jueves. 16.01.2025
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Tachas 507 • El fruto prohibido no era el de la sabiduría • Federico Urtaza

Federico Urtaza

The banshees of Inisherin de Martin McDonagh
The banshees of Inisherin de Martin McDonagh
Tachas 507 • El fruto prohibido no era el de la sabiduría • Federico Urtaza

Que nadie se dé por ofendido, pero sí por aludido: ser estúpido es condición que puede afectar a cualquiera en cualquier momento, de manera ocasional o consuetudinaria, así que se puede serlo por hacer una que otra estupidez o realizarla de manera prolongada o una tras otra sin solución de continuidad.

Me declaro culpable de serlo a veces así que, si literalmente me diera de topes contra la pared cada vez que me he comportado como estúpido, tendría como trofeo algunos descalabros y chichones, pero puedo jactarme de que no soy así siempre… O eso creo. El que esté libre de culpa, etcétera.

Bien, dejemos de hablar de mí. Si alguien se considera consistentemente No-Estúpido, ¡felicidades!, pero por lo que vemos en las noticias y, en especial en las redes sociales, siguen vigentes El elogio de la estulticia de Erasmo de Rotterdam, Sobre la estupidez de Robert Musil ─¿dónde diablos habré dejado ese librito?─, y La marcha de la locura de Barbara W. Tuchman, sólo por citar los que me vienen a la mente y se refieren directamente al asunto.

Tanto en lo individual como en lo social abundan las muestras de estupidez de nefastas consecuencias y nos hacen dudar de la sensatez y de la especie humana en general y de algunos de nosotros en particular; sin duda el gran riesgo para la democracia y para la paz ─mundial, local o doméstica─ es la facilidad con la que elegimos gobernantes estúpidos, toleramos criminales o parejas tóxicas (o lo somos), por decir algo.

Viene al caso esta amarga reflexión después de ver The banshees of Inisherin 2022 (Los espíritus de la islaAlmas perdidas, háganme el favor), cuarto largometraje del inglés Martin McDonagh (Tres anuncios por un crimen 2017, Siete sicópatas y un perro 2012, y En Brujas 2008), ya que esta película tiene como tema central, nada menos que… La estupidez.

La acción transcurre en una islita frente a la isla mayor de Irlanda, en 1923, justo en lo más candente ─no, no lo más “álgido”, que significa lo contrario, por favor─ de la guerra civil irlandesa de la que no hace falta decir más que, como todas las guerras, tiene su origen en razones, sí, estúpidas, aunque se me dirá que así como el fraile Sepúlveda habló hace algunas centurias de las “guerras justas”, no podemos que si bien tenemos el derecho de defendernos de una agresión, esta nace de consideraciones estúpidas, cómo no habría de ser.

Dos muy cuates, Pádraic y Colm, epítomes ─recurro al vocablo como lo hace Pádraic insospechadamente─ de la amistad para todos los pocos habitantes del pueblo de pescadores, pastores, artesanos y comerciantes, y un policía HDSPM, de pronto, sin más, aunque no sin un pretexto, dejan de ser amigos; unos le atribuyen a Pádraic la responsabilidad pues, aunque es un auténtico nice guy ─eso todos lo saben, tanto como que es aburrido─, cuando se emborracha es una monserga y tal vez algo le dijo a Colm, aunque éste en realidad es quien motu proprio decide dar por terminada la amistad. Esto sucede en los primeros minutos así que el resto de la película que va de los momentos de comedia inocente a los de drama estrujante, mantiene al espectador al borde del asiento.

Bueno, entonces, ¿qué no sería el tema central de la historia la amistad? No, definitivamente, no; sigue siéndolo la estupidez.

Sobre los personajes protagónicos diré que Pádric es medio simplón (Dominic, un buen muchacho de quien abusa su padre el policía, es el de menos luces en todo el pueblo), vive con su hermana, Siobhán ─guapa, inteligente y un poco mayor, mala combinación según se ve─, sus vacas, su caballo y su mascota una mini burrita muy simpática; Colm aparentemente es artesano, artista, tal vez haya andado el camino haciendo teatro o algo similar, indudablemente músico que toca el violín muy bien. Entre los secundarios hay que señalar a la Mrs. McCormick ─mujer extraña, inquietante no porque fuma pipa sino porque es terriblemente nefasta─, y al resto del pueblo, personajes infaltables como el dueño del pub, el cura, la metiche dueña de la mejor tienda, por supuesto el policía, quienes no por ser incidentales dejan de darle vuelo a la historia en sus intervenciones.

El pueblo en apariencia vive lejos de la guerra civil de la que constantemente hay muestras ya que llegan de la isla grande sonidos de disparos y destellos y humo de explosiones, pero como suele decirse, “Pueblo chico, infierno grande”.

