martes. 23.04.2024
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Discos 2022 (II): 35 obras en clave femenina • Fernando Cuevas

Fossora, de Bjork
Fossora, de Bjork
Discos 2022 (II): 35 obras en clave femenina • Fernando Cuevas

Repaso por algunas de las propuestas realizadas por mujeres en el año que recién terminó y que resultaron memorables. No son todas, pero valga como muestra del amplísimo abanico sonoro en clave femenina.

Iniciamos con Fossora, el brillante regreso de Björk, la pequeña hechicera islandesa ya con 30 años de carrera solista, entre un incesante clarinete, su característica intensidad vocal acompañada de coros, texturas y estructuras en relieve y el fallecimiento de su madre que atraviesa la reflexión sobre el dolor y la maternidad misma, la esperanza que aún vive y una curiosa mirada a los hongos; en Classic Objects, la noruega Jenny Hval nos regala sus delicados arreglos sobre los cuales se sustentan apuntes culturales, ya sea de las manifestaciones artísticas o de los rituales amorosos, como para irse a buscar la libertad a Júpiter y descubrir un cementerio de esplendor. Nina Nastasia, en tanto, entrega el confesional Riderless Horse, obra que cabalga en un folk cercano, de sentida elaboración.

Natalie Mering, mejor conocida como Weyes Blood, mantiene su preocupación por la situación climática del mundo y las consecuencias en las diversas especies vía And in the Darkness, Hearts Aglow, conservando la esperanza, no exenta de nostalgia, que se advierte en las reposadas baladas de largo alcance, cual radiantes palpitaciones para cuidar el entorno, esfuerzo que también plantea Sharon Van Etten en el emotivo We’ve Been Going About This All Wrong, grabado en términos caseros pero abriendo puertas y ventanas para gritar preocupaciones sobre nuestro futuro con toda la convicción del caso. 

Mientras, la cantautora británica Nilüfer Yanya entretejió Painless, se opus 2 en el que confirma su capacidad para la confección de canciones a partir de su guitarra en convivencia con los sintetizadores para llevarnos por parajes nocturnos sin perder la calma. Florence + The Machine presentó el pandémico Dance Fever, quinto álbum con esa reconocida emotividad boyante que nos pone de pie para buscar la libertad de movimiento entre cielos y tentaciones terrenales, justo donde habita el amor, aquí objeto de cuestionamientos, como los que plantea Ezra Furman en su All Of Us Flames, de construcción inesperada por cuyos andamiajes rítmicos transcurre la vocal aguardentosa para pensar sobre sexualidad, identidad, sanidad mental y relaciones sociales.

El arqueológico Pompeii de la galesa Cate Le Bon, transita por reflexiones sobre el amor, la culpa y la religión en vertiente de pop vuelto orfebrería fina; por su parte, su compatriota Gwenno produjo Tresor, su tercer álbum en solitario en el que apuntala su colorido pop para, en efecto, convertirse en un tesoro con varias joyas depositas en esa cálida vocal que se despliega sobre teclados escapistas, por momentos contenidos; en tanto Weather Alive fue la aportación de Beth Orton, obra que parece cocinada a fuego lento para abrazar memorias entre atmósferas fractales, y desde Nueva Zelanda, Aldous Harding retoma influencias y las somete a un folk con ciertas alteraciones en Warm Chris, su cuarta obra envuelta por un incógnito halo.

En Big Time, también entregando su opus seis, Angel Olsen repasa el dolor y otea hacia horizontes reconciliatorios con la vida desde apuntes country con necesarias explosiones de fuegos atravesados y flores cayendo con la necesaria pausa para el duelo. Soccer Mommy (a.k.a. Sophie Allison) propuso Sometimes, Forever en tono de íntima sobrevivencia, llenando los espacios sonoros con ecos vocales e instrumentales que irrumpen la oscuridad, como ese disparo demostrativo, acaso como la apuesta de Joane Shelley, quien desde Kentucky nos regala el folkie The Spur para asomarse a ver la luz en sus momentos finales, cual trueno entre el cielo y la roca. Julia Jacklin participó con Pre Pleasure, su tercer disco en el que va recordando infancias con entramados de cuerdas y vocales que suenan a confesiones liberadas.

