viernes. 08.11.2024
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Tachas 468 • Everything Everywhere All at Once: el multiverso de lo doméstico • Óscar Luviano

Óscar Luviano

Everything Everywhere All at Once - Fotograma de la película
Everything Everywhere All at Once - Fotograma de la película
Tachas 468 • Everything Everywhere All at Once: el multiverso de lo doméstico • Óscar Luviano


El día del Año Nuevo chino, Evelyn Wang (Michelle Yeoh) debe enfrentar tres grandes desastres: su esposo le trae los papeles del divorcio, su hija insiste en invitar a la celebración a su novia y vence el plazo para evitar que Hacienda embargue su lavandería. Justo en ese trance Waymond (Ke Huy Quan), su sensible esposo, comienza a comportarse y hablar como un personaje de The Matrix, la funcionaría que la atiende, Deirdre Beaubeirdre (Jamie Lee Curtis) trata de matarla y el universo comienza a colapsar. Waymond le revela que es la única persona que puede salvar al Cosmos de reventar ante el derribo multidimensional que ha emprendido una figura terrible, Jobu Tupaki, quien va de universo en universo asesinando a cada una de las versiones de Evelyn.

Estos son más o menos los primeros diez minutos de la anárquica, demencial y sorprendente Everything Everywhere All at Once (2022), una cinta escrita y dirigida a cuatro manos por Dan Kwan y Daniel Scheinert (que firman como "Daniels"). Se trata de una comedia desatada, en una línea de total coherencia con la ópera prima de la dupla, Swiss Army Man (2016), en donde el cuerpo de Daniel Raycliffe se convierte en la pedorra nave de un Paul Dano que escapa de una isla desierta.

Waymond le revela a Evelyn la manera de enfrentar a su enemiga: debe hacer algo estadísticamente imposible (como comerse los mocos o cortarse cinco veces con el filo de una hoja de papel) y eso le permitirá saltar a otro universo para entrar en contacto con otra versión de sí misma y adquirir sus habilidades (desde las artes marciales, la voz de una soprano o el manejo de las aspas de una cocinera).

Este recurso da el tono absurdo y multirreferencial al filme, pues las versiones de Evelyn habitan en universos que rinden homenaje a filmes de todos los calibres (2001, Ratatouille, In the Mood for Love y, desde luego, The Matrix) con recursos que van de la animación cuadro por cuadro a dedos prostéticos del tamaño de salchichas.

Después de este impresionante envoltorio, el segundo gran valor de la cinta son sus coreografías de artes marciales. Los Daniels trabajaron diferentes versiones del guion a lo largo de diez años con Jackie Chan como protagonista, algo que se nota en las diferentes secuencias de pelea en las oficinas de Hacienda, en las que los elementos cotidianos (escritorios, pisapapeles, sillas…) se convierten en armas y herramientas de deslumbrantes piruetas.

La ausencia de Jackie Chan explica la fisonomía de Wayland, muy parecido al más celebrado actor chino, y es uno de los factores que, más allá de su impresionante imaginería visual, hacen de Everything Everywhere All at Once una película sorprendente, pues se trata, al final de cuentas, de una historia sobre universos paralelos que confluyen en espacio doméstico, en la vida de un ama de casa.

El género multiverso acumula títulos tan variopintos como Dark City (1998), la última entrega del Dr. Strange y joyas desconocidas como Coherence (2013), pero en el fondo se trata de historias que hablan de seres rotos en su desesperado intento por rehacer sus vidas tomando, de golpe, todas las alternativas que dejaron de elegir, todas las que eligieron y todas las que desconocían que podían haber tomado.

El mayor mérito del film de los Daniel es consecuencia de la ausencia de Jackie Chan, así es que todo el peso sentimental del filme recae en Michelle Yeoh, tan hábil para las secuencias de acción como para ofrecer una actuación llena de matices: la esposa que ya no ama, la madre que no reconoce a su hija, la hija que no puede sacudirse a la figura castrante de su padre. En Everything Everywhere All at Once no se trata de salvar al mundo, sino a los afectos a contrapelo de lo que propugna el cine infantil y familiar del momento: no hay que dejar ir, sino aferrarse a los afectos que nos hicieron las personas que somos, pues gracias a ellos fallamos en todo lo que intentamos y, como le dice una de las versiones de Wayland a Evelyn: “Ese es el punto de partida para hacer cualquier cosa”.
 

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