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CON EL DESARMADOR EN LA MANO

Reseña • Death Metal, de Álvaro Bisama • Esteban Castorena

Esteban Castorena Domínguez

Scream Bloody Gore, Death - Portada del álbum
Scream Bloody Gore, Death - Portada del álbum
Reseña • Death Metal, de Álvaro Bisama • Esteban Castorena


El documental Metal: A Headbanger’s  Journey es un referente ineludible para cualquier fanático del metal. El antropólogo canadiense Sam Dunn muestra en este largometraje, siempre desde una perspectiva crítica y académica, los alcances e influencias que este género, y sus muy variados subgéneros, han tenido a lo largo de la historia. En lo que respecta al satanismo en esta música parece haber dos corrientes: los grupos que se valen de la carga simbólica del demonio para resultar más atractivos a las audiencias y los que, como los miembros de algunas bandas noruegas, profesan el satanismo de una forma más auténtica. Durante los casi diez minutos que el largometraje dedica al Black Metal noruego, hay un par de preguntas que rondan en la cabeza de Dunn: ¿por qué, culturalmente hablando, el Black Metal satánico es la mayor importación cultural que ha tenido Noruega en los últimos años?  ¿Por qué el metal en noruega derivó en un satanismo “genuino” por el que sus seguidores han cometido hechos cuestionables?

Las incógnitas surgen en el sociólogo a partir de unos incidentes durante los años noventa. Sin ahondar en más detalles, algunas de las bandas fundadoras del subgénero estuvieron involucradas en violentos asesinatos y, más notoriamente, en la quema sistemática de iglesias a lo largo del país nórdico. Las indagaciones sacan a relucir una palabra: libertad. Para los satanistas noruegos Satán representa la libertad y una oposición clara hacia el cristianismo. Dunn explica brevemente que el satanismo noruego, entonces, surge como una oposición al dogma cristiano que misioneros impusieron en el territorio ya desde hace siglos. Dunn cierra el “capítulo noruego” de su documental diciendo que, sin importar la razón por la que el satanismo llegó hasta determinadas consecuencias en el país, esas consecuencias resultan, para él y para la mayoría, como actos indefendibles y difíciles de comprender.
 

Poniéndolo en otras palabras, la lógica detrás del caso expuesto es: si impones A, un grupo buscará su contraparte en B. Todo se resume a una contracultura. Paolo Balboni, un lingüista que ha estudiado ampliamente el intercambio cultural en contextos plurilingües, habla de la cultura en términos de respuestas a preguntas naturales: ¿cómo nos vestimos?, ¿en qué creemos?, ¿qué comemos?, ¿cómo lo comemos?, etc. Cada respuesta es un modelo cultural que puede cambiar de un contexto a otro. Es cierto, sin embargo, que en los grupos sociales suele haber respuestas más aceptadas y difundidas que otras. El fenómeno es mucho más complejo pero, de una forma vana, podría decirse que la contracultura es dar una respuesta alternativa a una misma pregunta. Ahora bien, esa oposición al statu quo, a la normativa impuesta, se reconoce como un acto liberador; de ahí que la contracultura se asocie a contextos revolucionarios en los que se busca un cambio en los esquemas sociales vigentes.
 


Scream Bloody Gore de Death, considerado el album fundacional del Death Metal

Álvaro Bisama, autor chileno cuya primera producción literaria fue catalogada como perteneciente a la Freak power gracias a las constantes referencias a la cultura underground, demuestra saber de lo que habla en lo que se refiere a ciertos círculos contraculturales. En “Death Metal” abundan las referencias al metal y sus subgéneros, a bandas que han hecho historia y que se han convertido en referentes dentro de la cultura metalera. En este breve relato, Bisama consigue retratar la contracultura y la justificación que algunos encuentran en ella para sus propios actos.

El cuento está narrado desde la perspectiva de una falsa tercera persona, es decir, un personaje perteneciente a la ficción narra la historia de otro personaje. El uso de los tiempos verbales establece la acción como anterior al momento en que el narrador refiere la historia. A manera de exposición directa al lector, la voz cuenta la vida de un viejo conocido. La breve biografía inicia en los 15 años del protagonista, a la etapa de la vida en la que él y el narrador casi mueren atropellados por un tren, cuando alguna vez los llevaron presos. Desde las primeras líneas hay juicios de valor del narrador hacia el protagonista. “Yo creo que él no era demasiado inteligente”, afirma.

Durante la adolescencia escuchaban a Iron Maiden, a Kreator y leían los cuentos de H.P. Lovecraft. Nadie sabía hablar inglés, pero el grupo de amigos tiene una fotocopia del Necronomicón en lengua original. Entendían poco, pero hacían su esfuerzo por leerlo. Creían en ese libro como si fuera su propia biblia negra. Creían tanto en el libro que incluso, alguna vez, hicieron un ritual satánico con cabeza de cerdo incluida, con tal de invocar una divinidad lovecraftiana.
 


Los juicios de valor siguen: “Yo creo que se tomaba en serio el ritual. Yo creo que a los quince años se creía satánico. Se tatuó en el brazo un mono que aparecía en la carátula de un disco de Sepultura”. El tono del narrador evidentemente juzga la actitud del protagonista, le parece tonta por que, al parecer, del grupo de amigos, sólo el protagonista se tomaba las cosas tan en serio.

Durante un verano el chico con el tatuaje de Sepultura vuelve a su pueblo y después no regresa a la capital. Pasan años, en el espacio de tiempo en que el narrador y los demás le pierden la pista, se enteran después, el chico del tatuaje había entrado a la universidad, la había abandonado, se había vuelto vegetariano y finalmente se había mudado a una casa de okupas.

¿Dónde entra el Death Metal que anuncia el título? En ningún lugar del relato se menciona el género ni las bandas mencionadas se adscriben a las características de ese estilo. Así como los personajes se encuentran con una barrera lingüística, el lector necesita sortear la barrera del inglés para entender que la palabra Death en el título es más bien un presagio de lo que está por venir. Al momento de la narración, el protagonista ya está muerto. A partir de su muerte es que uno de sus viejos conocidos recuerda y narra sus experiencias juveniles.

Es tarea del lector saber qué provocó la muerte del protagonista. Hay que señalar, sin embargo, que a partir del final de ese personaje, el narrador continúa con una actitud crítica. Al final del relato hay una serie de preguntas que juzgan las decisiones de vida del chico con el tatuaje de Sepultura. Esa lista de preguntas exime de cualquier culpa o responsabilidad a la (contra)cultura en las que ambos convivieron durante la juventud. Al igual que Sam Dunn en su documental, el narrador de este relato separa las cosas: la acción de los individuos no es de ningún modo justificable a partir de la contracultura en la que quieren escudarse. Las acciones del individuo no son resultado de la música que escuchaba ni de las ficciones que leía.

 

Si quieres leer el cuento, lo encuentras aquí

 



 

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Esteban Castorena (Aguascalientes, 1995) es Licenciado en Letras Hispánicas por la Universidad Autónoma de Aguascalientes. Por su trabajo como cuentista ha sido becario del Festival Interfaz (2016), del PECDA (2016) y del FONCA (2018). Su obra ha sido publicada en diversos medios impresos y digitales. Gestiona un sitio web en el que comparte sus traducciones de literatura italiana.



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