó!" Emerge del túnel con Dalmita y Giannina en sus brazos. Son las más hermosas del mundo, son sus hijas... Allá va, saluda a una curva, a la mía, a la otra, corre con un ramo de flores celestes hasta donde está Carlos Bilardo, se lo ofrece... ¿Cómo no voy a "tifare" por Argentina en el Mundial? ¿Cómo no voy a hacerlo si él me provoca esta felicidad que ahora siento? Así, así tenemos que gritar todos, aunque en el palco de periodistas sea imposible hablar por teléfono porque sólo se escuchan nuestras voces, aunque los jugadores rivales se sientan pegados al piso por la presión; aunque los extranjeros ­los que no nos conocen­ queden impávidos tratando de encontrar, sin éxito alguno, una comparación.

 

Soy napolitano
Sé que hoy, domingo 29 de abril, histórico domingo en el que conseguiremos nuestro segundo Scudetto en cuatro años, después de sesenta de amarguras, sé que hoy, digo, el espectáculo somos nosotros. Porque ellos, abajo, lo manejan todo con maestría y estrategia, sin sobresaltos. Con un gol rápido, ese hermoso cabezazo de Baroni apenas pasados los cinco minuos: con todo el talento tranquilizador de Maradona.

 

Soy napolitano
No le tengo que pedir disculpas a nadie por gritar desaforadamente el "Ho visto Maradona/innamorato son". Todos lo hacemos cuando a los 2 minutos deja sólo a Careca bajándole la pelota de cabeza en forma sencillamente genial, cuando a los 4 minutos saca un zurdazo espectacular, cuando a los 7 coloca la pelota en la cabeza de Baroni para que éste haga el gol, cuando a los 21 desborda por izquierda y saca ese centro que sólo él pude sacar, cuando a los 23 preocupa con su primer tiro libre, cuando a los 24 pone a Francini mano a mano con el arquero Fiori... Todos lo hacemos cuando pensamos que desde que llegó somos grandes, ganamos dos Scudettos, una Copa Italia, una Copa UEFA, conseguimos dos segundos puestos... Cuatro años: 1.461 días de lucha en lo más alto.

 

Soy napolitano
Y por eso sufro cuando lo veo caído, golpeado por su marcador de toda la tarde, Marcheggiani. Gozo cuando supera a rivales de derecha a izquierda y define apenas desviado. Disfruto cuando hace sonar la pelota contra el travesaño después de un tiro libre mágico... Me tranquilizo cuando sé que su talento, de Maradona estoy hablando, lo tiene todo bajo control... Entonces empiezo a saltar, a gritar, a hacer sonar mi bocina, a cantar "Na-po-li", a festejar el Scudetto... El que él, Maradona sí, volvió a provocar.

 

Soy napolitano
Ahora sé que el espectáculo soy yo, aunque los protagonistas sean Maradona y compañía. El arquero Giuliani, que con altibajos respondió durante todo el año; Ciro Ferrara, un hijo de esta tierra; Corradini y Francini, que llegaron para defender y se enamoraron de esto; Crippa, que corre todo lo que quisiéramos correr; De Nápoli, un monumento al esfuerzo; Careca y Alemano, la clase y la distinción brasileña; Carnevale, el gol que ahora se va a Roma... ¿Me preguntan por qué ganamos? No es momento de análisis, pero porque con un equipo sólido ­a veces aburrido, es cierto­ aprovechamos el stress del Milan y porque tenemos a Maradona.

 

Soy napolitano

Ahora recorro las calles, las tapono con mi auto, las ensordezco con mi bocina. Voy por la Vía Marítima, por el puerto, por el Castello, por las Gallerías, por la Piazza Humberto Primo, por Forcella, por la Sanitá, por el Quartiere Spagnolo, por cualquier lado, todo es Nápoles... Mañana volveré a mis semáforos inútiles, a mi auto marcado, a mi locura diaria si le parece. Mañana.

 

Soy napolitano
Hoy, Maradona me hizo sentir feliz.




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Daniel Andrés Alfredo Arcucci es un periodista deportivo Argentino. Actualmente es columnista del programa ESPN F90. Este relato apareció por primera vez en “El Gráfico”, 1990.

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