miércoles. 24.04.2024
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GUÍA DE LECTURA 457

Tachas 480 • Ubú rey, de Alfred Jarry • Jaime Panqueva

Jaime Panqueva

Ubú rey, de Alfred Jarry
Ubú rey, de Alfred Jarry
Tachas 480 • Ubú rey, de Alfred Jarry • Jaime Panqueva

Nadie puede negar que los maestros marcan nuestra vida, para mal o para bien. El caso de Ubú es una muestra perfecta de ello. Jarry, joven inquieto de familia acomodada, conoció durante su paso por el Liceo de Rennes a Félix-Frédéric Hébert, un profesor, poco respetado por sus alumnos, que había hecho frente a alborotos y escándalos por doquier hasta recalar en aquella escuela de provincia. En palabras de Jarry, Hébert encarnaba “todo lo grotesco del mundo”, tanto que por el 1888 ya había sido blanco de canciones y sainetes como Los polacos, de los hermanos Charles y Henri Morin, este último condiscípulo del futuro escritor. 

Con esta idea germinal en la cabeza, ya en París tras haber fracasado tres veces en el ingreso a la Escuela Superior Normal, Jarry inicia su trabajo en publicaciones periódicas de crítica literaria y se convierte en asistente de los famosos martes de Mallarmé, donde conoce a Alfred Vallete, director del mítico Mercure de France. Para entonces, Hébert se ha transfigurado en el corrupto y perverso déspota Ubú, y sus primeras aventuras como usurpador de la corona polaca se representarán en la casa de los Vallete en 1894. Un par de años más tarde, cuando Jarry ronda los 23 de vida, se encarga de la programación del Théâtre de l'Œuvre, donde el 10 de diciembre de 1896, el estreno de Ubú rey escandalizará los asistentes al grado que sólo se representaría dos veces.

Sin embargo, con marionetas diseñadas por el pintor vanguardista Pierre Bonnard, Ubú volverá a la escena en 1898, y tres años más tarde en una versión reducida para teatro de cabaret. Para ese momento Ubú se había convertido en la piedra angular del trabajo para escena de Jarry que, además de la publicación de un calendario ilustrado, verá dos secuelas: Ubú cornudo y Ubú encadenado.

Ubú rey es una terrible farsa del poder llevado a sus extremos más desfachatados e inverosímiles: “Tengo el honor de anunciaros que para enriquecer el reino voy a hacer perecer a todos los nobles y apoderados de sus bienes.” Parodia o tal vez profecía de los tiranos absolutos que oscurecerían el siglo XX, “Les diré, señores, que las finanzas van así, así... Un considerable número de pandilleros de las finanzas invade todas las mañanas las calles y hacen maravillas. (Al público). Por todas partes no se ve otra cosa que casas ardiendo y gente agobiada bajo el peso de nuestra finanza.”

A pesar de que, como comenta Gerardo Australia en su artículo Alfred Jarry y el arte de beber en bicicleta, Jarry “era más conocido por sus escándalos, vestimenta estrepitosa y excesos etílicos que por sus escritos y obras de teatro”, la crueldad y sin sentido de Ubú serán precursores del teatro del absurdo, así como del surrealismo y dadaísmo. Algo que no esperaba ni el profesor Hébert.

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