La pianista catalana Marina Herlop adopta un arriesgado enfoque lúdico en Pripyat, jugando con acordes lanzados por inesperadas vocalizaciones y efectos sonoros cual viaje por un colorido mundo con formas tan atractivas como extrañas, intersectadas por arreglos provenientes de alguna caja musical extraviada. La colombiana asentada en Berlín, Lucrecia Dalt, realizó ¡Ay!, entre poesía susurrada e instrumentaciones por momentos espaciadas y un espíritu de exploración que transita por la desmesura de las atemporalidades, sutilmente recordando las músicas de la tierra de origen en conversación con sonidos del lugar de llegada. Hurry for the Riff Raff, proyecto de Alynda Segarra, nos regresa los pies al suelo con Life on Earth, aunque nos pone a bailar en Júpiter, con una bienvenida desobediencia.

Desde Filadelfia, DJ Haram y Moor Mother formaron un efervescente dueto llamado 700 Bliss para presentar Nothing to Declare, ideal para descender al club de baile más cercando y dejarse llevar por las bifurcaciones rítmicas, pasadas por tratamientos electrónicos de intensidades variables y un acuciante spoken word, según lo requiera el cuerpo: toda una declaración de principios. En tanto, la compositoria y guitarrista Rachika Nayar se puso en plan anunciatorio con su segundo álbum, Heaven Come Crashing, incorporando electrónica luminosa y drones ambientales que parecen apuntar hacia una emocionalidad al borde del precipicio. Rockero y desenfadado, Supernova fue la propuesta de Nova Twins, manteniendo su punketa actitud e incorporando un poco de grime a su energético coctel. 

MIRADA GLOBAL

Un par de cantautoras japoestadounidenses: Laurel Hell, sexto álbum de Mitsky, opta por las canciones breves en duración y largas en emotividad, guiadas por sintetizadores que va de cierta tendencia oscura a una detenida efervescencia, buscando el calor de la luz en el rompecorazones único, acaso para pedirle más amor. Por su parte, Hikaru Utada produjo el interrogativo BADモード, pop insuflado de apuntes electrónicos envueltos en R&B y con el apoyo de Floating Points y Skrillex. Grace Ives, por su parte, destiló su pop de recámara en Janky Star, adornado con limpios sonidos digitales para recordar tiempos idos, amores en proceso y ese duro aprendizaje que implica soltar para ganar-ganar, mientras que Kathryn Joseph levanta fuerte la voz contra el abuso y en pos de la sobrevivencia en el profundo For You Who Are the Wronged, de instrumentaciones mínimas y vocales máximas.

Yaya Bey expuso su R&B trastocado con florituras souleras en Remember Your North Star, asomándose a un cielo por iluminar con dejos de iridiscente intimidad para reunirse en Brooklyn bajo los influjos del reggae, mientras que FKA twigs se subió al dragón y produjo Caprisongs, discurriendo por una electrónica también infectada por hip-hop, R&B y esencias soul. Beyoncé, por su parte, firmó el que quizá sea su trabajo más completo a la fecha: Renaissance es un orgánico compendio de rítmicas, armonías y melodías meticulosamente producidas, listas para cabalgar en busca de los nuevos nacimientos de liberación femenina en plenitud, a paso de house, afrobeat, funk y disco, más lo que resulte propicio para rompernos el alma. 

Y la violinista Britney Denise Parks, alias Sudan Archives, entregó Natural Brown Prom Queen, también cocinado a partir de una nutritiva mezcla de estilos con la brillantez del caso. En los terrenos del Hip-Hop, Little Simz desarrolló su discurso antirracial y anticonsumista en No Thank You, sin agradecer nada y alentada por aromas soul, y S. O. S. segundo y amplio disco de SZA, bien acompañada y confirmando su alcance previo. En modo pop intervenido por influencias que van de la electrónica al funk  cierto juego oculto, Charlie XCX lanza su vehículo por creativos rumbos en Crash, apoyada por diversos notables en la producción y como participantes directos, un poco como Rosalía se divierte de lo lindo en Motomami, incursionando en géneros y especies varios con la distinción de su voz por delante: disco global. Y de Malí, Oumou Sangaréentregó Timbuktu, punto de encuentro entre el blues y su clásico sonido Wassoulou.





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