Cuando Colm decide dar por terminada la amistad le dice a Pádric que necesita paz, que ya no puede perder el tiempo en conversaciones sin sentido, aburridas, ya que quiere concentrarse en hacer música y considera que Pádric es un estorbo. Y que conste que no lo dice suavecito, así que el interpelado no entiende bien que eso pueda ser así, “¿Cómo, yo soy aburrido, tal vez estúpido?”. Pues sí, todos lo saben, hasta Dominic. Por supuesto Pádric no puede admitir que su mejor amigo lo rechace y que tal vez en el fondo lo odie, así que buscará la manera de rehacer el vínculo y Colm de rechazarlo incluso recurriendo a medidas drásticas, haciendo esto que se deslice la situación hacia la tragedia.

Para un turista y para los habitantes de la isla, esta es de una gran belleza, ¿por qué no?, y a lo largo de la historia la vemos imponente en su pequeñez, en perpetuo ocaso, ─literalmente, desde temprano baja el sol, será por la época del año y la ubicación de la isla─ rodeada de acantilados y plagada de muros de piedra que forman una cuadrícula irregular pero que bien sugiere aislamiento dentro de la obvia “islidad”; esto es importante porque el lugar también juega un papel protagónico, como lo vemos a través de las imágenes: el ambiente es frío, nebuloso, a veces los personajes son vistos por la lente como manchones a pesar de estar en primer plano, con frecuencia se nos presentan pequeños en el paisaje tristemente hermoso.

En general, las actuaciones son excelentes, en particular Colin Farrell (Pádric), Brendan Gleeson (Colm), Kerry Condón (Siobhán), Barry Keoghan (Dominic) y Sheila Flitton (Mrs. McCormick), le dan vida verdadera a sus personajes y a la historia.

La estupidez, sí, de eso hablaba al principio. Pudiera pensarse que Pádric y Colm tuvieran fundadas razones para comportarse como la estarían haciendo, pero, ¿de veras se justifica que por terquedad o soberbia se pueda mutar el amor en odio, en resignación ante una fatalidad que pudo evitarse? Que en la isla mayor, a unas cuantas millas náuticas de donde transcurre el relato de los dos amigo, las facciones que inicialmente lucharon contra el dominio británico, se desarrollara una guerra entre hermanos no revela más sino que las mejores razones, las Grandes Creencias, la Fe en el propio destino hacen del otro no a quien piensa o siente diferente, sino por definición enemigo (no, no simple “adversario”, palabra tan preciada por alguien a quien todos conocemos aquí). Así, sin exagerar ni desatinar encontramos que en menor escala lo que sucede en Irlanda de 1923 acontece también en el pueblo de Pádric y Colm.

Algo digno de ser notado en cómo se desenvuelve la trama y la función de los personajes es la teatralidadde la puesta en escena, con acciones contenidas y mucho diálogo aunque cada frase está bien medida y es pertinente; esto sin duda se debe a los orígenes y excelente trayectoria del director/guionista McDonagh como autor teatral, lo que logra evitar que lo dicho sea palabrería que con frecuencia suple deficiencias narrativas de tipo estrictamente fílmico; en este caso, sin lo que dicen y se dicen (cuando Pádric habla solo, lo hace para sí y para nosotros porque así es él, no puede ser de otra manera), la historia sería incomprensible a pesar de lo acertado de la propuesta visual que en este caso es la envoltura más que el regalo.

La estupidez. Debería ser notable en todos los casos, debería. Pero no es así, y cuando alguien lo nota, no tiene buena recepción, como sucede con la mentada Mrs. McCormick quien, sin temor a equivocarme, es en realidad la encarnación de una banshee, personaje de la mitología y el folclore celta-irlandés que anunciaba o decretaba la muerte de alguien como ella lo hace con la precisión de todo oráculo que se respete, un poco en la línea de “a quien le quede el saco”. Me pregunto si esta mujer será algo del personaje de Bergman del Séptimo sello o de las brujas del shakespereano Macbeth, o la muerte de Macario de Roberto Gavaldón ¡Uf, aquí espantan!

Tenemos pues que esta película, como en el fondo las demás de McDonagh, el tema central es recurrente; la estupidez rebasa la ingenuidad, la estupidez, disfrazada de lo que se quiera, corroe, debilita… Mata.

No se pierda el lector o lectora o lectere, sea cual sea su nivel socioeconómico, militancia, religión, origen étnico o cualquier constructo del que pueda dar fe el posmodernismo, ver esta película. 





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Federico Urtaza Hernández. Abogado y escritor con raíces leonesas. Nacido en 1952, estudió la carrera en Chihuahua y en 1982 se trasladó a la CDMX donde escribió sobre literatura y teatro. Antes de regresar a León EN 2016 fue Director de Locaciones de la Comisión de Filmaciones del DF y Secretario Técnico del Fideicomiso de Apoyo al cine del DF.




 

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