RESEÑA
Sobre ‘Norcorea’ • Rodolfo González
Rodolfo González
Hace unos días mi amigo Rubén me preguntó si podía acompañarlo a presentar su novela. Ya de paso, si podía hacer algunos comentarios respecto a su libro, una suerte de crítica. Por supuesto dije que sí. Lo que siguió, antes que lo demás, fue leer la novela. Hasta ahora he visto un montón de presentaciones donde el anfitrión no tiene ni idea de lo que se trata el libro. Aunque, para ser honesto, hablar de un libro en el que un hombre está enamorado de un dispensador de agua no resulta sencillo, no me deja, igual que a los anteriores comentadores, con mucha idea. ¡Aclaro! No porque no haya mucho qué decir, por el contrario, es una labor complicada abordar una novela tan amplia.
Además, tome usted en cuenta la idea jerarquizada sobre la crítica y su función constructiva. En primer lugar, yo tendría que pensar si a mi amigo realmente le importa lo que yo tenga que decir. Y en el caso que a Rubén le importarán las tres o cuatro palabras que yo pudiera escribir al respecto, ¿qué sentido tendrían? Por ejemplo, si yo le digo, “Rubén, tienes que ser más como Ibar o como Villoro o ya de perdis menos como tú, tienes que reinventarte”, seguramente él pensaría en decirme “pues ve a leer a Villoro y a mí déjame de molestar”, lo cual tiene total sentido. La verdad de la crítica es que resulta sumamente subjetiva y depende totalmente del ojo que ve. Por ello advierto que lo que sigue es solamente mi opinión, la cual está cargada de toda mi historia y de todos los vicios y malas costumbres que el PRI y PAN han arraigado en mí, por ello no constituye una verdad absoluta ni mucho menos lo pretende.
Respecto a la novela, comenzaría por decir que ésta habita, seguramente, en la literatura fantástica. Pero esta habitación no la ocupa como otras novelas de cuentos de hadas, de dragones o, casas que hablan. Más bien, lo hace al estilo de Gogol. Partiendo desde una realidad trágica, o más bien absurda, como lo es la nuestra, la de las mexicanas y los mexicanos. Como Gogol con su Capote, Rubén construye a partir de un montón de naderías un relato que hoy en día tiene mucho más parecido a la estructura de un guion de serie televisiva que a la de una novela decimonónica. A lo largo del texto encontramos constantemente el uso del rolling gag, el recurso favorito de la comedia de los gringos. Esto, hace a Norcorea una novela sumamente fresca y, aunque en apariencia es un relato sencillo, o más bien descabellado, en el que los perros dan vueltas alrededor del pueblo y la gente se viste de rojo en los días de luto, no por ello debe subestimarse lo que hay en esas trescientas páginas.
Norcorea está configurado a partir de una geografía imaginaria, pero no sin sentido. Rubén repite el recurso que usó antes García Márquez o mucho más cercano a nosotros, Jorge Ibargüengoitia. Hilvana sitios reales con lugares imaginarios. Esto de alguna manera nos sitúa más cerca de la tragedia de los personajes. Es decir, pensar que al ir a Puebla podríamos encontrarnos con Apolinar Malo y tal vez, darle nuestras más sinceras condolencias por la muerte de su padre. De alguna manera Norcorea se suma a la geografía surrealista que habita a toda la América Latina.
Si bien hablamos antes del roling gag como uno de los golpes fuertes de la novela a la hora de hacer humor, viene bien aclarar que no por ello, es una forma simple. El humorismo de Norcorea, está mucho más cercano a la noción que dio alguna vez Monterroso en Movimiento perpetuo; ese que tiene como primer objetivo hacer pensar a las personas y después, si es posible, hacerlas reír.
Otro de los elementos importantes, o bien a resaltar, de la novela, es el manejo de la temporalidad. La novela muestra una estructura visual muy amable. Otra vez, muy parecida a la de las series de televisión. Sin que por ello deje de tener su complejidad o buena hechura literaria. Avanzada la novela se juega con la cronología de las escenas al punto casi de un rompimiento temporal, guardando su debida y respetuosa distancia, algo parecido a lo que hace Carlos Fuentes en La muerte de Artemio Cruz.
Hablar de Norcorea de Rubén Cantor, es de un modo indirecto, pensar en México. Seguramente en el mundo surrealista que el escritor deja en sus páginas, más que la referencia al país asiático, se hace presente la realidad nacional. Si no me cree, vaya a las primeras páginas en las que se reporta la muerte de Pavel Malo. A lo largo de la novela, el periódico publica más de seis días seguidos en su encabezado, una causa de muerte distinta. Esto resulta familiar y penosamente actual si lo comparamos con la reciente pérdida de Octavio Ocaña, mejor conocido como Benito o bien si recordamos el mucho más penoso caso de Mario Aburto en Lomas Taurinas.
La novela tiene también un montón de referencias culturales sin que por ello se vuelva pretenciosa. Usted podrá encontrar referencias a Marx al igual que a Carlos Castaneda. De la misma forma el autor se burla de los editores y su obsesión con las fuentes tipográficas. Es decir, el relato es una confluencia de absurdos que, no por ello deja de resultar graciosamente familiar. En mi caso, la otredad de los norcoreanos, termina por hermanarse a la indiferencia de las clases sociales que poco o nada tienen en común con la gente de a pie, y da como resultado en México, un país de contrastes. Por ello Norcorea, resulta una novela fresca altamente legible, pero con un contenido de mucha resistencia.
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Rodolfo González (Querétaro). Egresado de la facultad de Lenguas y Letras en la Universidad Autónoma de Querétaro. Uno no sabe lo difícil que es escribir hasta que se topa de frente con la escritura de una semblanza propia. Es un ejercicio realmente penoso el hecho de hablar de uno mismo. Uno se encuentra ahí tratando de encontrar alguna cualidad sin parecer presuntuoso o falsamente modesto.