lunes. 10.02.2025
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Leyendas medievales: El hombre verde y el caballero del norte • Fernando Cuevas

Fernando Cuevas

El hombre del norte (2022)
El hombre del norte (2022)
Leyendas medievales: El hombre verde y el caballero del norte • Fernando Cuevas


Dos de los directores más interesantes de la actualidad, nacidos en los primeros años de la década de los ochenta del siglo pasado, presentan sendas obras enclavadas en la fantasía medieval llena de rituales y designios del más allá, donde los protagonistas recorren un arco dramático para al final encontrarse a sí mismos: en los complejos trayectos, aparecen un zorro parlante con capacidad de advertencia y una zorra azul indicativa del camino a seguir, respectivamente, así como una serie de personajes que navegan entre el símbolo, la cercanía afectiva o la rivalidad, según el caso.

De la venganza al Valhalla

De la brujería en la Nueva Inglaterra del siglo XVII mostrada en La bruja (2015), a la locura marítima iluminada en El faro (2019), Robert Eggers se introduce en la cultura vikinga con todo y su componente mitológico para entregar, con el apoyo del escritor Sjón, la muy visualmente elaborada e históricamente cuidada El hombre del norte (2022), una leyenda retomada por Saxo Grammaticus en el siglo XIII, en la que, a su vez, se refiere algún relato egipcio del asesinato de Osiris a manos de su envidioso hermano Set, victimado por Horus, hijo de aquél: esta premisa de poder, ambición y venganza, según se dice, sirvió de base para que Shakespeare creara Hamlet, una de sus obras maestras alrededor de un conflictuado príncipe danés.

Al regresar a su tierra, un rey (Ethan Hawke, errático) se encuentra con su esposa (Nicole Kidman, desatada) e hijo Amleth (Oscar Novak), a quien le muestra algunos ritos de iniciación guerrera con alcance licántropo, conducidos por un chamán poseso (Willem Dafoe, en trance con su hamletiano cráneo). Tras un breve encuentro con su hermano (Claes Bang, implacable y de mirada traicionera), es traicionado y asesinado por este al amanecer para quedarse con el trono y, de paso, con su mujer, mientras el pequeño vástago consigue huir. Años después, el vástago se ha convertido en un furibundo guerrero que arrasa aldeas (Alexander Skarsgård, de salvaje andar simiesco), mientras su tío y su madre se encuentran gobernando un pequeño asentamiento en Islandia, tras ser expulsados por el rey de Noruega.

Un encuentro con la hechicera Seeress (Björk en plan biofílico), le abre el panorama al desterrado y le indica su misión para reivindicar la muerte de su padre y, de paso, salvar a su madre: la viral encomienda lo obligará a asumirse como esclavo, presentarse en determinados ceremoniales iniciáticos, soportar malos tratos, incluyendo torturas, y ganarse la confianza de su tío y sus hijos, mientras que en el camino descubrirá ciertas cuestiones acerca de sus padres y se enamorará de una joven cómplice (Anya Taylor-Joy, otra vez en plan brujeril), buscando trascender más allá de la mera travesía justiciera, acaso descubriendo otros sentidos para su existencia y no solo el que recitaba como mantra al escapar de niño en la pequeña embarcación.

La fantasía se inserta de manera orgánica en el relato donde abundan batallas tangibles y corpóreas, al tiempo que desde el cielo pueden descender cuervos liberadores o valquirias renacientes, si bien el desarrollo de algunos personajes podría profundizarse, como se logra en la mayoría de los casos de la serie Vikingos (2013-2020), a lo largo de sus seis temporadas. Si en Valhalla Rising (Winding Refn, 2009) el guerrero con fuerza sobrenatural se dirige a un destino incierto tras lograr su liberación, aquí su propósito queda completamente determinado e implicará el proceso inverso: de la aparente libertad, pasar a formar parte de un grupo cautivo y explotado, siempre a merced de los caprichos del dueño de la comarca.

