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Spoilearama • The Kid Detective: las otras masculinidades • Óscar Luivano

Oscar Luviano

Oscar Luviano
The Kid Detective (2020)
Spoilearama • The Kid Detective: las otras masculinidades • Óscar Luivano

Este año pandémico ha significado el asentamiento, dentro del cine industrial, de la perspectiva de género (o eso que la crítica especializada de las redes sociales llama “lo políticamente correcto”) y de cierto consenso (artificial o sincero, queda por saberlo) que alienta la visibilización de colectivos acallados o exotizados desde hace mucho tiempo.

En este rubro inserto producciones dispares en sus intenciones y alcances como Wonder Woman 1984 (dir. Patty Jenkins), Lost Girls (dir. Liz Garbus) o The half of it (Alice Wu), con sus tramas de empoderamiento femenino, homenaje a las víctimas de los feminicidios, o sobre el romance adolescente en una época con roles de género en disolución.

Un denominador común de estos y otros filmes es la aparición (breve, en segundo plano, como meros catalizadores de la acción o villanos unidimensionales) de los otrora héroes y centro de la filmografía universal: los hombres heterosexuales.

No me quejo de ello. De hecho, creo que ganamos: en otra época hubiera sido impensable una obra como Never Rarely Sometimes Always (dirigida por Eliza Hittman), road movie sobre una adolescente que cruza estados en busca de una clínica para abortar, emocionante y política a la vez por su toma de partido. Tampoco tendríamos una serie como The Good Lord Bird (Showtime), con un adolescente vestido de niña que liderea involuntariamente una revuelta emancipadora antes de la Guerra Civil norteamericana.

Creo que debemos agradecer al movimiento del Me Too y sus derivados una cierta reconfiguración de las narrativas cinematográficas hollywoodenses, algo que podríamos llamar una época postzacksnyder o postmichaelbay, donde los hombres remojados en testosterona y las explosiones que provocan para mantener al status quo ya no tienen sentido, o no nos los creemos tan fácilmente si no están envueltos en una mirada irónica (como pasa en el Universo Marvel o en la saga Fast & Furious).  

El resultado son relatos que nos demuestran que hay conflictos posibles más allá de la norma heterosexual, que es posible hablar de otras realidades desde su dimensión humana, que el trabajo de los cuidados y las maternidades no son obligaciones femeninas, y que el mundo y sus conflictos pueden rebasar los mandatos sociales ligados al sexo.

Aunque pareciera (como dije unas líneas antes) que las nuevas políticas inclusivas de este cine no consideran a personajes y públicos masculinos heterosexuales, como muchos de hecho se lamentan, lo cierto es que a la par de estos filmes, que exploran otras identidades de género, han surgido una buena serie de títulos que exploran, comentan, conflictúan y enfrentan a la masculinidad tradicional.

No se trata de obras que nos adviertan sobre los peligros de las llamadas masculinidades tóxicas, sino de piezas que ayudan a que cada uno venza la propia. Atraviesan diversos géneros como el terror (The girl of the third floor, de Travis Stevens), la comedia (Thunder Road, de Jim Cummings) la ciencia ficción (Palm Springs, de Max Barbakow) y el drama musical (Sound of metal, de Darius Marder). Películas, todas ellas, donde las conductas autodestructivas, chantajistas y violencias que protagonizan buena parte de las personalidades masculinas, son exhibidas y comentadas en aras de nuevos modelos de conducta y de relación, o de redención.

Sin embargo, el subgénero donde este relato desmasculinizador ha encontrado sus mejores resultados es el neonoir, cuyas semillas encontrásemos en la primera temporada de True Detective (HBO), con su pareja dispareja de detectives enfrentados a una secta de violadores de niños.

Desde su estreno en 2014, diversos títulos se han agrupado bajo su sombra, en la que hombres montados en su privilegio se han perdido en las sombras de ominosas violencias sociales para enfrentarlas, sólo para descubrir que es el mismo mal que llevan dentro. En la batalla que le dan (a menudo inútil) terminan por encontrarse a sí mismos.

Galveston (de Mélanie Laurent), John Wick (de Chad Stahelski) y Under the silver lake (David Robert Mitchell) son tres ejemplos de este tipo de filmes, donde se da un giro al canon del héroe masculino. Y dentro de esta misma línea se inscribe la razón de esta reseña, que ha tardado en aparecer.

The Kid Detective, escrita y dirigida por Evan Morgan, es una película canadiense que se ha visto ralentizada en su exhibición por la crisis Covid por la que atraviesa la industria cinematográfica. Es una muestra de estos nuevos modelos narrativos. De hecho, su mezcla de géneros es una muestra del ensamblaje que requiere hablar de lo masculino desde otro lugar.

Abe es un niño de 12 años que resuelve crímenes infantiles en un suburbio de Toronto: el robo de la colecta escolar, de una bicicleta, y cosas así. Se ha ganado el respeto de su comunidad, y todo le va bien hasta que su secretaria (Caroline, una adolescente dos años mayor) desaparece. Todos esperan que Abe resuelva el crimen. Pero no puede hacerlo.

20 años después, Abe (Adam Brody) no ha superado ese fallo, ni tampoco aquellos que lo rodean. Señalado como un freak y como un fracasado, se dedica a fingir que es detective, vivir de sus padres y exasperar a su roomie con su depresión y su alcoholismo. Un buen día, una nueva cliente, Lucy (Sarah Sutherland) llega con un caso de verdad: alguien asesinó a su novio, de 17 puñaladas.

La película pasa de ser una comedia infantil a un neo-noir realmente aterrador en su último tramo, y en ese paso realiza un brillante retrato de la idea del fracaso masculino, de un hombre sometido a la presión social exitista, y a la infantilización que provoca en aquellos que no han encontrado su lugar en el mundo.

La escena climática, donde Abe se enfrenta al villano (que lo hay, y es el menos esperado), ofrece una explicación a este derrotero trágico. Al final, ese criminal es, igual que Abe, un hombre al que la mirada social ha despojado de su virilidad al desterrarlo a los terrenos de la mediocridad. ¿La solución? La misma explicación de tantas violencias: Vamos a demostrarles de lo que los hombres comunes somos capaces.

 


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Óscar Luviano (Ciudad de México, 1968). Narrador y poeta. Cuentos suyos se incluyen en Nuevas voces de la narrativa mexicana (Planeta, 2003) y en Así se acaba el mundo (SM, 2012). Colabora en diversos medios y publicaciones.

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