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Tachas 481 • Rancor • Daniel Rojas Pachas

Daniel Rojas Pachas

Rancor, de Daniel Rojas Pachas
Rancor, de Daniel Rojas Pachas
Tachas 481 • Rancor • Daniel Rojas Pachas

El caso salió a la luz cuando la hermana del sujeto, Ronald Humel comenzó a acusarlo en una primera instancia con los vecinos y luego con las autoridades locales por la desaparición de su hijo con síndrome de down. La leyenda urbana que conmocionaba a un pequeño barrio residencial venido a menos, pasó a estar en boca de toda la ciudad. 

Se decía que Humel habría violado al menor y luego afectado por la culpa procedió a golpearlo hasta darle muerte para terminar entregando el cuerpo a la jauría salvaje de perros que mantenía en el gigante patio trasero de la casa que heredó de sus padres. Desde un edificio contiguo perteneciente a una empresa textil, un grupo de amantes de los animales fotografió a los cerca de cuarenta perros que Humel mantenía cautivos formando un ecosistema salvaje. 

Sin alimentación y tan sólo con agua los mantenía esclavizados. Se dice que Humel paseaba de noche por las calles de la ciudad en harapos arrastrando una enorme carreta llena de cajas y lo que presumiblemente era piel de animales muertos, recogiendo a la fuerza a cuanto perro abandonado encontraba y en algunos casos procedía a sustraer a los animales de sus casas para llevarlos ante su ejército de canes y entregarlos en sacrificio. 

La descabellada imagen era alimentada por hechos comprobados a través del testimonio de los operadores del camión de basura del sector, que en reiteradas ocasiones debían recoger de los contenedores pedazos de piel con carne en descomposición u osamentas de perros en estado de putrefacción. Los videos de más larga data dan cuenta de algunos animales despellejados pudriéndose en el tejado, la situación llevó a vecinos de la zona a pedir a la secretaria regional de salud interviniese pues la casa a esas alturas era un foco infeccioso para los cuatro colegios aledaños. 

Además tal como declarasen directores de las agrupaciones provida animal, los perros se fueron acumulando y era tan sólo la selección natural la que imperaba. Los perros se comían entre sí, sobreviviendo sólo los más fuertes. Razas como los cocker o pequinés, tan cotizados en ese entonces por jovencitas que los paseaban cual adornos, no tenían oportunidad alguna ante los quiltros, un par de dobermans o pastores que a pesar de estar desnutridos y con la piel pegada a los huesos eran para ese entonces, verdaderas máquinas de matar. 

Comenzaron a juntarse infinidad de videos en que se apreciaban siluetas de un hombre corpulento, Humel desde luego, lanzando a razas pequeñas de perros al ruedo luego una polvareda inmensa, preludio de la masacre. También comenzaron las notas amarillistas en diarios como El Bocón, La Veloz y Diario Frontera pero las autoridades no hacían nada al respecto pese a las innumerables denuncias en contra del enajenado. Las principales quejas eran por hurto de mascotas, otras por agresión verbal y por exhibicionismo, al parecer Humel tenía más de una práctica excéntrica. 

Nada se pudo comprobar respecto a las denuncias por maltrato animal. Todavía no existían esas leyes que penan el daño a otras especies con las mismas penas que podría tener alguien que agrede a su hijo o pareja. Las personas comenzaron a realizar vigilias en la puerta de Humel con pancartas. Se coordinaban protestas para ir a reclamar en grupo a la presumible mascota secuestrada o asesinada. Humel sólo se paraba en su ventana con una mueca de satisfacción, algunos testigos declararon que en ocasiones lo hacía desnudo o procedía a masturbarse generando reacciones encontradas de risa y asco entre los asistentes. Un día todo se fue de las manos, un grupo de sexagenarias, así las describe la nota del Bocón. Luego fui a entrevistarlas corroborando sus edades, arremetió en contra del hogar del para entonces bautizado Loco Humel o el chacal. Se decía que este tenía un refrigerador con candados en el cual guardaba partes humanas, todo parecía sacado del guion de un documental de serial killer, lo cierto es que la policía finalmente consiguió una orden para revisar el lugar pero sólo encontraron carne de vacuno en descomposición y muchos frascos de orina. El grupo de mujeres acusaba a Humel de la desaparición de su nieto autista y tuvieron la mala fortuna de encontrarlo esa tarde en su patio delantero arreglando la cadena de una vieja bicicleta. La pequeña nota de prensa señala que hubo un intercambio de insultos hasta que una de las mujeres arrojó una piedra a la cabeza del sujeto, esto provocó su ira inmediata que desembocó en una arremetida a patadas en contra de las señoras. A esa hora un grupo de escolares transitaba de regreso a sus casas lo cual provocó un tumulto que terminó con la intervención de oficiales y el registro de la casa de Humel.

(…) la última parte del documento acorde a lo señalado por el perito, guarda mayor coherencia y continuidad. El texto ha sido calificado como una especie de relato, no tenemos certeza de la autoría, lleva por título “El orden constituye la supremacía del vicio”


 

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