Le gusta jugar a esconderse no de manera en la que nadie lo encuentre, sino deja pistas como si estuviera por alcanzarlo y pretende no estar ahí, en el paradero del abandono para cederle el lugar a mi impaciencia, porque puede hacer trampa en estas cosas.
Mis manos se han hundido porque ignoran siempre la existencia y la angustia inalcanzable.
Nada hay de mí que permanezca más allá de mí misma, era sólo un sueño y el deseo de morir, lo que traje conmigo ya no existe.
Se despertó buscándote entre la piel,
los huesos y en la sangre, en el rostro y los ojos,                                            
entre la muerte de todos,
entre la muerte propia,
y en la muerte de los propios cuerpos.

Estamos ya arrasados fuera de nosotros, perdidos entre la propia imagen del espejo sin fondo de un abismo ciego, en el espejo de tu desesperada vida, buscando el orden que solías habitar.

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Leslie Coronado (Lagos de Moreno, 2004). Estudia Psicología Educativa. Forma parte del taller literario del Centro Cultural Manuel González Serrano.

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