DISFRUTES COTIDIANOS
Discos 2021 [IV] • Fernando Cuevas
Fernando Cuevas
Penúltima entrega del repaso de los sonidos que llenaron el año apenas terminado, todavía atrapado por esta pandemia que se resiste a claudicar, inventándose nuevas variantes para seguir entre nosotros. Veamos.
Electrónicos y experimentalistas
La canadiense Sara Davachi presentó Antiphonals, cual manto sonoro que nos va cubriendo paulatinamente, a través de un minimalismo ambient integrado por instrumentos que remiten a distintas épocas pero acaso a un mismo tiempo, como el propuesto por Chuck Johnson en el evocativo The Cinder Grove, invadiendo el espacio con secuencias sutilmente imbricadas. Loscil dibujó Clara, ambient apesadumbrado que va calando en el ánimo con fuerza, de pronto cobrando otras dimensiones rítmicas, mientras que el disco –io de Circuit Des Yeux, proyecto de la cantautora Haley Fohr, va expandiendo la profundidad doliente, también expresada por Kristin Hyter, firmando como Lingua Ignota, en el confesional Sinner Get Ready, de alcance litúrgico.
Jana Rush regresó para vencer depresiones en Painful Enlightenment, alumbrando desde su footwork el rumbo hacia la celebración, piso sobre el que RP Boo deslizó su Established!, con todo y los incisivos bytes que invaden el sistema nervioso. La cantante japonesa Phew armó New Decade a partir de sus quiméricas vocalizaciones, vientos sutiles y teclados rasposos, como si nos sometiéramos a un sueño analógico por ser descifrado; por su parte, Lucrecia Dalt y Aaron Dilloway se reunieron para insertar, cortar, pegar y volver a rearmar secuencias sonoras en Lucy & Aaron, jugando con el azar, tal como los veteranos roedores extraterrestres de Mouse on Mars y su AAI, explorando los vericuetos de la inteligencia artificial.
Pauline Anna Strom, quien falleciera en diciembre del 2020, dejó su herencia con Angel Tears in Sunlight, retomando a sus iguanas para regalarnos la última luz que le quedaba, cual claro mensaje para conservar la capacidad de admiración, como la que propone la escocesa Clarissa Connelly en The Voyager, armónico recorrido por los misterios del tiempo. Wolfgang Voigt, conocido como Gas, produjo el por momentos inasible Der Lange Marsch, otra vez introduciéndonos en un bosque lleno de vegetación expectante, tema presente, junto con el calentamiento global, en el doom esparcido con firmeza por Gas Lit, obra del australiano dueto femenino Divide and Dissolve, creando una tormenta guitarrera que termina por atraparnos en su vigoroso discurso ambientalista.
El guitarrista Daniel Bachman combina su esencia folkie con intensos sonidos de drones, extractos de programas radiales y grabaciones a campo abierto en el desafiante Axacan, integrando a la naturaleza como parte de las secuencias que terminan por invitarnos a un mundo distinto y a la vez familiar, como el recorrido que establece entre tradición y vanguardia Ernest Bergez, acá llamado Sourdure, presentando desde el sur de Francia De Mòrt Viva, articulado con elementos folk y sonidos de oriente medio, macerados a partir de efectos de producción. Y Shubh Saran, guitarrista bangladesí asentado en Nueva York, produjo el combinatorio y cosmopolita Inglish, toda una delicia donde cabe la progresión, los sonidos clásicos de la India y una ensalada completa de nutritiva fusión.
Con un clarinete como faro iluminador, Angel Bat Dawid recorre los tiempos del antebellum para ahondar en la espiritualidad de los afroamericanos en Hush Harbor Mixtape Vol. 1: Doxology, de alcance narrativo con sintetizadores que se aderezan con el canto de algún gallo amaneciente. Por su lado, el dueto Tomaga entregó una rítmica y plácida electrónica en el paradójico Intimate Inmensity, en efecto navegando entre vocalizaciones que se entrometen en la arquitectura sonora que busca la cercanía pero abriendo espacios a la percepción amplia, como los que propone la asentada en San Antonio, Claire Rousay, desde la sutileza de A Softer Focus: acercamientos a la cotidianidad con halo de penumbra nostálgica, como la vida misma con esas conversaciones a la distancia.
The Bug encendió el infierno con el intenso Fire, acechando e invadiendo nuestros espacios en busca de reducirlos a cenizas, mientras que Danny L. Harle nos sacó a la pista de baile cual terreno ideal para la evasión en Harlecore, recordando los reventones noventeros, y David Ainley, aka Holy Other, presentó Lieve, esperado opus dos en el que construye un escenario de belleza inasible. Nicolas Jaar y Dave Harrington volvieron como Darkside para entregar el denso Spiral, en tanto Gerald Cleaver se fue a las raíces digitales para cosechar Griots, con plena tendencia tribal. El dueto The Body continuó experimentando en I’ve Seen All I Need to See, metal electrificado que emerge tenebroso desde el subsuelo para mostrarnos todo lo visto más allá del horizonte.
Andy Stott presentó el combinatorio y modulado Never the Right Time con las vocales fantasmales de Alison Skidmore, documentando las rupturas y la permanente falta de oportunidad, mientras que Bicep, duo de Belfast, integró house, garage, trance, dance y lo que se pusiera enfrente para confeccionar el contagiante Isles. Buscando conectividad en tiempos de aislamiento, Benjamin John Power, conocido como Blanck Mass, entregó su quinto disco, llamado In Ferneaux, en el que a través de dos piezas desata emotividad y análisis de manera simultánea. Space Afrika, dueto de Manchester integrado por los tocayos Joshua, Inyang y Tarelle, recorren su ciudad industrializada vía Honest Labour, entre suaves vocalizaciones de múltiples invitados, un poco de pausado dub urbano y armonías que remiten a una reconocible vivencia citadina.
