POESÍA
Tachas 518 • Amigos, familia, miembros del partido • Eduardo Padilla
Eduardo Padilla
Muchos de ustedes aparentan estar menos locos que los habitantes de las cárceles, pero Apolo era un usurpador y ustedes también. Lo que pasa es que su locura es más funcional, está mejor organizada. Sus errores coordinan y se alinean, tragicómicamente, en algo que se asemeja a un sistema. Pero el castillo está contrahecho. Y ustedes también.
Claro que yo soy igual. Dormimos juntos. Todo marcha. Pero a veces me ganan las ganas. Hoy por ejemplo, tengo que hablar de cordura. Tengo que hablar de ella pues la conocí a fondo y no es lo que parece. Ustedes la tratan como si fuera de la realeza, pero yo sé dónde guarda las fotos del liceo y puedo decirles que todo lo tiene postizo. Es verdad, todo lo que tiene de bueno es postizo. Pero eso no es lo peor. Se creen que habla fino, se comen su alta elocuencia con todo y plástico. Eso es porque no la han oído hablar en la cama. Tras la jornada ella sequita el corsé, se quita los dientes, se quita los altos conceptos y habla directo. Y si uno está ahí con ella no puede evitar verlo: la señorita cordura es una novela barata. Es eso, una novela rosa mal escrita; el editor estaba ebrio y el diseñador distraído… el hombre de la imprenta ni siquiera estaba presente, la máquina se tuvo que administrar sola. Es de pasta dura pero se deshoja con facilidad… tienen que mandarla a encuadernar una vez al año. Y como ustedes, justo igual que ustedes, yo pelearía a muerte por ella, mi queridita, mi meliflua, mataría por ella, como el cliché policiaco, mataría a quien sea solo por el privilegio de seguir con ella hasta el final de la historia. La pongo bajo mi almohada. La llevo a la bañera conmigo. Le canto. Le rezo. Le imploro, vaya que le ruego. La he intentado amedrentar… ¡me pongo chusco a veces!
Y cuando salgo a la calle, cuando salgo para estar con ustedes, la llevo conmigo, cómo no, ustedes llevan la suya, yo llevo la mía, nos paramos en círculo, nos paramos en triángulo, nos paramos en honorable paralelepípedo, y decimos las líneas. Las leemos en voz alta. Y ustedes piensan que mi novela es un bodrio. Y yo pienso que la de ustedes es un chiquero. Pero claro que yo ya sé que mi novela es un bodrio. Se los digo cándido: si me tienen planeada una sorpresa, si creen que con esa carta se roban el pozo, yo les digo, no se molesten. Ustedes, en cambio, yo sé que ustedes piensan que la suya es buena. Pues así está perfecto. Justo así es como me gusta. Quiero que se vayan a dormir, hoy y mañana y el resto de los días eternos que les aguardan en emboscada, váyanse a dormir sabiendo que la suya no es ningún chiquero. Así con gusto nos vemos la próxima Navidad. Así —modorro— leo de paso sobre sus últimos premios. Así, con aguada tensión, anticipo el próximo funeral, para que ustedes digan lo que dicen, lo que no pueden evitar decir porque su panfleto de tres pesos no les da para más, y para yo escucharlo sabiendo que lo dicen en serio, con una convicción muy superior a todo lo que yo pueda recolectar a partir de mis libros.
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Eduardo Padilla (Vancouver, 1976) es traductor, jugador compulsivo y autor de Wang, vector (Ornitorrinco); Zimbabwe (El Billar de Lucrecia); Minoica (escrito en colaboración con Ángel Ortuño, publicado en editorial Bonobos) y Mausoleo y áreas colindantes (La Rana). Su obra ha sido publicada en Letras Libres, Tierra Adentro, La Tempestad, Mula Blanca, Luvina, Crítica, Metrópolis y Transtierros; en las antologías El Decir y el Vértigo (Filodecaballos),Divino Tesoro – Muestra de Nueva Poesía Mexicana (Libros de la Meseta/Casa Vecina), Vientos del Siglo – Poetas Mexicanos 1950-1982 (Universidad Nacional Autónoma de México); y en la selección de poetas mexicanos contemporáneos realizada en el número 12 de la revista alemana Poet (Marzo del 2012). Actualmente hace cine y podcasts.