54 MUJERES, LA SERIE [XXXII]
54 Mujeres [XXXII] • ‘LINGUA IGNOTA’ (Ruido y calma, religión y violencia) • José Luis Justes Amador
José Luis Justes Amador
Siempre me ha sorprendido que a la gente le guste mi música. Nunca esperé hacer nada con ella ni que fuera a llegar a ningún lado, pero iré tan lejos como me sea posible, siempre y cuando siga siendo honesta
LINGUA IGNOTA, en una entrevista en Rockzone
Detrás del más que interesante proyecto de LINGUA IGNOTA (el nombre del grupo debe escribirse en mayúsculas) está una sola persona, Kristin Hayter, y un número amplio de colaboradores que han logrado tres discos que difícilmente pueden encasillarse en cualquiera de los géneros que conocemos. Su rango de referencias es aún más amplio que el de sus colaboradores. Cualquiera de sus grabaciones puede pasar en segundos del ruidismo más extremo a la música clásica, del doom metal al ambient, de una voz impecablemente entrenada al grito. Todo ello envuelto en una iconografía católica, tanto en lo estético como en lo iconográfico.
La vida de Hayter ha sido todo, menos sencilla. “Creo que el lugar donde crecí era una especie de infierno, porque yo era tan diferente a cualquiera de los demás cuando estaba creciendo, que no podía situarme a mí misma y no me podía encontrar”. A ese sentido de la marginación debe añadirse una estricta formación católica que la condujo al ateísmom aunque volvería, —para utilizar todo su rico simbolismo– al catolicismo años después. Su único refugio durante aquellos años complicados era la música. “Me metí en la música alternativa cuando era muy joven, y en la música extrema de adolescente a través de mis amigos. Todos éramos unos inadaptados. Siempre fui una niña solitaria y ansiosa, melancólica, de modo que cuando esa música se hizo accesible para mí, resonó, y empecé a profundizar más y más en distintos subgéneros”.
Ese refugio artístico se amplió en sus años universitarios, en los que trabajaría con la música de una manera más académica y creativa al mismo tiempo. Su trabajo de licenciatura se tituló “Architect and vapor”, que escondía una desconstrucción de “El clave bien temperado” de Bach, a la vez que trataba obsesivamente el tema de la anorexia, trastorno que sufrió Kristin durante casi diez años. Pero fue su tesis de maestría donde se conjugarían todas sus obsesiones musicales, estéticas y temáticas, hasta lograr una pieza interdisciplinar titulada significativamente “Burn everything Trust no one Kill yourself”. La pieza consistía en un manuscrito de casi mil páginas, que pesaba más o menos lo que Kristin en aquella época, combinando ejemplos de misoginia en la industria musical con ejemplos de su propia vida, usando un complicado método estadístico conocido como “cadena de Markov”. Tenía, según ella misma explica, “letras de canciones, publicaciones de foros y notas de discos de subgéneros de música extrema que mitologizan la misoginia, sentencias legales, transcripciones de audio y denuncias policiacas de mi propia experiencia”. A ese manuscrito se unía un presentación multimedia y escénica que incluía sus propias canciones, además de una película con metraje del asesino serial Aileen Wuornos o edificios ardiendo.
El mundo de la música en el que estaba encontrando refugio fue justamente el que más problemas le dio, ya que mantuvo durante cinco años una relación con un importante músico ruidista de la escena de Providence en la que sufrió un constante abuso físico, emocional, sexual y psicológico. Una experiencia de la que Kristin dijo que lo peor fue lo que vino después. “Él fue arrestado por atacarme y parte de mis recuerdos más traumáticos vienen de ser revictimizada por la policía, por mi escuela y por la corte”.
Fue en 2017, en parte terapia en parte liberación creativa, cuando empezó a publicar como LINGUA IGNOTA alguna de sus grabaciones. El nombre viene de la lengua en la que la monja y mística cristiana medieval Hildegarda de Bingen recibía los mensajes divinos en un lenguaje de éxtasis. Esto aplicaba ya que, dice la artista, “estoy intentando construir algo que habla de lo innombrable, y por eso uso esa especia de amalgama de posibilidades musicales para crear mi propio idioma sonoro, que sea algo extático o ajeno a la propia personalidad”.
Su primer disco “Let the evil of his own lips cover him” fue autopublicado el día de San Valentín de 2017. Combinaba composiciones nuevas con algunas de las que había utilizado en sus maestría y un cover de “Bad boys” de Inner Circle. El boca a boca había comenzado, y despegó cuando publicó en Bandcamp su segundo trabajo, “All bitches die”, que puede ser descrito como una serie de “murder ballads” basadas en parte en el libro de Angela Browne “When batterred women kill”. El disco, del que todo el mundo comenzó a hablar en los espacios más underground y de vanguardia, acabó siendo escuchado por Chris Bruni, dueño del sello de metal extremo Profound Lore, que le propuso reeditarlo. “Siento que realmente creen en mi obra y que no me pedirán que la diluya para hacerla más cómoda o amable”, fue lo que Kristin declaró al poco tiempo de ser fichada por el sello.
“Caligula”, el tercer disco y el que la puso en el punto de vista más generalista de medios, es una serie de temas que giran en torno al abuso y a las posteriores consecuencias. Hace apenas una semana apareció su último disco, “Sinner get ready”. Entre sus colaboradores se encuentran Sam McKinlay de The Rita, el batería Lee Buford de The Body, el percusionista Ted Byrnes, y cantantes como Dylan Walker de Full Of Hell, Mike Berdan de Uniform y Noraa Kaplan de Visibilities, un who-is-who de la música más extrema y radical de la escena ruidista. Con ds de ellos, Buford y Walker, Kristin tiene un proyecto paralelo, más radical aún que el suyo propio, llamado Sightlees Pit, con el que han publicado un disco, “Grave of a dog”.
PD: Desde hace unos años LINGUA IGNOTA ha prometido un álbum de covers, del que ya han aparecido grabaciones, como una versión de “Kim” de Eminem, o “I want to know what love is” de Foreigner, o “The girls from the streets” de Scott Walker, aunque, de las que ha soltado hasta ahora, destacan una espeluznante versión del “Jolene” de Dolly Parton y la espectral relectura que hace del clásico “Wicked Game” de Chris Isaac.
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