Leon Vynehall integró Rare, Forever, entrometiéndose en el club habitual para combinar estilos sobre un ambient que parece envolverlo todo, mientras que la venezolana Arca se destapó con un cuarteto de discos titulados en estricto orden, salpicados por las rítmicas de origen y de las exploradas recientemente: KICK ii, KICK iii, KICK iiii y KICK iiiii, completando la primera parte que vio la luz el año anterior. El veterano músico griego Vangelis, nos llevó de paseo con Juno to Jupiter, entre sus habituales escapadas de sintetizadores y su apertura de ventanas de la nave espacial para ver el cosmos en todo su esplendor. Por su parte, el dueto A Winged Victory for the Sullen retomó la novela homónima de Ítalo Calvino para entregar Invisible Cities, espectral recorrido urbano envuelto entre penumbras buscando la claridad.
Metaleros, punketos y demás rockeros irredentos
Una breve repasada a los rockeros de cepa, entregados a diversos subgéneros que denotan la vigencia y actualidad que tienen en el concierto global.
Desde Baltimore, Turnstile siguió produciendo hardcore para amplias audiencias con Glow On, tercer álbum de absoluto carácter pegajoso, al igual que los de Detroit The Armed con su Ultrapop, cuarto disco en su haber mientras que Black Midi produjo Cavalcade, compuesto bajo precisas coordenadas punketas, formando vértices con apuntes freejazzeros; Spirit of the Beehive le puso sicodelia a la distorsión y con lances entre confusos y engañosamente apacibles realizó Entertainment, Death, cual aviso previo de lo que nos podemos encontrar al entrar a esta tentadora atracción. Indigo de Souza se expresa de múltiples formas que van del grito desaforado a la dulzura efímera, tal como se escucha en el versátil Any Shape You Take.
Idles produjo Crawler, cuarto disco en el que mantienen sentido de inconformidad para arrastrarse por parajes indeterminados con resuelta vocal que se desarrolla sobre instrumentaciones justas e incisivas, en tanto Shame, banda del sur de Londres, compuso Drunk Tank Pink, afilado postrock de rítmica incesante y letras pulidas que van del apunte social al enajenamiento colectivo. El power trío de Philadelphia, identificado como Birds of Maya, pegó con piedra y lodo en su disco Valdez, integrado por cuatro cortes que se resisten a concluir, entre una guitarra que se potencializa con esa incansable base rítmica que parece llenarlo todo.
King Gizzard & The Lizard Wizard mantuvieron el enfoque de rock sicodélico en Butterfly 3000, sazonado con un poco de kraut y de aperturas espaciales entroncadas con momentos de bienvenido desasosiego, como los que predominan en el infectado rock de Deep States, álbum de Tropical Fuck Storm que parece tener caprichosa vida propia para alterar nervios y orejas por igual, desde las profundidades de la tormenta, mientras que Mega Bog, proyecto de Erin Birgy, entregó Life, Another, álbum que intersecta con gracia un rock de pronto cambiante con paisajes que nos llevan a otras texturas de corte más sicodélico. En tanto, los canadienses de Godspeed! Black Emperor produjeron el escabroso G_d’s Pee AT STATE END!, subrepticio postrock para el final de los días.
Sleaford Mods da un recorrido en Spare Ribs por los tiempos covidiosos que corren con su incisivo punk aderezado con apuntes eléctricos de rítmica punzante. Considerada una obra hermana de su predecesor, The Myth of the Happily Ever After es la novena producción del power trío escocés Biffy Clyro, trascendiendo su condición de origen y apuntando justamente a repensar el más allá a punta de guitarrazo limpio. Los australianos de Amyl and the Sniffers proponen un punk electrificado en el paradójicamente titulado Comfort Me, cuando justamente la apuesta es la alteración primigenia. En su quinto lance titulado Seek Shelter, Iceage profundizó en su postpunk orientado a buscar algún deshielo armónico que sirva de refugio provisional.
Con toda la experiencia y manteniendo espíritu combativo, Iron Maiden produjo el aventurero Senjutsu, épica en vertiente samurái, y Helloween perpetró su decimosexto álbum, el homónimo Helloween, con la consistencia teutona acostumbrada; en esta línea metalera clásica, la banda de Ohio conocida como Beartooth se desgañitó con Below. Sin su guitarrista, el fallecido Tom Searle, Architects edificó el robusto For Those That Wish to Exist, su noveno disco en clave metalcore; en tanto los suecos de At the Gates nos atemorizaron con The Nightmare of Being, séptima entrega sostenida en su característico death metal de veloces alientos invernales, desde donde también proviene Tribulation, entregando Where the Gloom Becomes Sound, quinto disco para internarnos en un mundo lleno de magia.
Los franceses de Gojira continuaron con su metal distintivo, de intrincadas formas y melódicas apuestas, en Fortitude, mientras que desde Atlanta, Mastodon sembró, cuidó y cosechó Hushed and Grim, casi hora y media de intensidad compositiva, internándose por un particular árbol de la vida con hábil eclecticismo. Los australianos de Twelve Foot Ninja avanzaron con Vengeance, disco servido bien calientito, jugando con elementos de diversos géneros y pasajes de efímera calma sobre una base de metal puro. Y Dream Theater se presentó con su progmetal en A View From the Top of the World, decimoquinto disco sostenido por la reconocible capacidad melódica y el virtuosismo que parece detener grandes rocas entre montañas, por las que parecen transitar las cascadas de guitarras de Deafheaven en su quinta propuesta, Infinite Granite, deslizándose desde el apunte más emocional al motórico poder que busca penetrar la roca interminable.