La recreación de aquel tiempo de finales del siglo IX e inicios del X resulta absorbente, no solo en cuanto al vestuario y maquillaje, sino a las lógicas de comportamiento y prácticas culturales, a los rituales-juegos e incluso al mundo de las alucinaciones o del más allá; por su parte, la fotografía de Jarin Blaschke encuentra el tono medio entre las oscuridades de los submundos y los imponentes paisaje nórdicos, en tanto el score de Robin Carolan y Sebastian Gainsborough apoya la puesta en escena con sonidos que viajan del tono aguerrido al ceremonial en trance y de ahí, a momentos de plena desolación, potenciando el efecto al ser interpretada con instrumentos de aquellos años. Inevitable, al ver las secuencias de las destrucciones de los poblados y la dominación ejercida de unos sobre otros, no pensar en la invasión rusa a Ucrania o en los grupos que se asumen como racialmente superiores, más de diez siglos después, cuando la barbarie continúa a pesar de los esfuerzos civilizatorios.

Por una cabeza

En El caballero verde (EU-Canadá-Irlanda, 2021), David Lowery vuelve al mundo de la fantasía, tras Mi amigo el dragón (2016) e Historia de fantasmas (2017), pero desde una perspectiva distinta, internándose en la época medieval con base en un texto de finales del siglo XIV en forma de poema épico titulado Sir Gawain y el caballero verde, que sirvió de base para una serie televisiva a finales de los sesenta, un par de películas (Gawain and the Green Kinght, 1973; La espada del valiente, 1984) y otros dos filmes para televisión: el peso del simbolismo tanto en los personajes como en las acciones y hasta en los objetos, permea toda la construcción argumental y abre posibilidades interpretativas.

El director de Un caballero y su revólver (2018) retoma la premisa básica del reto que plantea un hombre-árbol gigante (Ralph Ineson), quizá inspirador de los Ents tolkinianos y por quien se titula la película, a un grupo de caballeros para asestarle un golpe con la espada Excalibur y, pasado un año, ir a la capilla donde vive este extraño personaje para recibir uno igual. Gawain (Dev Patel, dubitativo), sobrino del Rey Arturo (Sean Harris, feneciente), invitado a la reunión navideña en torno a la mesa redonda con la presencia también de la reina (Kate Dickie), recién vuelto a Camelot y que era un joven que pasaba el tiempo con su novia Essel (Alicia Vikander), acepta forzadamente el desafío, mientras su madre Morgana (Sarita Choudhury), celebra un ritual cargado de misteriosa magia que se relaciona con el particular desafío.

Pasado el año, el potencial e inesperado héroe parte sin mucha confianza rumbo a su destino en un corcel, armado con un hacha y portando una faja elaborada por su madre para evitar que sufra algún daño mientras la traiga puesta: una inquietante travesía para ponerse a prueba como hombre, cumplir su promesa y enfrentar sus temores como posible heredero al trono, en la que primero se topa con unos ladrones que lo despojan de todo para después ver a la fantasma de Winifred, en busca de su cabeza y en cuya cabaña se encuentra el hacha robada; caminar junto a unos gigantes en peregrinación y finalmente, ya cerca de la capilla del Caballero Verde, llegar al castillo de Bertilak de Hautdesert (Joel Edgerton, ¿el mismo caballero verde?) y su esposa, igual a su novia Essel, además de una intrigante anciana (¿su propia madre?): ahí se encontrará con seducciones, avisos, propuestas, tentaciones, amenazas y tratos por descifrar.  

Épica contenida cargada de simbolismos desde el color mismo del caballero: un verde que implica descomposición, no vida, del cual habrá que liberarse acaso aceptando la propia muerte honorable, en lugar de no aceptarla y vivir el resto de los días en decadencia, despreciando a su pareja, casándose por conveniencia y al final, de cualquier forma, perdiendo la cabeza entre la podredumbre y el despojo de la mágica faja protectora, lejos de la honorabilidad que se esperaba si cumpliera con su misión: los caminos pueden ser inescrutables cuando se tiene la cabeza puesta para recibir al destino, con todo su filo y brutalidad. El score compuesto por Daniel Hart viaja de la tesitura ritual a la coral con lances entre acechantes y esperanzadores, bien envueltos en un folk de clara esencia celta, acompañando una sobria puesta en escena que resalta los detalles cargados de significado.

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