1
Mi barman de confianza es mi instructor de natación. Ahora verá cómo me ahogo de una forma distinta. 

2
Un chico ciego va a nadar a la misma hora que yo. Se le ve contento. Da brazadas largas, avanza rápido, va y viene antes de que yo termine una vuelta. Pensé en preguntarle cómo hace para nadar así, pero era una mala pregunta. Creo que en vez de eso le preguntaré en qué mar está nadando. 

3
Hoy le llevé pan de plátano a la maestra y al final de la clase me felicitó. No supe si fue porque nadé bien o por el pan. Estoy casi segura de que fue por el pan. A veces se le olvida mi nombre y me dice ingeniera cuando tengo más cara de ahogada que de ingeniera, sobre todo cuando intento dar un viraje. En resumen, el secreto para nadar bien está en un buen pan de plátano. 

4
Un compañero me dice María José. “Muy bien María José. Una vuelta más y ya María José. Ya ves María José, sí puedes”.  Lo dice con tal convicción que me ha hecho dudar de mi nombre. Como sea, no pienso corregirlo. María José nada mejor dorso con patada de pecho. María José es un nombre elegante, muy feminin masculan. María José significa La Elegida en hebreo, seguramente la elegida para nadar bien. María José canta No soy una señora y Prefiero ser su amante. Me gusta mi nuevo nombre. Si a Felipe Muñoz le decían El Tibio ¿Por qué no ser María José? luchando y perdiendo una guerra que se hace infinita. 

5
Las instrucciones no solicitadas también son comunes en la alberca. Salía yo con mucho cuidado porque en la clase pasada fui atrabancada y me hice moretones en la espinilla mientras practicábamos clavados. Un señor me ve y pensando que no tengo ni idea de cómo salir con estilo, me dice: "Mira, es así. Te impulsas y...", y que se resbala y se mete un guamazo en la barbilla. Pese al golpe no se pudo quedar callado y agregó: "Espera, ahorita te digo cómo. Es que me resbalé". 

6
La maestra nos pidió virajes a mitad de la alberca. Lo intenté varias veces y todas las veces me ahogué. No tenía idea de que uno se podía ahogar más de una vez. Me sorprende la poca resistencia que ofrece mi cuerpo para evitar ahogarse. Ahora temo tomar café y que se me vaya a los pulmones. Por otro lado, tengo tanta agua en los oídos que escucho a la deportiva en mi cabeza. Escucho a los nadadores, su chapoteo, a la maestra dando instrucciones ¡vamos! hasta a las señoras quejándose de que no hay agua caliente en las regaderas. Solo espero que pase pronto porque no terminé de ahogarme y ahora tengo que trabajar. 

7
Los mocos son un problema en natación. A mi compañera de carril se le salía uno bastante consistente y me dio vergüenza decirle. A la siguiente vuelta ya no lo traía y toda la clase me pregunté en dónde había quedado. Me angustié. Era imposible saberlo como es imposible saber tantas cosas: si lograré mantenerme firme en mis convicciones, si me seguiré evadiendo por temor de asumir lo que soy, lo que quiero. Me siento triste. No dejo de pensar en los mocos en la alberca que se hunden o flotan a merced de otros nadadores y sus secreciones. No dejo de pensar en el caldo humano en el que floto dentro y fuera de la alberca. 

***

Karla E. Gasca (León, Gto. 1988). Estudió Cultura y Arte en la UG. Ha publicado en revistas como Ritmo Imaginación y Crítica. Imaginario Fantástico Mexicano Volumen I de la UNAM y Tierra Adentro, así como en varios sitios web. Publicó cuentos en las antologías: Para leerlos todos (2009), Poquito porque es bendito (2012) y Presencial, memoria del encuentro entre colectivos literarios del Seminario Amparán (2021). Coordinó la antología Crestomatía-Gymkata que reúne el trabajo de 10 autores guanajuatenses (2020). En 2022 obtuvo un apoyo PECDA para jóvenes creadores por el proyecto literario: Nemi, historias de una ciudad. También obtuvo el primer lugar en el tercer certamen de cuento corto Efrén Hernández y es una de las ganadoras de la cuarta edición del concurso Memorias de los Caminos de Guanajuato. Redes: IG kareve88, Facebook Karla E. Gasca. Correo: [email protected]

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