DISFRUTES COTIDIANOS
Tachas 522 • George Winston y las estaciones de la memoria • Fernando Cuevas
Fernando Cuevas

Los primeros pasos musicales de George Winston (Michigan, 1949 – Pensilvania, 2023) fueron por el rock, el jazz y el R&B, así como por el órgano, la guitarra y la armónica. A principios de los setenta y tras imbuirse en las grabaciones de importantes pianistas con Fats Waller a la cabeza, se decantó por este instrumento; después de estudiar Sociología y tras grabar con John Fahey, entregó su temprano debut, Ballads and Blues (1972), en el que empezó a desarrollar ese estilo entre clásico y popular con la soltura que brindan los sonidos precisamente del R&B y el ancestral ragtime, jugando con las tonalidades cambiantes en tiempo y forma.
Pasaron algunos años de creación y apuntalamiento de melodías y armonías: ya fichado por William Ackerman para Windham Hill Records, retomó algunas piezas que había sacado en guitarra y entregó Autumn (1980), integrado por siete emotivas composiciones dentro de un género en proceso de definición, y que nos invitan a internarnos por un bosque donde las hojas multicolores caen con gracia y aplomo, regodeándose por los troncos de madera a manera de danza continua, como para marcar el camino rumbo al mar y, desde ahí, extraviarse entre la luna y las estrellas.
Para continuar el ciclo vital, entregó Winter into Spring (1982), ahora con una mayor tesitura folk, de orientación rural con miradas una vez más al mar y las estrellas, ahora en distinta condición estacional y dando esa sensación de estar en un momento transicional por el que atravesamos en tonos reflexivos, mientras la lluvia cae con intensidad entre los prados tapizados de florituras. De alcance epifánico y en agradecida vertiente celebratoria, December (1982) se desarrolla entre campos nevados impregnados por una sensación de paz, al tiempo que la noche vive sus etapas con ecos navideños que remiten a Bach, Niles, Guaraldi, Leontovych, Dalglish, Pachelbel y el folk de los Apalaches: todo un clásico de la música instrumental del siglo XX.
Se ubicó en tono narrativo recuperando relatos y vivencias reales: entregó The Velveteen Rabbit (1985), retomando la historia de Margery Williams con narración de Meryl Streep, al que le siguieron el caluroso Summer (1991) y el muy tupido Forest (1994), para dar paso a Sadako and the Thousand Papers Crane (1995), acerca de la historia de una sobreviviente de Hiroshima enferma de leucemia por la radiación y quien desde el hospital realizaba grullas de origami, esperando un milagro que la curara; la narración corre a cargo de la actriz Liv Ullmann y Winston incorporó guitarra para acompañar el relato.
Su añeja admiración por Vince Guaraldi, gran compositor y pianista jazzero que musicalizó al clásico Peanuts, lo llevó a grabar en forma de homenaje un par de volúmenes: Linus and Lucy: the Music of Vince Guaraldi (1996) y Love Wil Come: the Music of Vince Guaraldi vol. 2 (2009), permitiéndose algunas piruetas libertarias que incluían la pulsión de cuerdas, siempre respetando al elusivo y revitalizador original. Cerró el siglo con Plains (1999), álbum de carácter panorámico en el que además de las piezas propias, incorporó canciones tradicionales de Irlanda y Hawaii en plena convivencia con Sarah McLachlan y Badalamenti.
Continuó con Remembrance: A Memorial Benefit (2001), una sentida grabación para apoyar a los familiares de quienes perdieron la vida en los ataques del 11 de septiembre: piano, guitarra y armónica se entrelazan en tono memorioso, mientras que en Night Divides the Day: The Music of the Doors (2002), homenajeó a uno de sus grupos favoritos. Siguió Montana: A Love Story (2004) con alguna versión de Zappa y Sam Cooke, como ejemplos representativos de los nortes del músico, y en apoyo a los afectados por el huracán Katrina, grabó Gulf Coast Blues and Impressions: A Hurricane Relief Benefit (2006), álbum final para el sello Windham Hill, que cerró sus puertas. Regresó con otro disco para la beneficencia, ahora llamado Gulf Coast Blues and Impressions 2: A Louisiana Wetlands Benefit (2012).
Con base en diversas músicas tradicionales, entregó Harmonica Solos (2012), interpretando los cortes con aroma a campo y volvió al piano con el reparador Spring Carousel: A Cancer Research Benefit (2017), que nació mientras estuvo en un hospital donde tocaba en el auditorio. Terminó su trayectoria con Restless Wind (2019), lleno de texturas en movimiento, y Night (2022), álbum que resultó su despedida con Leonard Cohen, Allen Toussaint y Laura Nyro, entre otros invitados, además de los infaltables apuntes de música tradicional, misma que apoyó desde su labor como productor, particularmente de músicos hawaianos.
Fue un puente entre la tendencia surgida a mediados de los setenta y conocida como New Age, apelativo que no le gustaba a muchos y en el que se agruparon músicos como Dean Evenson, Mark Isham Paul Winter, Kitaro, Andreas Vollenweider, Michael Hedges, Shadowfax y Mannheim Steamroller, entre otros, y distintivos ambientes de la música instrumental con el piano como instrumento central, al estilo de Ludovico Einaudi, Andre Gagnon y Craig Armstrong, por mencionar algunos. Con su facha de sencillez rural, George Winston nos dejó un ecosistema sonoro vinculado con los ciclos y los cambios propios de la naturaleza, entre los retornos y las partidas casi provisionales, cual estaciones a las que se volverá en algún punto vital.